De la redención de la Señora a la esperanza del cambio

La pedagogía del Papa, sus buenas intenciones redentoras, parecerían que no funcionan con la Señora o no producen los resultados esperados. Asombroso y conmovedor. La Señora sale del Vaticano, cambia su atuendo casto por tonos glamorosos y sin que se le altere un músculo de la cara declara que la pobreza en la Argentina apenas llega al cinco por ciento. “Más mentirosa que Pinocho”, diría el amigo de mi tío.

Veamos si no. Las informaciones más moderadas, incluso aquellas provenientes de algunos economistas cercanos al oficialismo, multiplican por cinco los números lanzados graciosamente por la Señora a los crédulos, apacibles y sonrosados funcionarios de la FAO. Daniel Arroyo, que alguna vez abrevó en las aguas turbias del kirchnerismo, admite que la pobreza supera el veinticinco por ciento, el trabajo informal llega al treinta y cuatro por ciento y los jóvenes que no estudian ni trabajan suman alrededor de un millón y medio de personas.

Pero Ella, muy suelta de cuerpo, dijo que andábamos debajo del cinco por ciento, lo cual, dicho sea de paso, representa una cifra aproximada a los dos millones de personas, números que tampoco se compadecen con la alborotada publicidad de los defensores de la causa nacional y popular. Digamos que, en términos criollos, la Señora cantó envido con un cuatro de copas, pero como para demostrar que en esta patriada nadie arruga, al señor Aníbal Fernández no se le ocurrió nada mejor que decir que en Alemania la pobreza es superior a la de la Argentina. Si vamos a mentir, vamos hacerlo a lo grande, habrá pensado el hombre que pretende ser gobernador de la provincia de Buenos Aires y para ello exhibe un prontuario que transforma a Herminio Iglesias en un tierno y pudoroso monaguillo de parroquia.

No conozco mucho de religión, pero si mal no recuerdo el cura de mi pueblo me dijo una vez que el octavo mandamiento prohíbe levantar falso testimonio y mentir. También me dijo que la mentira, si lesionaba las virtudes de la justicia y la caridad dejaba de ser un pecado venial para transformarse en un pecado mortal. Dicho con otras palabras, y atendiendo a la gravedad de las faltas cometidas, la Señora está más cerca del horno que del Paraíso, aunque siempre queda pendiente la posibilidad de que Dios no exista y que el infierno sea un invento de los mayores para asustar a los chicos.

Si al pecado de la mentira le sumamos otros dos mandamientos, el séptimo y el décimo, empezamos a entender el porqué de los afanes del Papa de recibirla con una frecuencia superior a la de cualquier otro jefe de Estado. Es más, tal como se presentan las cosas, y si efectivamente lo que Francisco se propone es salvar el alma de su oveja descarriada, no sería exagerado proponer que la reciba todos los días. Miente mucho, pero además multiplica. No multiplica panes y peces, pero multiplica su fortuna. Desde 2003 a la fecha, lo hizo treinta y dos veces. Admirable y atrevida. Aunque habría que preguntarse qué relación existe entre ese afán lujurioso por la riqueza y el lujo con la prédica monacal del Papa a favor de la pobreza y la modestia.

Mientras la Señora jugaba sus partidas de truco en algunas capitales del mundo, en la Argentina los dirigentes sindicales declaraban un paro contra el impuesto a las ganancias y por mayores aumentos de sueldos. Estamos tan acostumbrados a todo que nada nos llama la atención. Ni los piquetes, ni ciertos personajes sindicales de cuya presencia política nunca nos queda del todo claro si constituye una amenaza para el régimen de los Kirchner o una advertencia para el gobierno que viene.

El gobierno que viene. La disputa se dará entre Macri y Scioli. No parecen ser muy diferentes. En otros tiempos, se hubiera dicho que eran de derecha, pero ahora corresponde decir que son moderados. Ni uno ni otro proponen modelos sociales diferentes. Dicen creer en la democracia, en la propiedad privada y en hábitos políticos acuerdistas. Sus personalidades y sus anclajes de clase son parecidos, pero se diferencian por el contexto político en el que les toca actuar y las expectativas que despiertan entre sus seguidores.

