MARA Y PABLO

Con un café en la mano y algo de sueño después de estudiar casi hasta la madrugada acompañada de mate y cigarrillos, Mara Ocampo vaciló un instante pero finalmente se acercó a la mesa donde el periodista y estudiante de la facultad, Pablo Cerdán, tomaba su café con leche y renegaba con unos papeles que muy bien podrían ser apuntes tomados en un curso o borradores de alguna nota.

–¿Lo puedo acompañar señor periodista?- y Mara no pudo evitar cierto tono insinuante. Cerdán sonrió como si hubiera recibido una buena noticia, se paró, acercó una silla y corrió los papeles, el paquete de cigarrillos Particulares y el encendedor que estaba arriba de la mesa.

-Me gustan las compañías y, como la vieja canción, si son malas mejor.

El código estaba establecido. Esa manera de hablar y de entenderse diciendo exactamente lo opuesto a lo que se piensa. Y todo como jugando, jugando con el humor y algunas chispas de inteligencia. Mara tomó asiento, apoyó su pocillo de café e hizo un esfuerzo por no fumar otro cigarrillo. Cerdán la miró como preguntando el motivo, la causa de esa suerte de visita a su mesa.

-Te necesitamos Pablo- fue lo primero que dijo. Y ahora no sonreía. No era la manera más diplomática o correcta de dirigirse a un periodista, pero fueron las primeras palabras que le salieron.

-Si, te necesitamos…nos quieren cagar, saben que pueden perder la conducción del Centro y están haciendo todo lo posible para dejarnos afuera.

Pablo la escuchaba. A Mara le gustó la manera que tenía de escuchar, como animándola a hablar o como anticipándose cordialmente a lo que le estaba por decir. Eso fue lo que le pareció al menos, mientras se esforzaba por cumplir con la mayor eficacia posible con su inusitado e impensable rol de secretaria de prensa del flamante Partido Reformista, cargo que jamás en su vida hubiera creído que podría ejercer.

-Perdoname la ansiedad, pero estamos muy molestos. A Visconti lo proscribieron; están dando vueltas para convocar a la asamblea, quieren manejar a gusto y placer el padrón y convocar elecciones cuando se les dé la gana…

-¿Terminaste? Se lo dijo con tono divertido, agradable.

–No, no terminé, ni siquiera sé si empecé…pero queremos que esto que nos está pasando se conozca en la universidad, en las otras facultades, en la ciudad…estamos solos Pablo…o casi solos…la plata, las relaciones, los contactos, las influencias, el poder en definitiva lo tienen ellos.

-La prensa también está con ellos.

-No me digás.

-Si, te lo digo Mara. Kraus una o dos veces al mes almuerza o cena con el jefe de redacción del diario; no sé que algún compañero de ustedes haga algo parecido.

-No…nosotros de esas cosas no tenemos ni idea.

-Sin embargo, algo están aprendiendo, tu entrevista mañanera conmigo así parece demostrarlo.

-Te lo digo en confianza…ni a mí ni a los chicos de la agrupación ser nos hubiera ocurrido…son cosas de Martini…él nos dijo que hagamos prensa, que no nos encerremos…no debería contarte esto, pero te lo cuento…no soy una profesional en comunicación social.

-Mara, me parece perfecto lo que estás haciendo…conmigo no necesitás disculparte…veamos en todo caso lo que se puede hacer, porque en materia de periodismo como en materia política se hace lo que se puede, a veces un poco menos y los resultados son siempre inciertos.

Mara terminó el café y ahora si sacó un cigarrillo de la cartera y esperó que Pablo le diera fuego.

-¿Y que es lo que se puede hacer, según vos?

-Yo te digo lo que no se puede hacer. Primero: no se puede atacarlo públicamente a Kraus, salvo que haya pruebas consistentes, en su contra, cosa que no creo que ocurra. Tampoco se puede atacar a las autoridades dela facultad.

–Digamos que no se puede hacer casi nada.

-Mala conclusión compañera Mara- se lo dijo sin dejar de sonreír, como si hubiera estando esperando esas palabras- algo se puede hacer, pero enfocándolo desde otra perspectiva…en vez de criticar a quienes, según mi criterio se merecen ser criticados y algo más, lo que correspondería hacer, y esto es un consejo gratis que les doy, es lograr que los conozcan, ponderar sus propios aciertos y, sobre todo, presentarse en la universidad y en la ciudad como una agrupación seria y no una pandilla de perturbadores que es lo como los presenta el krausismo.

