MARA Y PABLO

VEINTIUNO

Bar de ka facultad, Ella está sola en la mesa. Él se acerca.

 

-¿Mara?

-Si.

-Me presento: soy Pablo Cerdán, periodista del diario El Heraldo.

-Te conozco.

-Yo también te conozco; compartimos algunos amigos.

-Compartir es una palabra demasiado generosa.

-Podría decir que disfrutamos algunos amigos o padecemos algunos amigos.

-Ahí me gusta un poco más.

-¿Puedo acompañarte?

-Si me decís para qué.

-Marcoli me dijo que converse con vos.

-Ah sí…¿y se puede saber sobre qué tema?

-Política.

-¿Y qué querés saber?

-Estoy haciendo una nota para el diario acerca de las próximas elecciones de Centro y quiero conocer las opiniones de los dirigentes.

-¿Tomás un café?

-No, gracias.

-Un whisky.

-Paso.

-¿Un cigarrillo?

-No fumo.

-Chico raro: no fuma, no bebe, no toma café…no te voy a ofrecer nada más porque tengo miedo de sufrir un desplante.

-Dije no tres veces; es lo máximo que me puedo permitir con una mujer.

-Me imagino.

-¿Y vos?

-Y yo, ¿qué?

-¿Cuántas veces decís no?

-Las veces que sea necesario.

-¿Y sí?

-¿El sí de las niñas?

-Si querés ponerte en ese lugar.

-¿En el de las niñas?

-Por ejemplo.

-Lo haría, pero hay un problema.

-¿Puedo conocerlo?

-Nadie me creería.

-No me contestaste sobre cuántas veces decís sí.

-Una sola vez.

-¿No tenés miedo de equivocarte?

-No, no tengo miedo.

-¿Tan segura estás?

-Ni más ni menos que cualquiera.

-¿Te gusta correr riesgos?

-No sé si me gusta, pero los acepto. Acepto el riesgo de elegir.

-Claro, me lo imaginaba…la mujer libre que elige…

-¿Algún problema?

-Ninguno.

-Me pareció percibir un tonito de ironía, algo así como un eco bizarro de machito piola que se las sabe todas. ¿Me equivoco?

-Mitad y mitad.

-¿Cómo es eso?

-El tono irónico es producto de tu imaginación.

-¿Y entonces se puede saber en qué tengo razón?

-En lo de macho piola.

-Veo que tenés una autoestima que te ceba mate.

-Con mi autoestima comparto el vino. Y a veces la resaca.

-¿Nada más?

-Creo que nada más, pero no estoy del todo seguro…por lo menos no tengo la confianza que observo que te tenés vos.

-Yo lo único que dije es que me gusta elegir…podría decirte que en realidad prefiero elegir.

-¿Y si te eligen?

-Sobre ese tema te voy a hacer una confesión que espero que no salga en el diario.

-Oigo.

-Nunca tuve suerte.

-¿Cómo es eso?

-Sencillo: los que tenían que elegirme no lo hicieron y los que no tenían que hacerlo lo hicieron. Mala suerte.

-Puede ser…pero no me contaste qué hacés cuando te eligen.

-Curioso el periodista.

-Vivo de eso.

-Como en el truco, dejo que jueguen la primera carta.

-¿Y el envido?

-El envido me lo reservo para mí. Una mujer no necesariamente debe mentir, pero no puede permitirse renunciar a esa posibilidad

– ¿A qué posibilidad?

-A la de mentir.

-Y en este juego, ¿hay un lugar para la verdad?

-¿Qué es la verdad? dijo Poncio Pilatos y se lavó las manos…pero yo no soy Pilatos y tengo mi verdad.

-¿Puedo saber cuál es?

-Pregunto…¿esto que estamos conversando es lo que va a salir publicado?

-Todavía no lo sé.

-¿Y que esperás para saberlo?

-Que me contestes lo que acabo de preguntarte.

-Repetime la pregunta porque no la recuerdo.

-Era algo sobre la verdad, sobre el lugar que le otorgás a la verdad.

-¿No te parece medio complicada la pregunta?

-Me gustan las preguntas complicadas.

-A mí también.

-Entonces espero una respuesta.

-No te la voy a dar.

-Quedamos que el juego era responder.

Vos habrás quedado; yo no quedé en nada…sin embargo, para que el señor periodista no se sienta molesto y no nos haga mala prensa, te voy a dar una pista.

-Escucho.

-Algo ya te dije: mi verdad la juego al momento de elegir.

-¿Y cuáles son tus criterios para elegir?

-La vista, el olfato y el oído.

-¿Y el sabor y el tacto?

-Eso lo dejo para después.

-Vayamos a la vista entonces.

-¿Tanto te importa?

-Mucho.

-¿Tan exigente es el periodismo?

-Ni te lo imaginás.

-La vista es importante.

-Me imagino: morocho o rubio, lindo o feo, ojos claros o oscuros.

-El cuarto poder me está subestimando.

-No era mi intención…pero…¿porqué te estoy subestimando?

-Porque yo lo primero que miro en un hombre son los zapatos.

-¿En serio?

-Por supuesto. Los zapatos son decisivos a la hora de evaluar a un hombre. Por lo menos es lo que permite distinguir a un pelotudo de un hombre bien plantado.

-Disculpame, pero a la pregunta te la tengo que hacer: ¿qué esperás de un hombre?

-Es la pregunta más cursi que me han hecho en toda la tarde.

-La cursilería es un lujo que puedo permitirme.

-Bien respondido periodista…bueno…de un hombre espero que me divierta, que me haga reír…

-¿Y la inteligencia o la sensibilidad, por ejemplo?

-¿Seguimos con la cursilería?

-A los gustos hay que dárselos en vida.

-¿Vos creés que un imbécil o un cascote pueden hacerme reír?

-Lo siento por mí, porque desde que estamos conversando apenas logre arrancarte una sonrisa.

-Puede que tengas razón…no sos el chico más divertido de la facultad.

-Puede ser, pero no sus la primera mujer que me lo dice…volvamos a la política

-Y si no queda otro remedio.

-¿Se van a presentar a estas elecciones?

-Todavía no lo sabemos. Yo creo que sí, aunque no todos piensan lo mismo. Pero antes de seguir avanzando te digo que no estoy en condiciones de responder nada, porque no lo consulté con los compañeros de la agrupación.

-O sea que me voy con  las manos vacías.

-No tanto, no tanto mi periodista preferido. Aunque no lo creas debo decirte que la materia “zapatos” la aprobaste con buenas notas.

– Viejos y deslustrados.

-No miramos lo mismo periodista. No se trata de zapatos lustrados con o sin cordones…es otra cosa.

-Juro que no te entiendo.

-No te hagás problemas; con todos los hombres me pasa lo mismo.

-Veo que a tu manera te estás divirtiendo.

-Y mucho. Te diría que desde que te sentaste a la mesa.

-¿Lo tomo como una esperanza?

-Yo no sería tan optimista. Pero si de esperanzas se trata, no seré yo la que te niegue ese derecho.

 

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