¿Y Massa? Bien y gracias. Después de las deserciones de los intendentes bonaerenses, después del anuncio de algunos de sus espónsores acerca de que no están dispuestos a poner plata por una causa perdida, el hombre decidió continuar en carrera. Admirable o temerario. Sus posibilidades de continuar compitiendo son difíciles y sus chances para ganar son imposibles, por no decir nulas. ¿Por qué se presenta? Tal vez porque no quiera dar el brazo a torcer; tal vez porque se tenga fe y crea que los hombres de temple se ponen a prueba en las circunstancias difíciles; tal vez porque quiere hacerle daño a Macri, el dirigente que no sólo se dio el lujo de rechazarlo, sino que tuvo la osadía de proponerle que se quedara en su casa tomando mate con su esposa y viendo televisión con sus hijos.

Scioli se presenta como la continuidad del kirchnerismo. Carta Abierta no le cree y los chicos de la Cámpora se preguntan si con él van a seguir cobrando los sueldos que ahora les dispensa la Señora. Algunos dicen que si Scioli gana, al otro día le hará a la Señora lo mismo que Ella y Él le hicieron a Duhalde. Puede ser, pero la veo difícil. Scioli no es tonto ni débil de carácter, pero sospecho que no tiene la garra pendenciera de los Kirchner. Además, Duhalde no contó con la falange de seguidores incondicionales que dispondrá la Señora cuando baje al llano.

Si gana Macri efectivamente habrá un cambio. El cambio será en primer lugar de orden histórico y político. En principio, una coalición política no peronista derrotará a una de las versiones más extremas del populismo. Macristas, radicales, seguidores de Lilita Carrió se harán cargo del gobierno con el compromiso de instalar en el Estado y en la política los principios y las prácticas republicanas.

La nueva experiencia política merece ese nombre por la presencia de un partido diferenciado de los tradicionales. A ella, se suma la emergencia de un liderazgo nuevo. La experiencia dirá si efectivamente lo que pretende presentarse como el paradigma del cambio, logra su cometido. Por lo pronto, importa tener presente que el cambio podrá ser más o menos acelerado, pero para merecer ese nombre deberá hacer realidad los principios republicanos como punto de partida para una nueva cultura política y un orden económico distanciado de los excesos del neoliberalismo y la irresponsabilidad facciosa del populismo.

¿Dejarán los kirchneristas gobernar a Scioli? ¿le permitirán consolidarse a Macri? Si por ellos fuera, el objetivo será hacerles la vida imposible. A uno, por no representar los principios del modelo nacional y popular; y al otro, por encarnar los vicios de la derecha liberal, gorila y antipopular.

¿Cómo conjurar el sabotaje que se prepara a la luz del día? En principio, haciendo las cosas bien. Y hacer las cosas bien incluye, además de respuestas responsables a las demandas económicas y sociales, desenmascarar al kirchnerismo como una versión corrupta y facciosa de la política, un experimento de poder con pretensiones hegemónicas y autoritarias y un relato en el que el elogio de “divisas ya desmerecidas” no fue más que el pretexto para enriquecer a una troupe política. El nuevo gobierno deberá tener presente que si el juicio a los militares fue, además de un acto de justicia, una iniciativa orientada a descabezarlos como alternativa de poder, algo parecido se impondrá hacer con quienes desde el poder han robado escandalosamente.

¿Será para tanto? Claro que lo es. De la corrupción menemista, que fue grande y desfachatada, se pasó a la cleptocracia kirchnerista. Como se podrá apreciar, en temas como éstos el peronismo siempre se supera a sí mismo. Quienes pensamos que después del menemismo no había margen para robar desde el poder en la misma escala, descubrimos con estupor y asombro que el kircherismo es una etapa superior y que comparado con los beneficiarios de la causa K, Menem y sus codiciosos seguidores no son más que anacrónicos y patéticos pungas.

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