Cuba y la pesadilla de la revolución

 

I

El presidente de la nación no puede decir que desconoce lo que está pasando en Cuba, porque la crisis que hoy atraviesa este desdichado país es la consecuencia de sesenta y dos años de dictadura. Hoy en Cuba la gente sale a la calle por diversos motivos, pero fundamentalmente sale porque está harta. ¿No lo sabe señor presidente? Los que hoy protestan son los hijos y los nietos de los que vivieron la revolución de 1959. Que a los actuales manifestantes los acusen de imperialistas, de agentes de la CIA, de «gusanos», les resbala porque esas imputaciones les resultan ajenas y en algunos casos desconocidas. Las expectativas de vida, los valores, las esperanzas de 1959 tienen poco y nada que ver con las de 2021. El presidente argentino podrá ignorar los detalles de lo que está ocurriendo hoy en Cuba, pero no puede ignorar que se trata de una dictadura fundada en el partido único y que como toda dictadura oprime, asfixia y explota.

 

II

Tampoco el señor presidente argentino puede invocar el bloqueo o sugerir que las desgracias del pueblo cubano provienen del bloqueo, un embuste sostenido por la dictadura para justificar la represión y su escandaloso fracaso económico. El único bloqueo que existe en Cuba es el perpetrado por el Partido Comunista en el poder. El régimen totalitario es el que bloquea las energías económicas y la actividad creativa. El Partido Comunista de los Castro es el pasado, el atraso, la reacción, el paradigma de un orden conservador. Un señor llamado Carlos Marx alguna vez escribió que cuando las relaciones de poder existentes entran en contradicción con las fuerzas productivas, se crean las condiciones revolucionarias para un cambio. No me consta que en Cuba haya hoy una situación revolucionaria, pero sí sé que las relaciones de poder establecidas por el Partido Comunista cubano son las que frenan las aspiraciones del pueblo, el desarrollo de la sociedad. Hay que decirlo de una buena vez: hoy Cuba es más pobre más injusta, que antes de 1959. Dos millones de cubanos escaparon de las «bondades» de la revolución cubana. Escaparon en barcos, en balsas, en botes; escaparon arriesgando sus vidas, abandonando sus afectos. Dos millones de cubanos se fueron. La mayor imputación al fracaso del régimen. Y si hoy el régimen abriera las puertas, más de la mitad de la población cubana escaparía del paraíso rojo. Como en la Alemania de Ulbricht o la Rumania de Ceausescu, al pueblo le está prohibido escapar de las bondades de la revolución comunista.

 

III

Cuba es hoy una dictadura en la que el poder es ejercido por una burocracia política y militar. Tal vez una gerontocracia. Ellos son los que mandan. Ni mística revolucionaria, ni magia tropical, ni hombre nuevo. Hoy Cuba incluyó en su vida cotidiana todas las supuestas lacras del capitalismo: la prostitución, las conductas mafiosas, los privilegios de casta, la fascinación por el dólar, el sálvese quien pueda. Hoy Cuba vive del turismo, un privilegio que solo disfrutan los extranjeros, porque al cubano de la calle le están vedados los beneficios de los hoteles lujosos y las prostitutas caras. Ironías de la historia. Otra de sus fuentes de ingresos son los recursos económicos que los «despreciables gusanos» de Miami, de México o de Madrid envían a sus familiares para que subsistan lastimosamente. Cuba hoy es un calvario para los cubanos, cuando no una cárcel y un manicomio. Los argumentos del régimen para justificar las privaciones, las indigentes tarjetas de racionamiento, las carencias alimentarias, son cínicos y crapulosos. Si en sus inicios la revolución se acogió a los beneficios de la ilustración en la actualidad su estadio natural es el oscurantismo. En Cuba, por ejemplo, no hay librerías que merezcan ese nombre; autores contemporáneos en cualquiera de los campos del conocimiento son desconocidos, ignorados, cuando no, condenados. Cuba es una isla encerrada en la segunda mitad del siglo veinte. No es casualidad que ante las recientes movilizaciones la primera respuesta del régimen fue fiscalizar internet. El régimen está cómodo en las sombras, en la oscuridad, en las tinieblas. No sé si en 1959 fueron revolucionarios, de lo que estoy seguro es que en 2021 son reaccionarios en toda la línea

 

