«En la Argentina, la democracia republicana no funciona hoy, pero tampoco ayer o anteayer»
No fue fácil reunirnos. Una entrevista frustrada en un bar ubicado en la esquina de Santa Fe y Salguero; otra cita en Página 12, la consabida espera y una charla en un bar de la porteña avenida Belgrano. La conversación no fue amable, la entrevista no fue complaciente. Julio Nudler -el periodista que ha dado que hablar en los últimos días- es inteligente, frontal, áspero, pero su posición es clara. A continuación, los tramos más importantes del diálogo.
-¿Fue censurado por Página 12?
-Bueno, eso está muy comentado. Ocurrió hace mucho tiempo y ha sido materia de discusión. Ha determinado, incluso, la disolución de «Periodistas», en la medida en que no han podido afrontar el debate sobre la censura.
-¿Y ahora?
-Estoy en una etapa de semiproscripción, pero esto concierne a gran parte del periodismo en la Argentina.
-¿Qué quiere decir con «semiproscripción»?
-Como es notorio, a la columna del panorama económico no la he podido volver a escribir.
-¿Sigue trabajando en Página 12?
-Sigo trabajando y mi voluntad es seguir haciéndolo.
-¿Hay expectativas de que sea echado?
-Yo no observo nada especial, no he tenido ningún indicio en ese sentido y no he dado motivos para que ocurra eso.
-Pero una patronal puede suponer que ha dado motivos…
-Yo no soy la patronal. Eso se lo tiene que preguntar a la patronal, yo no tengo el punto de vista de la patronal.
-¿Usted fue censurado porque sus notas ponían en peligro la relación económica de Página 12 con el gobierno de Kirchner?
-La verdad es que no creo objetivamente que esto tenga relación con la posición política de Página 12. Creo que acá hay un problema más que político. Es, por un lado, moral, y por el otro, político, porque sucede que en este país no funciona un régimen de democracia republicana.
-Por ejemplo, ¿en qué no se han respetado las prácticas republicanas en el episodio que estamos comentando?
-No se respetan, porque, en este país, los periodistas no tenemos derecho a nada, salvo a no revelar nuestras fuentes. Pero, en la práctica cotidiana, un periodista no tiene ningún derecho establecido. No hay ningún código que establezca un derecho de conciencia, cuál es su derecho a no escribir aquello que no considera razonable… Eso no existe.
-Lo que ocurre es que, si yo entro a trabajar en el diario La Nación, por ejemplo, sé que no voy a poder escribir en contra de Bartolomé Mitre, y si estoy trabajando en Página 12, sé que no voy a poder hacer una nota a favor de Bush.
-¿Usted considera bien lo que está diciendo? ¿Usted lo acepta?
-No sé, yo no trabajo en La Nación ni en Página 12.
-Entonces, ¿por qué lo da como ejemplo?
-Porque sé que es así.
-Es lo mismo que usted me dijera: yo sé que se cometen diez asesinatos por día. ¿Eso quiere decir que usted lo da como un hecho aceptable? Usted dice: «Si yo entro en tal medio, no puedo escribir de tal cosa…», ¿usted lo considera razonable?
-Tal vez no sea justo, pero puede que sea razonable. Son empresas que han hecho inversiones millonarias y algún derecho tienen sobre los contenidos del diario.
-Pero, entonces, usted me está diciendo que hay libertad de empresa pero no de prensa…
-No conozco un sistema en donde la libertad de prensa no funcione con la libertad de empresa.
-No teoricemos tanto. Se sabe que, si bien la línea editorial de los grandes periódicos tiene su propia tendencia, uno encuentra en los mejores periódicos diversidad de opiniones, porque si en un diario no pudiera encontrar ninguna nota favorable a Bush, esto quiere decir que ese diario no le estaría dando a su lector una mínima pluralidad de opiniones. Y esto lo hacen los buenos diarios del mundo; no estoy hablando de ninguna fantasía.
-Jamás vi en Página 12 una nota favorable a Bush o a Reagan.
-Usted tomó ese ejemplo.
-Es el ejemplo que tenemos a mano.
-Que tenemos a mano, ¿qué quiere decir? ¿Que tenemos que conformarnos con el país que tenemos?
-Yo no me conformo, pero tampoco puedo negar la ley de la gravedad.
-Lo que yo le quiero decir es que el país va a progresar cuando la sociedad tenga la mejor información posible, la más diversa y la más pluralista, y que la manipulación de la información, ya sea por estar a favor o en contra del gobierno, ya sea por intereses económicos, atenta contra ese derecho a la información que es fundamental en una democracia.
-Esto es lo deseable, es el deber ser. Sin embargo, sabemos que, en muchos lugares, la prensa está comprada, los periodistas son sobornados, los directores de los diarios responden al establishment económico… El mundo funciona así.
