Una semana movida

Se cumplieron veintiún años del atentado terrorista de la Amia y la impunidad persiste, rigurosa, implacable, idéntica a sí misma. Funcionarios del gobierno nacional decidieron no asistir al acto organizado por los familiares para ahorrarse el mal momento de los silbidos y algún que otro insulto. Prudentes, pero no valientes. Es que este gobierno ha hecho del recurso de no dar la cara una marca registrada. Como esos amigos fayutos que están en las buenas pero se borran en las malas, el gobierno K aparece en público a la hora de las felicitaciones y los aplausos, aunque no bien comienza a agitarse una brisa, se borran, se refugian en Puerto Madero o Calafate, pero en el lugar que corresponde estar, brillan por su ausencia. Así, lo hicieron en Cromañón, Once y Amia.

El populismo en versión siglo XXI sólo sirve para cuando sopla viento a favor. Su estilo político repudia los contratiempos y las adversidades. Con gobiernos como éstos, las sociedades están indefensas, porque a los buenos gobiernos se los juzga por lo que son capaces de hacer en las situaciones bravas y no cuando todo pinta lindo. ¿Ustedes se imaginan a los K en Londres en 1940, cuando los aviones de Hitler lanzaban bombas sobre la ciudad? Yo no.

Como las lagunas conceptuales en materia política de la Señora son evidentes, hay declaraciones de ella que las dejamos pasar por considerar que las exigencias no son justas. Hace unos días por ejemplo- hizo declaraciones acerca de la comunidad judía que sin ningún reparo hubieran suscripto los militantes de Tradición, Familia y Propiedad o los soldados de Tacuara y Guardia Restauradora Nacionalista. Se dice en estos casos, que la Señora no es judeofóbica, pero hace declaraciones judeofóbicas. ¡Cuánta sutileza! Ni ella es capaz de apreciar esa singular distinción que pretende diferenciarla de Beccar Varela y el padre Ezcurra.

Es que cada vez que la Señora debe improvisar una respuesta sin el respaldo de sus apuntadores, las palabras que se le escapan oscilan entre los prejuicios más rancios de derecha con la tilinguería más cursi y coqueta. Después, vienen los comedidos y emprolijan la cosa, pero a veces llegan tarde o no hay maquillaje que alcance para disimular las barrabasadas que le brotan espontáneamente.

Un ejemplo elocuente lo brindó en la entrevista con el periodista del New Yorker, Dexter Filkins. Un colega comparó el comportamiento insinuante y sensual de la Señora con el de Vicki Zipolitakis. Yo preferiría no ser tan despiadado. Me alcanza con saber que jamás Bachelet o Roussef se hubieran tomado esas licencias o hubieran practicado ese juego pueril de seducción y narcisismo en una entrevista donde el tema era la política y, en particular, lo que sucedió con Nisman.

Lo admirable en esta mujer es que con recursos intelectuales y políticos tan modestos haya llegado a ser presidente de los argentinos en dos oportunidades, lo cual, según se mire, no deja de ser una noticia alentadora, ya que está visto que al sillón de Rivadavia se puede arribar sin cumplir con demasiadas exigencias. Algo parecido ocurría con Menem en su momento. ¿Cómo pudo ser posible -me preguntaba entonces- que un personaje salido de la picaresca y el grotesco haya seducido a los habitantes de un país como la Argentina, país que se jacta de ser el más culto de América Latina? ¿Cómo pudo ser posible? ¿Qué fuerza secreta, qué impulso vital negativo nos arrastra a los argentinos a preferir lo peor? Hay que creer que seguramente este país dispone de un infinito depósito de virtudes secretas para sobrevivir a semejantes calamidades. Nos equivocamos, persistimos en el error, pero como los personajes del Discreto encanto de la burguesía, de Buñuel, seguimos caminando en la intemperie sin perder los modales y la certeza de que marchamos hacia alguna dirección.

Esta semana, la Señora jugó algunas de sus cartas más bravas. Su instinto le informó que estaba en peligro, que existía la posibilidad cierta de un allanamiento a sus posesiones patagónicas. Como Corleone o, para ser más localista, como la señora Agatha Galiffi, actuó en consecuencia, porque todo puede llegar a tolerarse, menos que se metan con la familia. La molestia en este caso, el factor perturbador se llamaba Claudio Bonadio. Una o dos órdenes discretas y hoy Bonadio no molesta más. Conociendo el paño, el juez advirtió que si por casualidad lo encontraban muerto que buscaran al asesino, porque él no tiene la costumbre de suicidarse. Hombre prudente. Se cuida las espaldas y al mismo tiempo nos recuerda a todos que la muerte de Nisman continúa impune.

O sea que la Señora en menos de dos semanas logró que no la fastidien con el Memorándum firmado por Timerman con el gobierno de Irán, y que la liberen de la molestia de investigar a su familia: hijo, sobrinas, cuñada, amigos y compadres. No es justo, anunció, que la sometan a esas exigencias, precisamente a Ella, que si juntó algunos pesitos de más lo hizo porque es una abogada exitosa. ¡Abogada exitosa! Excelentes palabras en boca de quien sus seguidores le atribuyen ser la abanderada de la causa nacional y popular. María Julia Alsogaray no lo hubiera hecho con tanto gracejo. Dicho sea al pasar, el señor Menem fue el primero que empezó a usar ese giro. Como le gustaba decir a Guido Di Tella: “Nos copian todo”. Daniel Scioli, Aníbal Fernández y Oscar Parrili algo saben de estos menesteres.

Es comprensible. La Señora no quiere terminar como María Julia Alsogaray. Ese lugar le corresponde a Amado Boudou. Todos los pasos de la Señora apuntan a garantizar que no la fastidien después de dejar el poder. Su estrategia defensiva hace recordar más a un culpable que a un inocente. Los argumentos a favor de su inocencia me recuerdan a los de Jorge Mangeri y la estrategia de sus defensores están a la altura del talento de Pierri o Burlando.

¡Qué le vamos a hacer! Es el país que nos tocó en gracia, incluyendo el premio mayor: el peronismo. No nos queda otra alternativa que resignarnos a convivir con todas estas fatalidades como se convive con un defecto o un error irreparable. Bien sabemos que la sabiduría aconseja en estos casos a no quejarse de las desgracias, sino acostumbrarse a ellas con la esperanza de que con suerte y viento a favor las vayamos superando para que nuestros nietos no las tengan que padecer como las padecimos nosotros.

Mal que bien, es posible que alguna vez salgamos del pantano populista. Quiero creerlo, pero tengo mis razonables dudas. Por lo pronto, en las elecciones de este año tan importante como el candidato que vayamos a elegir es la certeza de que Ella se va y, si no somos masoquistas, se va para no volver. Gane Macri o Scioli, el gobierno que viene será de transición. ¿Transición a qué? Esperemos que hacia un país más previsible, más cuerdo, más institucionalizado, menos anómico, menos autoritario, menos populista. Toda ilusión está permitida.

Scioli y Macri se parecen mucho, pero las fuerzas que los respaldan no son las mismas. No sé si Scioli será la continuidad o Macri el cambio. Y no lo sé, porque hasta ahora no parece estar muy explicitado qué quiere decir continuidad o cambio. Sí, puedo asegurar que los Kirchner se van y eso es una muy buena noticia. Después habrá que ver si estamos a la altura de una transición que haga posible mejores niveles de representatividad, mejor calidad republicana y más federalismo, federalismo político y fiscal, se entiende.

Como muy bien se ocupara en recordarnos la Señora, el próximo gobierno ya no tendrá merodeando en las inmediaciones al europeizante y genocida de Cristóbal Colón, sino a Juana Azurduy. Hizo falta que el señor Hugo Chávez la pusiera al tanto de las últimas novedades para que la Señora saliera dócil y sumisa a cumplir con su deber. ¿Sabrá esta chica quién fue Juana Azurduy? ¿Sabrá -por ejemplo- que esta guerrera de la independencia nació rica y murió pobre? Pobre Juana, pobre Colón. Tan lejos de la historia y tan cerca de Chávez y de Ella.

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