Elecciones, sociedad y política

Para las elecciones provinciales falta más de un año. Es mucho tiempo atendiendo a las mudanzas de la política criolla. Todas las especulaciones que se hagan sobre candidatos y resultados pueden ser desmentidas al otro día. Quien quiera conocer la estructura íntima de la realidad y del poder deberá prestar atención a las variables fuertes de la política, dejando de lado las anécdotas y los chismes que suelen ser los condimentos de la vida cotidiana. Distinguir lo principal de lo accesorio, es uno de los presupuestos de la sabiduría política.

Toda elección debería despertar en la sociedad expectativas favorables para su calidad de vida. Se presume que se vota para cambiar o para continuar, pero en todos los casos lo que está presente es la ilusión de un cambio positivo. Los contenidos de ese cambio son diversos y dependen de las coyunturas. Se sabe que en algunas circunstancias la gente vota sin esperanzas. Cuando esto ocurre el sistema político está atravesando por una crisis grave. Si las bajas expectativas dan cuenta de un problema serio en el sistema, las altas expectativas también pueden ser conflictivas, porque el posterior desengaño puede ser fuente de conflictos intensos.

Para que una democracia funcione desde el punto de vista político hacen falta algunos presupuestos. El primero es el respeto a las reglas electorales. Como en cualquier competencia, las reglas del juego deben estar claras para los contrincantes. Valga esta consideración para advertir sobre la tentación que domina a algunos dirigentes oficialistas de resucitar en variantes remozadas la ley de Lemas.

Toda elección debería dar lugar a un amplio debate sobre los temas centrales que preocupan a la sociedad: educación, salud, trabajo, seguridad, etc, etc. No se trata de decir lindas palabras, sino de proponer soluciones con los equipos de trabajo encargados de realizarlas. Ningún partido va a decir que está en contra de la educación o de la salud, pero lo que importa no es la repetición del lugar común, sino saber con qué recursos humanos cuenta un candidato para llevar adelante determinados objetivos.

Las elecciones incluyen una cuota importante de credibilidad. El contrato electoral no es un contrato jurídico, sino político. Los ciudadanos creen en ciertos candidatos. Las causas de esas creencias suelen ser complejas, y, aunque parezca obvio decirlo, gana el candidato que despierta más credibilidad. No hay ninguna fórmula que asegure esa credibilidad; lo que hay son condiciones más o menos favorables. La historia de un candidato, su ascendiente ético, su capacidad intelectual, son factores importantes, pero no exclusivos. También importa que esté respaldado por una fuerza política con capacidad de representación territorial. Un «hombre bueno» sin apoyo de estructuras partidarias, militantes, recursos económicos, no conquista el poder porque en principio ni siquiera puede hacerse conocer.

En la provincia de Santa Fe competirán el oficialismo y el Frente Progresista. La oposición ha definido un candidato: Hermes Binner, ex intendente de Rosario, en la actualidad diputado nacional, un hombre prestigiado por su gestión, respetado por su idoneidad moral y con una larga trayectoria política que se inicia en la adolescencia.

Binner es un candidato creíble, sus propuestas para resolver los problemas de la provincia son razonables y, además, se presenta como el candidato de la alternancia a un oficialismo que gobierna desde hace veinticinco años la provincia. Lo que habría que preguntarse es hasta dónde dispone de estructuras de poder para encarar la gestión en una provincia con particularidades regionales muy marcadas. También habría que preguntarse hasta dónde los vicios de la política tradicional: subsidios, punteros, clientelismo están presentes en esta coalición opositora.

Al respecto, importaría señalar que una oposición eficaz es aquella que es reconocida por la sociedad por su ascendiente moral capaz de renovar prácticas y combatir vicios políticos. La experiencia también enseña que oposiciones que se presentan como más de lo mismo logran que la sociedad vote al original y no a la copia.

El oficialismo aún no ha definido candidaturas. Se sabe que Reutemann ha dicho que no se va a presentar, pero en política la última palabra nunca está dicha. Los tres candidatos que aspiran a llegar a la Casa Gris son en lo personal hombres capaces, inteligentes, con buena formación política y sin prontuario. El más oficialista es Rossi, el más independiente es Perotti, el más ajeno a Santa Fe es Bielsa.

El peronismo es una fuerza política mayoritaria que en cualquier elección arranca con un piso de alrededor del treinta por ciento de los votos. La debilidad o las incoherencias del adversario o los imponderables de la política lo instalan inmediatamente como ganador. Así fue en las seis elecciones pasadas y no hay motivos para suponer que no pueda haber una séptima oportunidad.

Su flanco débil son los veinticinco años en el poder. Todo partido se desgasta después de gestiones tan prolongadas, y el peronismo santafesino no tiene por qué ser la excepción. La alternancia se sabe que es saludable para la democracia, pero lo que la oposición debe saber es que la alternancia no funciona automáticamente y que al poder no sólo hay que ambicionarlo, también hay que merecerlo.

El peronismo conoce sus propios puntos débiles, pero en política es posible transformar la debilidad en fortaleza. Los veinticinco años en el poder pueden ser vistos como un abuso de la estadística, al decir de Borges, pero también pueden ser exhibidos como una garantía de gobernabilidad. El peronismo se presenta ante la sociedad como el único partido capaz de gobernar. La sociedad puede creerle o no; hasta la fecha le ha creído y no está escrito que no le siga creyendo.

Habría que evaluar, por último, la gravitación de la política nacional en la provincia. Supongamos que para el año que viene Kirchner mantenga su actual aceptación social. ¿Beneficia al peronismo santafesino? Hoy la respuesta a esa pregunta no está clara. El sentido común indica que el presidente apoyará al peronismo local, pero hasta la fecha parecería que Binner no es el candidato que Kirchner quiere derrotar. Por su parte, a Binner tampoco le interesa enfrentarse con Kirchner.

Una elección es una disputa por el poder que pone en juego tácticas dirigidas a ganar la adhesión de los votantes. Las sociedades votan atendiendo a diferentes criterios relacionados con su inserción productiva, sus intereses regionales, sus expectativas culturales. Se supone que algún criterio racional termina imponiéndose, pero esto se supone, porque nadie ha probado que las sociedades elijan siempre lo mejor, entre otras cosas, porque no siempre los hombres son conscientes de sus verdaderos intereses.

Todo proceso electoral es un laboratorio que pone en movimiento intereses, pasiones, representaciones del mundo. En las elecciones se discute el poder de manera civilizada, pero también se discute la capacidad de liderazgo, un modelo de sociedad, la posibilidad cierta de aceptar el orden o reformarlo. La política es una de las actividades nobles de los hombres justamente porque permite deliberar sobre la vida colectiva y decidir no en nombre de la verdad, sino en nombre del esfuerzo humano siempre incompleto pero perfectible de mejorar la convivencia social.

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