-El día que el ser humano pierda sus aspiraciones a algo mejor estará perdido; no desearía perder las aspiraciones. Si usted me dice: «Mire, el mundo es así..», si esa es una invitación a resignarse, yo prefiero conservar mis aspiraciones aunque sean utópicas.
-¿Cuáles son sus diferencias con Horacio Verbitsky?
-Mi composición de lugar es la siguiente: yo soy periodista, no político. Yo no creo en el periodismo hecho desde la política, no creo que se pueda informar desde un interés político; creo que sólo se puede informar desde un genuino interés periodístico. La diferencia es muy obvia y muy sencilla, yo pretendo ser un periodista, eso es todo.
-Pero usted tiene posiciones políticas tomadas, se nota en sus textos.
-No, usted está equivocado. Yo he sido muy frecuentemente acusado de haber cambiado la orientación de mis notas, que uno a veces escribe en un sentido, otras veces en otro, yo lo reivindico. El periodista, ante todo, tiene que preservar el derecho a escribir un día una cosa y al otro día, otra. Un periodista, de algún modo, es un parásito, alguien que elige de quién tomar algo, es decir, elige la fuente, elige la más inteligente, la más veraz, la más objetiva dentro de todo, y toma sus argumentos. Muchas veces, la fuente pide escudarse en el anonimato -en Economía, es sumamente frecuente- y uno, si encuentra ricos esos argumentos, se los transmite al lector. A veces, es posible hacerlo dando la fuente porque ella lo admite; a veces, no es posible. Al día siguiente, cuando aparece la nota, llama alguien tan idóneo como aquél con el que hablamos y nos indica que tiene un enfoque diferente, que lo que nos han dicho no es así, sino de otro modo. Entonces, uno habla con la otra fuente y cuenta también lo de ésta.
-Pero usted no es una hoja al viento, una máquina de recibir datos. Usted tiene una composición de lugar, tiene una valoración del orden social, de la justicia, de la injusticia. Un periodista, aunque el ejemplo sea exagerado, no puede estar un día a favor de las Madres de Plaza de Mayo y al otro, a favor del Ku Klux Klan…
-Pero eso es llevar al absurdo lo que estoy diciendo.
-Lo exagero deliberadamente.
-No es que lo exagera. Una conversación sólo tiene sentido cuando los argumentos son de buena fe; si no, no tiene sentido. ¿Por qué toma ese ejemplo?
-Porque quería probar una cosa. Usted me dice que no es político, pero usted tiene posiciones políticas.
-Usted es libre de analizar mis escritos y extraer todas las conclusiones que quiera. Yo le quiero decir que el periodista que trabaja políticamente es alguien que, cada vez que escribe, va a considerar a quién beneficia y a quién perjudica lo que escribe. Yo no lo considero, yo me entrego a la información misma y, obviamente, a un análisis de coherencia. Yo creo saber algo de economía y, si una fuente me dice técnicamente una burrada, eso no se lo voy a transmitir al lector, salvo en torno de sorna, como me ha pasado. Yo no soy una hoja al viento, soy un ser pensante hasta donde me da la cabeza. Yo analizo, por eso le decía antes que escojo las fuentes. Hay fuentes que he desechado para siempre porque las considero ineptas, porque no saben de economía y presumen de economistas. Considero que el lector está mas interesado en saber lo que dice un economista equis que en saber lo que digo yo, que soy un periodista que, en realidad, soy intermediario. De vez en cuando, si escribo una nota de opinión, puedo opinar sobre algo; pero lo que menos escribo son notas de opinión.
-Yo las que conozco son las de opinión.
-Usted conoce muy poco de lo que hago. El noventa por ciento de mis notas firmadas no son de opinión.
-Nudler, usted sabe que toda nota de información incluye opinión… Eso es elemental en las ciencias sociales.
-Usted argumenta de manera sinuosa, porque, por un lado, me dice que mis notas son de opinión… ¿Por qué dijo, tan seguro, que eran de opinión?
-Porque es la percepción que tengo al leerlas. Además, está ante un lector que compra Página 12 y lo lee. Yo sé que Julio Nudler no opina como Carlos Rodríguez o como López Murphy.
-Si usted quiere saber si soy progresista, le digo que sí, que soy progresista, así como soy democrático. Lamentablemente, en el campo del progresismo es muy raro encontrar una persona democrática. Porque, en general, en la Argentina, es muy difícil encontrar una persona de convicciones democráticas, tanto en el campo progresista como en los otros.
-Quiero creer que hay reservas democráticas en la Argentina y que somos más de lo que aparentemente parecemos. A mí me interesa que algunos de estos temas se aclaren; importa, para ello, establecer un contrapunto. Usted me acaba de decir que yo soy sinuoso y precisamente ésa es mi tarea, porque acá hay lectores que van a estar interesados en este contrapunto y es importante entonces que discutamos.