IV

Cuba fue hasta mediados de los años cincuenta una sociedad con problemas económicos, con dificultades políticas, pero nunca fue Haití. Cuba era, después de Argentina, el país con más niveles de alfabetización, con mayores índices de urbanización, con la presencia de una aguerrida clase media. Como lo señalan las mediciones de consumo, de artículos de confort, de producción intelectual, Cuba estaba muy lejos de ser una «villa miseria» regenteada por gangsters. Cuba era, por ejemplo, el segundo país en América latina en recibir inmigrantes de Europa. Y como bien se sabe, los inmigrantes no van a vivir a países donde se sospecha que podrían tener peor calidad de vida que en el país que desean abandonar. La despreciable dictadura de Fulgencio Batista -apoyado por los comunistas en sus inicios- duró seis años, una bicoca al lado de los sesenta y pico de años de la dictadura castrista. Uno de los «logros» de la revolución fue haber sobredimensionado los niveles de atraso, pobreza y miseria en la isla. En 1959 en Cuba había injusticias y había postergaciones, pero estaba muy lejos de ser el infierno que presentó Castro.

 

V

El balance sería incompleto si se desconociera lo que significó la revolución cubana en los años sesenta y setenta en América latina y en el contexto de rebeliones contra regímenes militares y dictaduras bananeras que entonces pululaban en la región. La ilusión de que se había tomado el cielo por asalto; la certeza de que se construiría un orden nuevo fundado en la igualdad y la justicia fueron muy fuertes. El mito de los guerrilleros barbudos que bajaban de la montaña armados y de traje verde oliva como portadores de una revolución que se extendería por todo el continente se extendió por todo occidente con sus consignas, sus leyendas y su estética. Miles de jóvenes murieron en nombre de esa causa. ¿Error, alienación, fatalidad histórica o celada de la historia? Estos interrogantes aún se están debatiendo, pero lo seguro es que después de sesenta años de dictadura, partido único y postración económica, las esperanzas, las ilusiones, los sueños revolucionarios son cenizas al viento, sueños rotos, espantajos huecos.

 

VI

Las movilizaciones de estos días dan cuenta de ese hartazgo, aunque me temo que no alcanzarán para doblarle el brazo a un régimen que dispone de un aceitado, sombrío, y eficaz sistema represivo, una de las virtudes que más han desarrollado los totalitarismos de izquierda, tal vez la única herencia que dejarán a la posteridad. Como la experiencia histórica lo enseña, si no hay una fractura en el régimen dominante y en particular una fractura del régimen militar, cualquier posibilidad de cambio profundo no sería posible. Más de sesenta años de dictadura no transcurren en vano. Al cansancio de la sociedad se le suma el miedo, la resignación, el hábito de vivir en condiciones sociales y culturales miserables. Los defensores vergonzantes de la dictadura cubana invocan el principio de la autodeterminación, un principio que en su momento se instituyó para proteger derechos y libertades, no para justificar violaciones a los derechos humanos. Les guste o no a los déspotas y a sus defensores, a todos los ciudadanos libres del mundo nos asiste el derecho a opinar sobre el calvario de los pueblos sometidos del mundo y, en particular, el calvario padecido por el pueblo cubano. Así lo hemos hecho con Pinochet, con Somoza, con Stroessner. Sin ir más lejos, la condena internacional a los abusos de Batista fue decisiva para su derrocamiento. Lo mismo podría decirse de Somoza, condenado en su momento por todas las democracias del continente. Y nadie se sintió maniatado por ese principio cuando hubo que denunciar las barbaridades cometidas por la dictadura militar argentina, tan protegida (dicho sea de paso) por el régimen cubano, fiel al principio de que las dictaduras, más allá de sus sesgos de izquierda o de derecha, en lo fundamental se parecen. Quienes hoy invocan la autodeterminación para justificar las atrocidades del régimen cubano, son en realidad cómplices con los amos del poder en la isla. Para ser sinceros, lo que deberían decir los funcionarios kirchneristas es que están de acuerdo con la dictadura del partido único, con la estatización de la economía y con el exilio, la cárcel o el paredón para los disidentes.

 

 

Noticia de: El Litoral (www.ellitoral.com) [Link:https://www.ellitoral.com/index.php/id_um/308420-cuba-y-la-pesadilla-de-la-revolucion-la-vuelta-al-mundo-opinion-la-vuelta-al-mundo.html]

 

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