Los objetivos del oficialismo, los deberes de la oposición

Por Rogelio Alaniz

«Aplaudir a la bailarina por su gracia es a menudo la manera que tiene el público de ocultar su lujuria» Alvin Gouldner.

Si no hay alteraciones importantes en la economía, Kirchner será reelecto el año que viene. Que en lugar de él vaya su esposa no altera en lo fundamental esta suerte de pronóstico. Esta certeza satisface al gobierno, lo cual es previsible, pero también parece satisfacer a ciertos dirigentes opositores, lo cual no debería ser tan previsible.

Se sabe que el poder seduce, lo que se sabe menos es acerca de la suerte de los seducidos. Valga esta consideración para preguntarse sobre el destino de los dirigentes políticos no peronistas que pretenden sumarse a la propuesta del gobierno en nombre de una concertación semejante a la chilena.

Los que así piensan deberían saber que su integración al oficialismo es un negocio personal o un acto de adhesión, pero no tiene nada que ver con una concertación partidaria en donde los socios acuerdan programas, cargos y candidaturas con la expectativa real de que cada uno se fortalecerá colectivamente a través de ese acuerdo.

Deberían saber, también, que la propuesta de Kirchner no es original ni diferente de la que en diversas circunstancias históricas propuso el peronismo a sus socios. En 1946 o en 1973, el peronismo se constituyó con aliados. El partido Laborista y la UCR «Cruzada Renovadora» en 1946; el FREJULI en 1973. En ambos casos el peronismo ganó las elecciones, pero lo que se impuso fue el «movimiento»y no la concertación de partidos.

Hoy la propuesta de Kirchner se inscribe en esa tradición movimientista. En el caso que nos ocupa, el único que se beneficiaría sería el peronismo; la UCR o los socialistas como partidos correrían el peligro de la desintegración o la desaparición como fuerza política. Ya es un clásico de la historia argentina la tentación, en algunos casos la pulsión, de dirigentes no peronistas de sumarse al peronismo seducidos por su caudal electoral o por los beneficios que reparte desde el poder.

La experiencia histórica enseña que algunos dirigentes puede que hayan obtenido beneficios personales, pero desde el punto de vista político todos los que se acercaron al peronismo desaparecieron o quedaron reducidos a la mínima expresión. Desde la derecha a la izquierda, todos en algún momento pensaron que el problema de la relación con las masas pasaba por sumarse al peronismo y que a través de esa coartada se solucionaban lo que no habían sido capaces de solucionar desde sus partidos.

Algunos lo hacían pensando que le «ponían cerebro al elefante», otros directamente aspiraban a la migaja de un puesto y se transformaron en mangueros profesionales de cargos, pero lo cierto es que desde el punto de vista político los resultados fueron catastróficos: el pasaje al peronismo terminó siendo un pretexto para justificar su propia impotencia política y en algunos casos expresó la alineación ideológica de quienes más les hubiera valido afiliarse al peronismo que seguir medrando en sus orillas, aunque esa afiliación les hubiese significado abandonar los andrajos de una identidad partidaria perdida, devaluada y mercantilizada con cargos y buenos sueldos.

El MID, la Democracia Cristiana, la izquierda nacional, los troskistas con su famoso entrismo, los liberales de Alsogaray, los conservadores de Solano Lima, los socialistas, pueden dar testimonio de esta experiencia cuyo resultado fue la desaparición del partido y la desaparición en el mediano plazo de las perspectivas personales de los dirigentes que se sumaron a esa empresa.

Atendiendo a este contundente veredicto histórico, la pregunta que habría que hacerle a los radicales, socialistas o conservadores que hoy pretenden hacer lo mismo sería la siguiente: ¿Por qué suponen que esta vez será distinto? ¿Por qué la lánguida y excitada doncella cree que esta vez Drácula no le va a chupar la sangre?

Cada uno sabrá cómo responder a estas preguntas, pero atendiendo al estilo kirchnerista para resolver la relación con sus aliados, queda claro que en el mejor de los casos, la decisión de sumarse al oficialismo es una aventura personal cuyo destino puede ser un cargo público y un buen sueldo. Ese futuro puede seducir a pocos o muchos, pero eso no tiene nada que ver con los contenidos de una política opositora seria ni con la ética de un político que pretenda ser leal a las convicciones y tradiciones de su partido.

En síntesis: Kirchner puede tener las mejores intenciones de mundo, pero a lo que está convocando es a consolidar su liderazgo con la adhesión de desprendimientos de otros partidos. Esto podrá estar bien o mal, pero no tiene nada que ver con una concertación. Menem convocó a conservadores y liberales; Kirchner a radicales y socialistas. No hace falta ser un oráculo para saber que los que van a desaparecer son los aliados y lo que se fortalecerá será el oficialismo. Esta verdad los peronistas la conocen; sería deseable que la conozcan los flamantes seducidos para que después no derramen lágrimas, se sientan traicionados o se resignen a progresivos cargos menores y una futura jubilación como reconocimiento por los servicios prestados a la causa de Perón y Evita… o de Kirchner y Cristina, en este caso.

No sé si he sido claro: no cuestiono la estrategia de Kirchner, lo que cuestiono es la reiterada obstinación de ciertos dirigentes opositores de equivocarse o de tropezar con la misma piedra. Entiendo que el poder seduce, pero sería importante que estos dirigentes entiendan que el rasgo distintivo del poder en la Argentina es que no dura mucho. Entiendo que a veces no es cómoda la tarea opositora, pero supongo que nadie les habrá dicho cuando decidieron militar en política que la tarea era cómoda.

La Argentina es pluralista, no porque lo haya dicho Kirchner sino porque cualquier sociedad lo es. Habría que recordar que lo que importa no es el pluralismo social que existe hasta en la sociedad más primitiva, sino el pluralismo político que reclama una decisión de construcción política de tipo institucional que Kirchnner no hace o hace mal.

No hay pluralismo sin instituciones fuertes y sin partidos opositores fuertes. Cuando Kirchner habla de pluralismo no se sabe muy bien si se refiere a la Argentina o a su fuerza política. Creo que él tampoco sabe muy bien de qué está hablando. Lo que importa, más allá de sus especulaciones, es que una de las condiciones básicas del pluralismo es la presencia de una oposición con capacidad de control sobre los actos de gobierno y posibilidades de constituirse en alternativa cuando este gobierno, como todos los gobiernos del mundo, inicie su inevitable período de desgaste.

Una oposición sería debería constituirse sabiendo que es necesario disponer de una buena representación territorial, la adhesión de diferente sectores sociales y un programa de transformaciones que atienda las necesidades actuales de la sociedad y las correspondientes transformaciones institucionales, indispensables para asegurar el desarrollo y la equidad social.

No sé si la oposición debería organizarse alrededor de Lavagna. Lo que sé es que la mejor contribución que un partido o un ciudadano que no es peronista debe hacer a la Argentina es trabajar para constituir una oposición seria, inteligente, creíble, que reconozca lo que hay de bueno en el gobierno, pero que no pierda de vista que su objetivo es prepararse para hacerse cargo del poder cuando las circunstancias de la democracia así lo exijan.

Lo que sé es que hay que universalizar los servicios sociales para terminar con el clientelismo; lo que sé es que hay que reformar el Estado para asegurar más educación, mejores controles, más seguridad y reglas de juego más claras; lo que sé, también, es que Kirchner no está interesado en realizar esas tareas porque su poder se alimenta exactamente de lo contrario.

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