De las elecciones de Santa Fe, la única certeza que tenemos es que el nuevo gobernador se llamará Miguel. Lo demás dependerá del escrutinio definitivo… De acuerdo con los datos que guardo en mi memoria, nunca una elección fue tan reñida. Después están las picardías. De un lado y del otro. Supongo que en estos pagos son inevitables. Después de todo, estamos tratando con políticos, no con monjes de clausura. ¿Está bien? Creo que no, pero así son las cosas. Además, no es aconsejable criticar la picardía. En la Argentina, es como criticar a Carlos Gardel, Ceferino Namuncurá y el gol de Maradona con la mano.
Mientras en el Tribunal Electoral se contaban los votos de la provincia, se supo que Carlos Zannini fue designado candidato a vicepresidente de Daniel Scioli. ¿Qué se puede decir? En principio, que la noticia fue importante, pero previsible. Desde hacía rato se venía diciendo que el compañero de Scioli sería un kirchnerista de paladar negro. Se habló de Máximo y de Alicia Kirchner. Finalmente, fue Zannini. ¿Dónde está la sorpresa? Además, puesto a elegir con un revólver en el pecho entre Zannini y Máximo, me quedo con Zannini.
Si le vamos a creer a los rumores, el señor Randazzo se enojó mucho por una decisión de la que se enteró por los diarios. Creo que no es para tanto. Randazzo no es nuevo en el peronismo y, por lo tanto, debería saber cómo son los procedimientos en el partido donde los socios se tratan de compañeros, festejan el Día de la Lealtad y compiten entre ellos para ver quién es más alcahuete con el poder de turno. Convengamos por otra parte, que Randazzo no tenía ninguna posibilidad competitiva. Ninguna. Sus únicas novedades durante su breve campaña fueron los ataques a Scioli, ataques que ni los opositores más encarnizados le habían hecho. Fiel al estilo peronista del cual ahora se queja, hasta se dio el lujo de burlarse de Scioli por ser manco. La chicana tuvo como coro espiritual las risotadas de los exquisitos intelectuales de Carta Abierta, los mismos que ahora aplauden la designación de Zannini y admiten que Scioli es el mejor candidato de la causa nacional y popular. ¿Intelectuales? Intelectuales peronistas habría que decir para ser más precisos.
Zannini candidato demuestra que la Señora quiere controlar al posible gobierno de Scioli. Nada nuevo bajo el sol. La candidatura es importante para resolver la interna peronista y tranquilizar los escrúpulos de los K más ortodoxos. También para conjurar el temor que desvela a la Señora: los juicios que la esperan en Comodoro Py, y no precisamente por ser una luchadora social.
¿Fue buena la designación de Zannini? Fue previsible. De todos modos, convengamos que hasta la fecha la Señora no se ha distinguido por ser muy sabia a la hora de designar vicepresidentes. ¿Por qué lo sería ahora? No lo sé. Lo que sí sé, es que históricamente el poder de los vicepresidentes ha sido muy reducido. Sarmiento, por ejemplo, lo tuvo a Adolfo Alsina, un señor que era mucho más importante y tenía muchos más votos que Zannini. Sin embargo, como pronosticara el sanjuanino, a Alsina no le quedó otra alternativa que resignarse a tocar la campanilla que daba inicios a la sesión de la Cámara de Senadores. Como para despejar malentendidos, habría que decir, por último, que Zannini no es Alsina y Scioli está muy pero muy lejos de compararse con Sarmiento.
Hacia la sociedad, el nombre de Zannini no tiene ninguna relevancia. Ni lo conocen ni tiene votos. En un país acostumbrado a los halagos livianos, no faltaron voces ponderando las condiciones de genialidad política de la Señora. Por supuesto, no lo comparto. Los peronistas no encumbran genios, instalan pícaros y autoritarios. Así lo era Menem y así son los Kirchner. Ambición de poder, viveza criolla y un toque desenfadado de inescrupulosidad constituyen la fórmula exitosa programada por el manual del buen peronista.
