Kozak

Murió el 9 de agosto, hace apenas una semana. Afrontó las humillaciones de una enfermedad que no perdona con la misma entereza y curiosidad con que supo afrontar los desafíos de una vida intensa. Hablo de él porque en los últimos meses fue mi amigo, pero, en principio, porque fue el último gran dirigente estudiantil que produjo la reforma universitaria de 1918.

Abraham Kozak fue el mítico presidente de la Federación Universitaria de Córdoba entre 1964 y 1966. Oí hablar por primera vez de él años después. Otro amigo, Lorenzo Avalos, militante de Integralismo, chaqueño y peronista, me hablaba, en un bar de bulevar y San Lorenzo en donde no nos juntábamos precisamente para tomar agua, del Ruso Kozak, de su increíble carisma, de su presencia avasalladora.>

Avalos lo había conocido en Córdoba cuando militaban en veredas opuestas. Las diferencias no le impedían reconocer la admiración que despertaba ese caudillo estudiantil. Muy en particular recordaba una asamblea multitudinaria, no recuerdo si en Atenas o en la ciudad universitaria.>

El tumulto crecía, las consignas hacían vibrar las paredes del inmenso salón. De pronto todos se callaron la boca. Kozak se había subido a la tarima. Algunos intentaron reanudar los cánticos, pero un gesto suyo los detuvo. Después llegaron las palabras: «¿Preguntan donde está la FUC? ¿qué hizo la FUC? ¿quién es la FUC? Les respondo: íYo soy la FUC!, ustedes me conocen, cada uno de ustedes me conoce…». Como me decía otro testigo de esa asamblea: «Contarlo no alcanza… si lo hubieras oído… si lo hubieras visto… «.>

Una amiga, que en algún momento fue algo más que una amiga, me dijo: «Era hermoso, imponente, un Dios rubio…». Las mujeres, y las mujeres enamoradas, son exageradas… pero de todos modos…>

Avalos, que era un negrito inteligente, pícaro y ducho en las roscas universitarias siempre decía que en su vida, ni antes ni después, había visto un caso semejante, un caso en el que un dirigente con su exclusiva presencia diera vuelta una asamblea.>

Es que Kozak en las asambleas era imbatible, como era imbatible en las urnas o polemizando en el Consejo Superior de la Universidad, en un tiempo en que los dirigentes estudiantiles se jactaban de su saber con la misma pasión con que hoy los ultraizquierdistas se jactan de su ignorancia.>

No exagero si digo que Kozak como dirigente estudiantil fue un digno heredero de ese linaje de dirigentes estudiantiles que supo dar la reforma universitaria y cuyos exponentes más destacados fueron, entre otros, Deodoro Roca y Guillermo Estévez Boero. Hoy más que nunca importa hablar de aquellos dirigentes, de aquellos muchachos que supieron conjugar la inteligencia con la rebeldía, la lucidez con el coraje, la pasión con la templanza.>

Puede que hayan sido el producto de una época, pero atendiendo al panorama desolador de los tiempos que corren interesa reivindicar hoy a un dirigente como Kozak y a un tiempo del movimiento estudiantil cuando la inteligencia, la cultura y el coraje valían, cuando la militancia era compromiso y no renta y cuando a la universidad se la defendía con orgullo porque se sabía que había sido construida con esfuerzo y sus tesoros materiales y espirituales no podían ser despilfarrados o degradados. (El periodista Eliaschev señala que el malón troskista y maoísta que invadió el Consejo Superior de la UBA la semana pasada destrozó butacas, quemó alfombras, rompió cortinados).>

Nunca conviene generalizar, pero no deja de ser lastimoso el espectáculo de activistas estudiantiles rentados, que han transformado la rebeldía estudiantil en resentimiento faccioso, la lucidez en vulgaridad y los afanes de cambio y progreso en nihilismo cultural orillando con el fascismo político. Troskistas que no han leído a Trotsky, marxistas que ignoran a Marx, activistas que insultan la inteligencia, revolucionarios degradados en despreciables patoteros…>

Kozak fue otra cosa, los dirigentes estudiantiles de entonces eran otra cosa. Reformista, siempre adhirió a los ideales de la izquierda democrática. Jamás fue seducido por los cantos de sirena de la violencia en clave izquierdista o fascista.>

Como abogado se distinguió por la defensa de los presos políticos. Siempre aclaró que no compartía los ideales de sus defendidos, pero compartía los ideales del Estado de derecho. Fascistas y comunistas lo impugnaban por judío, por demócrata, porque no se ataba a dogmas, porque por sobre todas las cosas era un hombre libre, un hombre que rehuía la tentación de reducir su vida a una exclusiva pasión.>

Su audacia la pagó con cárcel y exilio. Yo lo conocí muchos años después. Fue mi amigo Américo Tatian quien me lo presentó en Buenos Aires. El hombre se parecía a su leyenda. Apenas lo conocí supe por qué aquel estudiante de mi pueblo me decía que quedó impresionado aquella mañana de 1965 cuando Kozak ingresó al curso y les dio la bienvenida: «Era un príncipe…», me decía, recordando su estampa, el tono de su voz, la manera de caminar, de mover las manos…».>

Diría que el rasgo más distintivo de su persona era su vitalidad desbordante; no importa lo que dijera, o si tenía o no razón, lo que importaba era esa capacidad para otorgarle hasta el episodio más trivial una importancia singular, distintiva, que resultaba atractiva sólo porque él lo decía. Avejentado, enfermo, seguía siendo el dirigente juvenil que seducía no tanto por sus ideas, que siempre eran originales, creativas, como por esa capacidad casi magnética de convencernos de que lo que él hacía siempre era lo que a cada uno de nosotros nos hubiera gustado hacer.>

Socialista, liberal, podía permitirse las heterodoxias más audaces porque en todas las circunstancias siempre era el mismo. Uno de mis grandes orgullos es haber sido considerado su amigo, una palabra que no regalaba y una expresión que para él era muy importante, tal vez la más importante.>

Su agonía fue breve, en los últimos días hablaba entre sueños y nombraba a sus amigos queridos, y a Cirenia, la mujer que amaba y que lo acompañó hasta el último día. Kozak ha muerto y su ausencia hace más intensa la nostalgia de un tiempo que sin duda fueron nuestros años felices. Es probable que la universidad y la juventud que entonces poblaba sus aulas, hoy no existan porque el país y el mundo que los contuvieron ya no existe. Sin embargo, no podemos permitirnos ceder al fatalismo de que todo será peor o al anacronismo de que entonces todo fue mejor. Esforzarse por arrancarle a la tradición aquello que palpita como un valor, como una esperanza o como una trasgresión es el gran desafío. El nombre de Kozak es esa esperanza, ese desafío, esa transgresión.>

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *