Al gobierno nacional también habría que evaluarlo por sus inseguridades y sus certezas. Por ejemplo, entre las inseguridades, incertidumbres y hasta perplejidades del oficialismo brillan en la noche estrellada dos luceros impávidos: la educación y la vacuna. O la vacuna y la educación, porque en este caso el orden de los factores no altera el resultado. El gobierno no sabe qué hacer con las vacunas y tampoco sabe qué hacer con la educación. No saber qué hacer con la vacuna en tiempos de pandemia, se parece al capitán que no sabe qué hacer con el timón del barco; no saber qué hacer con la educación, más que un acto de ineficacia es un acto de ignorancia. O, conociendo el paño, la realización efectiva de la consigna acariciada entre suspiros y nostalgias durante tantas décadas: “Alpargatas sí, libros no”. Se arguye que la duda es una actitud noble del alma, pero no creo que ese clima espiritual sea lo más recomendable para un gobierno en los tiempos que corren. Sobre todo cuando la duda se parece a la impotencia y la ineficacia.
El gobierno también parece no tener la menor idea acerca de qué país nos merecemos o qué modelo económico aseguraría el funcionamiento de la sociedad y la inserción de la nación en el mundo. Más que un velo de ignorancia lo que afecta la vista de los actuales gobernantes se parece a la ceguera.
Pero así como las inseguridades e ignorancias son visibles, también lo son las certezas. Primera certeza estratégica y de limpio y transparente tono populista: sostener el crónico régimen de poder en la Argentina fundado en burocracia sindical de tono mafioso, empresarios prendidos a las ubres del estado, una red de subsidios como garantía de una masa electoral manipulable y sumisa, y una burocracia, más que estatal gubernamental, decidida a practicar lo que mejor saben hacer: el saqueo de los recursos nacionales. Segunda certeza, que según se mire puede ser la primera: impunidad para Cristina, sus parientes y secuaces. No es una meta menor y su realización no es tarea sencilla. Para lograr la impunidad de la jefa hay que arrasar con instituciones del estado, someter a jueces y fiscales indóciles, esterilizar los controles institucionales y amordazar a la prensa y a los periodistas que los molestan.
¿Lograrán sus objetivos? Creería que no. Pero la pregunta adecuada a hacernos en este caso es la siguiente. ¿Qué precio deberemos pagar los argentinos para superar esta verdadero malón contra las instituciones, la sociedad, la cultura y la actividad económica?