Mara lo escuchaba a Pablo y trataba de entender ese mundo para ella desconocido de relaciones, diplomacia, contactos, medias palabras, insinuaciones.

-Por ejemplo -continúa Pablo- a Visconti no le permiten liderar la lista, pero no está prohibido que sea de hecho el candidato.

-¿Cómo es eso?

-Sencillo. Hacer de cuenta que Visconti es efectivamente el candidato, que los estudiantes sepan que a la hora de votar el candidato es él aunque su nombre no esté en la lista…incluso preséntenlo como proscripto, que es víctima de una proscripción, las víctimas de cualquier oficialismo siempre despiertan adhesiones.

-Hay razones estatutarias que prohíben la candidatura de Visconti.

-Háganse los distraídos. Los estudiantes no conocen los estatutos; digan que los proscribieron y punto. No den explicaciones…como las mujeres cuando dejan a un novio.

La ultima frase la acompañó con un gesto que a Mara le resultó divertido. “Como las mujeres cuando dejan a un novio”. Mara recordó que cuando lo dejo al Negro Salcedo lo hizo sin palabras, sin gritos, con lágrimas tal vez, pero en silencio. Las palabras y los gritos llegaron después.

-Algo parecido nos dijo Martini -contestó para no salirse del tema estrictamente político

-Bien por ese zorro con más mañas que años…de eso se trata…de “vender” a Visconti y te aseguro por lo que conozco de esta facultad, que ese muchacho es un excelente producto de venta.

-No me gusta la palabra “vender”, no me gusta.

-Ponele otro nombre Mara, pero de eso se trata, de eso tratan las elecciones. Visconti tiene una gran llegada en los primeros cursos, los estudiantes veteranos lo respetan, a las chicas le gusta.

-Ya está el machista.

-Tengo defectos y muchos, pero no rengueo por ese lado. Fue una broma…a ver ese sentido del humor.

Mara sonrió como dando a entender que lo que acababa de decir no tenía importancia. Desde algún lugar de su cuerpo percibió que coqueteaba con Pablo, lo percibió y se sintió molesta.

-Concretamente te sugiero lo siguiente: preparen una gacetilla, bien escrita y de no más de media página diciendo quiénes son, qué se proponen hacer y porqué se debe confiar en ustedes. Repito: no más de media carilla, así que a no malgastar palabras…

-Esta tarde te la llevamos al diario.

-Perfecto. Paso segundo: una entrevista a Visconti; una entrevista con foto. Que no lo ataque a Kraus sino que hable de lo que quiere hacer en la facultad, que privilegie su juventud, los ideales de los más jóvenes. A los votantes la gente idealista a veces le cae bien.

-¿Así que no se puede decir que Kraus y sus alcahuetes son unos reverendos hijos de puta?

-No Mara –Pablo se ríe- eso no se puede decir, no conviene, pero además el diario no lo va a sacar.

-Entiendo todo Pablo, pero si uno en política no puede decir o gritar lo que es justo, ¿se puede saber para qué mierda hacemos política?

-Otros día lo conversamos, por ahora, ya que me pediste ayuda, haceme caso…creo que Martini te diría lo mismo que te digo yo.

-Mirá el ejemplo que me das.

-Mara…no es momento de pelearse con Kraus y encima pelearse con Martini.

Sabía que Pablo tenía razón, pero no podía dejar de decir lo que para ella era lo más importante. Se corrió con la mano un mechón de pelo que le caía sobre la frente, un gesto típico de ella cada vez que se ponía nerviosa.

-La entrevista a Visconti la puedo arreglar –explica Cerdán, porque habrá una entrevista a Martos…todo se desarrollará con impecable pluralismo y respetando escrupulosamernte la libertad de expresión.

Esto último lo dijo impostando la voz; Mara lo miró pero apartó la vista…descubrió que le costaba mucho dejar de mirarlo. Pablo fue hasta la barra y regresó con dos pocillos de café. Mara no se animó a rechazar la invitación, aunque  ya iba por el tercer café de la mañana.

 

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