Habría que preguntarse si Victoria Donda incurre en una contradicción moral o política al pagar en negro a su empleada doméstica boliviana o prometerle como moneda de cambio un puesto en el INADI, mientras proclama un discurso favorable a la igualdad, el respeto de los derechos humanos y la solidaridad con los más humildes. Es evidente que de confirmarse los indicios que circulan acerca del tratamiento laboral dispensado por la señora Donda a su empleada, estamos ante una contradicción flagrante, pero mi hipótesis es que esa contradicción es solo aparente o atiende a enunciados generales, cuando si se quiere ser analíticamente riguroso habría que prestar atención a las situaciones concretas, a los personajes concretos y a las prácticas políticas concretas de nuestros populistas criollos. Por lo pronto, postulo que la contradicción que podríamos imputarle a la señora Donda es aparente, porque atendiendo a los antecedentes de nuestro populismo criollo en sus versiones de “izquierda estilo nacional y popular” lo que se presenta como una contradicción entre lo que se dice y se hace puede muy bien ser un rasgo de impecable e implacable coherencia. Hebe Bonafini desde la presidencia de Madres de Plaza de Mayo, con pañuelos blancos incluidos, insultando con términos racistas a trabajadores bolivianos que “osaron” ocupar la Plaza de Mayo para hacer valer sus reclamos; o regocijándose por la muerte de las víctimas de las Torres Gemelas; o transformar al emprendimiento Sueños Compartidos en un operativo corrupto que debe haber despertado el asombro de Lazaro Báez, José López o Ricardo Jaime. Néstor Kirchner cuestionando con lenguaje jacobino la avidez de riquezas de los productores agropecuarios mientras se pone de rodillas ante una caja fuerte; o autoponderándose en un adalid de los derechos humanos mientras los orígenes de su fortuna se deben a los desalojos de las víctimas de la 1050 sancionada en tiempos de Martínez de Hoz, para no recordar que mientras fue gobernador de Santa Cruz la palabra “derechos humanos” estaba prácticamente prohibida en su provincia; Cristina presentándose como una líder popular latinoamericana mientras Transparencia Internacional la califica con muy buenos argumentos como una de las mandatarias más corruptas del mundo, compitiendo en méritos con déspotas y autócratas africanos y asiáticos; su hijo Máximo reivindicando al líder sindical Agustín Tosco, mientras se abraza con Moyano, un acto tan coherente como proclamarse simpatizante de Mahatma Gandhi mientras se saca una foto abrazado con el conde Drácula. Horacio Verbitsky, supuesto periodista de la resistencia y adalid de los derechos humanos, versatilidad verbal que no le alcanza para explicar su condición de agente doble en tiempos de la dictadura militar, tal como lo denuncia en un libro muy bien documentado el periodista Gabriel Levinas y los testimonios de los hijos y amigos de sus jefes y patrones militares de entonces; Eugenio Zaffaroni, prócer y jurista de la causa nacional y popular, abanderado de la causa garantista y flamante propagador de indultos a corruptos y ladrones presentados como luchadores sociales, aunque sus primeras habilidades jurídicas las empleó para justificar las atrocidades de la dictadura militar, sin que el más mínimo rubor tiñera sus mejillas cuando se hizo público que una fracción de sus ingresos provenían de la renta de sus departamentos en la Recoleta transformados en placenteros y refinados prostíbulos, una gestión que hubiera despertado las envidias de Roberto Arlt y sus fantasías literarias más audaces en la materia. Podría extenderme con más ejemplos porque en el tema el kirchnerimso brinda insumos como para escribir una biblioteca, pero dejo librado a los conocimientos de los lectores la mención de hechos y episodios por demás conocidos. Importa en este caso retomar la hipótesis principal: Victoria Donda, “negreando” a su empleada doméstica boliviana o prometiendo compensarla con cargos públicos pagados con los impuestos de los contribuyentes mientras se presenta como la expresión de la causa de los derechos humanos ¿es titular de un acto coherente o incoherente? Yo diría que si bien las apariencias destacan un acto de incoherencia, no bien se presta atención a los comportamientos prácticos reales de los principales dirigentes de nuestro populismo criollo, debemos admitir que estamos ante un acto de conmovedora y exquisita coherencia. Como diría tía Cata: “Ellos son así”.