-Además, forma parte de una entrevista no complaciente que el entrevistado se fastidie, así que me parece fantástico.
-Me alegro.
-Yo frustraría su entrevista si ante una entrevista no complaciente como la suya, que me parece muy buena, adoptara una actitud complaciente… Cada uno, en su papel.
-Perfecto. Quiero que quede aclarado para los lectores.
-Usted me desafía y yo respondo.
-¿No tiene nada que decir de Verbitsky o de Tiffemberg?
-Yo no voy hablar de nadie no estando esa persona presente. En caliente, uno puede reaccionar. Yo creo que, en gran medida, las actitudes de los individuos están determinadas por el medio ambiente, por las condiciones que los rodean. Creo que acá el problema es que las condiciones en la que nos desenvolvemos son condiciones nefastas.
-El otro día me dijo un periodista: «Alaniz, si se cae Kirchner, no va a venir Lilita Carrió, va a venir la derecha, y la derecha dura… Cuando lo critiques a Kirchner, evaluá que por ahí le podés estar haciendo un favor a la derecha».
-Lo que él le está diciendo es que no sea periodista, que sea político.
-O tal vez me diga que debo ser un periodista responsable…
-¿Qué quiere decir ser un periodista responsable?
-Me refiero a la ética de la responsabilidad, de la que hablaba Max Weber.
-La responsabilidad de un periodista es cerciorarse, en la medida de lo posible, de que lo que escribe tiene fundamento.
-Pero usted no admite que le toquen la nota que escribe.
-Esa nota estaba publicada varias veces con muchos más detalles en Página 12. Lo he dicho por todos lados, ha salido en todas partes, hay sitios de Internet donde esto está. No es que lo diga ahora. Aquella nota de censura fue un reescrito de otras que salieron en el 2002… Entonces, ¿de qué estamos hablando?
-La pregunta la hago yo… ¿Por qué tanto batifondo, entonces?
-¿Por qué tengo que responder por otros?
-Porque usted es un protagonista de esto.
-Porque ahora Moroni y Fernández trabajan para Kirchner, y en esa época no existía Kirchner.
-Moroni y Fernández trabajan para Kirchner. Pero Página 12, ¿qué tiene que ver con eso?
-Usted que es tan buen lector lo debe haber intuido. ¿Usted considera que otros medios no mantienen una extraña relación con éste gobierno? ¿Usted ha leído la nueva versión de la ley de Quiebras?
-No.
-Léala y se va a dar cuenta de cuál es la relación de otros grandes medios con el gobierno de Kirchner.
-Y Página 12, ¿dónde estaría incluido?
-Creo que Página 12 es un medio más que, como tantos otros, sufre la presión de un gobierno que no valora la libertad de prensa y que sí valora la manipulación de los medios porque este gobierno no es ni democrático ni republicano.
-¿Se parece al menemismo?
-Se parece al menemismo y se parece al alfonsinismo. Yo tenía veinte años menos y veía cómo el diario La Razón, con Timmmerman como director, se sostenía con una valija de dinero que llegaba diariamente desde el Banco de la Nación Argentina. Yo sabía eso, pero tenía menos conciencia que ahora, y creo que no debí tolerar eso en silencio, creo que debí salir a denunciarlo. Por eso, también digo aquello de que uno tiene derecho a contradecirse, a cambiar.
-¿Cómo era Nudler hace veinte años?
-Lo que puedo decir es que en el ’84 yo era un periodista que no recibía ninguna coima; no estaba en la nómina de nadie, a diferencia de otros periodistas. En eso no he cambiado; sí he cambiado en cuanto a la conciencia de que algunas cosas eran sencillamente aberrantes y debían ser denunciadas. Por algo, hoy tengo 62 años y en esa época tenía 42. Comprendo que algunos que hoy tienen 42 todavía no entiendan cosas que, tal vez, con los años van a entender.
-¿Era tan así en esos tiempos?
-Le pregunto: ¿cómo hizo el trío De La Rúa, Nosiglia, Santibañez para alzarse con un banco mediante el dinero del Banco Central? Eso ocurría durante el gobierno de Alfonsín. El Banco Central era generador de negociados tremendos. Es decir que el gobierno de Kirchner es la continuación del de Menem. Tal vez sea la continuación del gobierno de Alfonsín, es decir, acá no funciona el régimen democrático republicano, pero no funciona hoy, ni ayer ni anteayer.
-¿Se siente apoyado en estos momentos?
-He recibido muchas solidaridades, pero no quiero ser bandera de ninguna causa… Además, le digo otra cosa… La persona que más me ha apoyado, la que más me ha dado fuerzas para hacer lo que hago, para entender lo que hago y para soportar lo que hago hoy no está…
-¿Y quién es?
-Se llamaba Enrique Santos Discépolo. (Sonrisa).