Si por un rato deponemos el tono festivo, observaremos que la designación de Zannini más que una victoria fue una confesión de impotencia, la impotencia de saber que el kirchnerismo en su versión Calafate no tiene un candidato con votos. ¿Quieren saber lo que piensan los K del gobernador de la provincia de Buenos Aires? Repasen los recientes insultos de Randazzo, insultos dictados por Zannini y la Señora. Vendepatria, agente de Magnetto, neoliberal, menemista descarado, enemigo del pueblo. Esto es lo que han dicho públicamente, porque lo que piensan es un poco peor.
¿Esto quiere decir que Scioli es un infiltrado de la derecha neoliberal en las aguerridas y bizarras filas nacionales y populares? Dejemos para los amigos de las teorías conspirativas esa conclusión. Scioli es lo que es, es decir, un kirchnerista por necesidad y vocación de poder. Bien mirado, tal vez no es casualidad que sea el candidato K que obtenga más preferencias populares. Scioli líder de la causa K confirmaría de una manera algo irónica, algo sórdida, el carácter farsesco del kirchnerismo, la fenomenal impostura fabricada por los cerebros del Calafate, impostura consistente en presentarse como nacionales y populares cuando su realidad de todos los días está más cerca de la cleptocracia que de la liberación nacional y social.
Mauricio Macri designó a Gabiela Michetti como compañera de fórmula. Fue una buena decisión. Michetti tiene imagen y votos. Habrá que ver si una fórmula exclusivamente porteña no genera suspicacias. Mientras tanto, corresponde destacar el gesto de Macri de designar a la dirigente que lo contradijo en la ciudad de Buenos Aires. Un gesto de este tipo sería impensable en ese nudo de recelos, rencores y resentimientos que distingue a la psicología de la Señora.
El PRO marcha a las elecciones con una buena fórmula, es decir, va con los mejores dirigentes de su partido. Creo que se equivocan en rechazar un acuerdo político más amplio. No pretendo discutir con Durán Barba, pero intento ser práctico como a él le gusta: si en la provincia de Santa Fe ese acuerdo hubiera funcionado, Del Sel habría ganado la gobernación sin demasiados sobresaltos. ¿Qué sería de los santafesinos con Del Sel gobernador? Ése es otro tema. Por lo pronto, si en Santa Fe la soledad produjo estos inconvenientes, ¿qué pensar de una soledad mucho más intensa como la que plantea la provincia de Buenos Aires?
Se dice que la elección se polarizará entre Macri y Scioli. Es muy posible. Scioli será presentado como la expresión real del cristinismo; y Macri, como el retorno salvaje al neoliberalismo de los años noventa. Es muy probable que estas consignas se instalen en el electorado, pero esto no quiere decir que sean verdaderas.
Macri no es el retorno a los noventa. Es otra cosa, si se quiere un liberalismo que se hace cargo del fracaso del neoliberalismo de los noventa. Y Scioli tampoco es el cristinismo. Es verdad que aceptó todas sus exigencias, pero para Scioli, el objetivo es llegar al sillón de Rivadavia a cualquier precio. ¿Esto quiere decir que va a ser un títere de los K de paladar negro? No lo creo. Y el que tenga alguna duda que consulte con Mariotto, que también fue designado para cumplir la misma tarea que ahora se le encarga a Zannini.
Tampoco creo que al otro día de asumir el poder, Scioli pueda revelarse como un antikirchnerista rabioso. No es su estilo. Los cambios serán graduales, lentos, a veces contradictorios, pero al final del recorrido me temo que habrá más sciolismo que kirchnerismo. A los amigos de las asociaciones históricas les diría que, con las previsibles diferencias del caso, Scioli encarnaría algo así como un alvearismo K. También en 1922 don Hipólito le puso a Alvear un vicepresidente que era un yrigoyenista de paladar negro, como fue Elpidio González. Sin embargo, contra todos los pronósticos acerca del niño bien perezoso y frívolo, Alvear demostró que el presidente iba a ser él, y no Yrigoyen desde las sombras.
La historia tiene final abierto. De acá a octubre, pueden pasar muchas cosas, pero no tantas. Lo más probable, entonces, es que la disputa por el poder se dará entre Macri y Scioli. Como se dice en estos casos, las apuestas ya están disponibles. Hagan juego señores.