Las lecciones del poder

El efecto más ruidoso de las elecciones en Misiones es el silencio de Kirchner. Para ser justos habría que decir que más que quedarse callado lo que ha hecho es cambiar de conversación. Para el presidente es como que las elecciones en Misiones no existieron y si existieron el resultado no es problema suyo.

En su momento el obispo Joaquín Piña le advirtió que se estaba equivocando. No escuchó, no hizo caso y los resultados están a la vista. Rovira perdió y no dispondrá de la reelección indefinida, pero el que perdió en serio fue Kirchner, al punto que puede decirse que esta derrota marca un antes y un después en la gestión de quien hasta la fecha siempre se había jactado de su condición de ganador.>

Lo más triste de todo es que la derrota fue por una causa innoble. Para un presidente cuyos seguidores aseguran que es progresista, no es un honor haber caído abrazado a Rovira y en defensa de vicios antirrepublicanos. No fueron los derechos humanos, la defensa de la soberanía nacional o la lucha por una sociedad más justa los motivos de la derrota. Por el contrario, Kirchner perdió por haberse identificado con lo más reaccionario y corrupto de la política nacional y por haber puesto los recursos del Estado al servicio de un gobernador que acomodó a toda su familia en el poder.>

Otra variante de análisis podría postular que en realidad el presidente no se equivocó en Misiones, que, por el contrario, hizo lo único que sabe hacer en estos casos. Podría agregarse -además- que su lealtad a Rovira es la misma que mantiene con otro impresentable de la política criolla como es el gobernador de Formosa, Gildo Insfran.>

Las afinidades ideológicas entre estos políticos peronistas son muy fuertes, más consistentes de lo que los kirchneristas progresistas están dispuestos a aceptar. No es verdad que Kirchner se jugó por Rovira en nombre de la amistad; ese argumento tanguero no funcionó a la hora de ser leal con el político al que le debe todo: Eduardo Duhalde. Kirchner se jugó por Rovira porque en ciertos aspectos institucionales piensan parecido.>

La elección de Misiones pone en tela de juicio la seriedad de las empresas encuestadoras. Kirchner consulta sus informes todos los días y cree en ellas al pie de la letra. Lo sucedido con Rovira le demuestra que no sólo se equivocaron con Rovira, sino que también se pueden estar equivocando con él. Uno de los motivos que sostiene la confianza presidencial es que el informe de estas empresas le aseguran que su nivel de aceptación social supera el sesenta por ciento. ¿Será así? ¿Hasta dónde es verdad y hasta dónde es un informe dibujado para agradar a quien les paga?>

Kirchner se equivocó en Misiones, pero también se equivocó en San Vicente, y sus reflejos fueron muy lentos cuando sus seguidores protagonizaron el incidente en el Hospital Francés. En un mes son muchas equivocaciones, demasiadas. Por este camino ningún presidente, no sólo Kirchner, puede pretender ser reelecto.>

Políticamente falta mucho para las elecciones del año que viene. De acá a octubre de 2007 pueden pasar muchas cosas, y el peor error del gobierno nacional sería creer que su popularidad es tan alta que haga lo que haga lo mismo la sociedad lo va a seguir apoyando. No fue así en Misiones, y de aquí en más no será así en ninguna parte, porque cada elección habrá que ganarla con buenas propuestas y liderazgos creíbles y cada decisión política habrá que meditarla evaluando todas sus consecuencias.>

Lo que vale para el presidente vale también para la oposición, es decir, para el conjunto del sistema político. Los dirigentes opositores no van a tener todos los días un obispo prestigiado como Piña para que dé la batalla en su nombre. La unidad política lograda en Misiones no tiene muchas probabilidades de repetirse en el orden nacional o en otras provincias. Si la oposición quiere ser tal deberá imaginar para cada situación escenarios creativos que en todos los casos reclamarán de liderazgos creíbles y propuestas políticas alternativas.>

A la hora de disputar el poder la política puede compararse a una batalla. En la pelea por el poder no siempre gana el más bueno o el más justo, por lo general gana el que logra a convencer a la sociedad de que su propuesta es la más justa o, a la inversa, la convence de que su adversario es la encarnación de lo más condenable.>

Los rumores políticos, por definición, duran poco: o se disipan en el aire o se transforman en verdades. En los mentideros políticos ha crecido el rumor de que atendiendo a los reveses de Kirchner, Reutemann podría ser su compañero de fórmula, porque se supone que su presencia en la fórmula tranquilizaría a los sectores medios y altos preocupados por el hipotético giro izquierdista o el color populista de este gobierno.>

La maniobra me recuerda -salvando las distancias- a la que perpetró Hipólito Yrigoyen en 1922, cuando «inventó» la candidatura de Alvear, que entonces vivía en París y en los ratos libres se ocupaba de sus tareas de embajador. Yrigoyen consideraba que para 1922 la relación del radicalismo con los sectores medios era mala y en algún punto, muy mala. La candidatura de Alvear apuntaba precisamente a neutralizar ese malestar. «Marcelo» de candidato, demostraría que el radicalismo no era la despreciable chusma, sino un partido serio y respetable.>

La maniobra dio muy buenos resultados. La UCR ganó las elecciones de 1922; las capas acomodadas de la sociedad estaban chochas con Alvear. Sólo en un punto se equivocó Yrigoyen -y sería deseable que Kirchner lo tenga en cuenta a la hora de tomar las decisiones-: Alvear demostró ser algo más que un apellido patricio y un conjunto de modales agradables a los ricos. A las pocas semanas de sentarse en el sillón de Rivadavia le probó a Yrigoyen que el presidente era él. Esas lecciones de la historia, Kirchner debe conocerlas antes de tomar una decisión o antes de que sea demasiado tarde.>

El juez federal de San Rafael está investigando la participación en el terrorismo de Estado de la señora Isabel Perón y sus principales colaboradores. No se sabe si estas actuaciones van a prosperar, lo que se sabe es que el terrorismo de Estado en la Argentina no se inició en 1976, sino que los primeros protagonistas de esta hazaña fueron los principales dirigentes del peronismo, entre los que se incluyen, nada más y nada menos, que la ex presidenta Isabel Perón y el ex ministro de Bienestar Social, José López Rega, dos funcionarios que llegaron a ese lugar no por su popularidad, sino por el apoyo incondicional de Perón.>

La tarea de aniquilar a la subversión la propuso en su momento el propio Perón, cuando en enero de 1974, con motivo del asalto del ERP a la guarnición militar de Azul, le escribió a los jefes militares una carta en la que entre otras consideraciones decía: «…el repudio unánime de la ciudadanía es lo que permitirá que el reducido número de psicópatas que van quedando sea exterminado sin piedad uno a uno…». Cecilia Pando hubiera adherido a esa líneas a libro cerrado.>

El informe del Partido Justicialista de entonces, dirigido por el senador jujeño Humberto Martiarena, proponía la delación y el exterminio de los infiltrados marxistas en el movimiento. La retórica era tan florida y elocuente que a Etchecolatz, Astiz o el Tigre Acosta les hubiera parecido excesiva, sobre todo si se tiene en cuenta que un año antes del informe de Martiarena era Perón el que le decía a la «juventud maravillosa» que si él fuera joven también sería guerrillero. Por esos arrebatos verbales los peronistas calificaban a Perón como un táctico genial.>

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