El 25 de junio de 1974, el director del diario “El día”, David Kraiselburd, fue secuestrado en la ciudad de La Plata por un comando guerrillero. En el operativo participaron alrededor de veinte personas, movilizadas en cuatro o cinco autos. Los hechos ocurrieron en la intersección de la Diagonal 77 y las calles 2 y 49 y a una cuadra de la Jefatura de Policía. Eran las nueve y media de la mañana.
Los hechos ocurrieron en un país que desde hacía años se había habituado a la violencia, una violencia que para esa fecha se estaba acelerando peligrosamente. Una semana después del secuestro, el presidente Juan Domingo Perón se iba de este mundo dejando en el poder a Isabel.
En el velorio no se olía a incienso sino a pólvora. La muerte de Perón significaba una definitiva luz verde para que las diversas facciones del peronismo se aniquilaran alegremente entre ellas y en el camino aniquilaran las instituciones. Es lo que hicieron.
“El Día” es un diario histórico de la Argentina. Fue fundado el 2 de marzo de 1884 por Manuel Lainez, Arturo Ugalde, Martín Biedma y Julio Botet. En sus páginas escribieron personajes como Miguel Cané, Benito Lynch, Joaquín V. González y Rafael Hernández, entre otros. Años después la titularidad del diario la tuvo la familia Fascetta y a principios de los ’60 se sumó Kraiselburd.
Curiosamente, en esos años Kraiselburd no tuvo problemas con Firmenich, sino con Lastiri. En su interinato, este presidente de lujo que nos legó el peronismo, prohibió que las agencias extranjeras brindaran noticias a los diarios argentinos. Kraiselburd, junto con otros periodistas, resistieron este ataque a la libertad de prensa y crearon Noticias Argentinas. Lastiri se enojó mucho y profirió algunas de sus habituales amenazas. El guante no lo recogió las Tres A, sino Montoneros.
Kraiselburd estudió en el Colegio Nacional y el futuro enemigo del pueblo organizó en quinto año una huelga de estudiantes en solidaridad con Sacco y Vanzetti. Para esos años era conocido en La Plata por su militancia socialista, su identificación con la Reforma Universitaria y sus amistades con los anarquistas.
En 1928 -apenas un adolescente- empezó a trabajar en el diario El Día, donde hizo de todo: deportes, policiales, política, cultura. Hizo de todo y lo hizo bien. En 1932 se recibió de abogado y al poco tiempo obtuvo el título de profesor de historia. Ya mayor, siempre se jactaba de haber sido discípulo de Ezequiel Martínez Estrada, Sánchez Viamonte y Pedro Henriquez Ureña.
En 1936, David tomó una decisión importante en su vida. Se incorporó a las Brigadas Internacionales y viajó a España para pelear contra el fascismo. Durante casi tres años Kraiselburd -el futuro enemigo del pueblo- peleó con un fusil en la mano del lado de los republicanos, un mérito que sus verdugos futuros -simpatizantes algunos de ellos de la Falange- jamás podrán apreciar.
En 1966, Kraiselburd se opone al golpe de estado de Juan Carlos Onganía. ”El día”, es uno de los pocos diarios en el país que lo hace. La edición de esa jornada reproduce la proclama militar y la condena a la asonada perpetrada por las fuerzas armadas con el acuerdo de la burocracia sindical y el fascismo criollo. Tal vez con ese gesto el periodista estaba firmando su condena de muerte.
El secuestro y asesinato de Kraiselburd se inscribe en ese contexto de violencia, ajustes de cuentas y derramamientos de sangre inocente. A ese escenario macabro, se sumaba esa otra variante perversa de aquellos años: matar para exhibir poder interno. Es lo que hicieron con Rucci, lo que hicieron con Mor Roig y lo que hicieron con Kraiselburd. Ya no alcanzaba con matar a “enemigos del pueblo”, sino que ahora había que “tirar muertos” en la mesa para negociar.
El muerto podía ser cualquiera, lo importante era la condición de muerto. Es lo que ocurrió con Arturo Mor Roig, asesinado dos días antes que Kraiselburd en un comedor de la localidad bonaerense de San Justo. ¿Motivos? Haber sido Ministro del Interior de Lanusse. ¿Motivo real? Demostrarle al gobierno que en cualquier negociación política había que tenerlos en cuenta a ellos y no a Balbín.
Vamos a los detalles. El director del diario “El Día” estuvo secuestrado en una casa de la localidad bonaerense de Gonnet, ubicada en calle 501 entre 14 y 15. El 17 de julio un allanamiento policial provocó el desenlace trágico. Los guerrilleros se resistieron, uno de ellos murió; los otros huyeron, pero antes de hacerlo se ocuparon de asesinar a la víctima; ese placer no se lo iban a perder.
Cuando la policía ingresó a la casa, descubrieron que en el comedor había una carpa y en su interior un hombre muerto. Era David Kraiselburd. Tenía varios tiros en el cuerpo y en los brazos. El informe asegura que el periodista intentó protegerse con las manos de la impiedad de sus verdugos.
David Kraiselburd: periodista, judío, librepensador. Digamos que reunía los antecedentes morales y políticos para ser un enemigo de las bandas fascistas de derecha y de izquierda. Su militancia, su ideario liberal y progresista, sus preocupaciones intelectuales, le ponían los pelos de punta a los asesinos de Aramburu, Rucci y Mor Roig.