De la causa federal a Pato Donald

—Ahora se la agarran con el Pato Donald -comenta Marcial- ni los dibujos animados tienen paz con la Señora.

José que acaba de llegar y pedir un café ataja el pelotazo sin sentarse:

—Se trata de un pato imperialista. Como muy bien lo probó el ensayista chileno Ariel Dorfman en su libro “Para leer el Pato Donald”.

—El libro -digo- me parece que está un poco desactualizado, pero así y todo, apuesto doble contra sencillo que la compañera Jefa no tiene idea de la existencia de ese libro. No lo leyó y si lo leyera no lo entendería.

—Siempre subestimando a la compañera. Lo mismo hicieron con Evita.

—Y lo mismo hicimos con Isabel -agrega Abel-, no tenemos la culpa por las mujeres que los peronistas nos presenten.

—Tengan paciencia -suspira José-, nos vamos dentro de una semana y ustedes se harán cargo del poder y se van a terminar todos los problemas.

—Te equivocás -observa Marcial- cuando ustedes se vayan los problemas recién empiezan.

—Una linda excusa para justificarse o lavarse las manos.

—No es una excusa -digo- es una fatalidad, dejan el país en ruinas.

—No es así. No hay deuda y hay empleo.

—Lo de la deuda está por verse -observa Abel- pero con respecto al empleo cualquier país puede presentar cifras parecidas si sumamos al empleo en negro y la asistencia social.

—Pero lo grave -agrega Marcial- es la inflación galopante, una de las más altas del mundo, el aislamiento internacional, las bajas reservas en el banco Central y, sobre todo, la pobreza, casi quince millones de pobres después de doce años de gobierno nacional y popular.

—O sea -exclama José- que se la van a pasar llorando sobre la leche derramada. Genio y figura. Todavía no llegaron al gobierno y de lo único que hablan es de la herencia recibida.

—Yo no lloro -aclara Marcial- pero no soy estúpido. Si me dejan un país fundido no puedo salir a festejar o hacerme el distraído. Es más. Sé que por ahí anda circulando la idea de hacer algo así como una auditoría internacional para saber qué país nos dejaron los compañeros y, sobre todo, para que la gente tome conciencia de quiénes nos estuvieron gobernando. Ojalá se haga.

—Si es por quejarse -replica José-, yo también tengo derecho a quejarme, quejarme por ejemplo de un gabinete integrado por funcionarios de empresas multinacionales, quejarme de que regresen al poder los gorilas de siempre, los mismos que proscribieron al pueblo y lo obligaron a pasar los inviernos más crueles y largos.

Marcial hace un gesto como si estuviera tocando un violín, pero el que habla es Abel.

—Todo se puede discutir, no es la primera vez que el populismo despilfarra y después nos deja un país en ruinas; no es la primera vez que disfrutan de la fiesta y cuando pasan a la oposición le reprochan al gobierno los gastos de la misma fiesta que ustedes celebraron.

—Lo repito una vez más -monologa Marcial- cuando están en el poder roban, cuando pasan a la oposición incendian.

—Lo de la coparticipación no tiene nombre se queja Abel.

—¿No es que ustedes defendían los derechos federales de las provincias?

—No jodamos -digo- diez años choreando los recursos a las provincias y diez días antes de irse se les ocurre hacerse los federales para dejarle el muerto al nuevo gobierno. No se puede ser tan perverso.

—Se olvidan -aclara José- que la decisión no fue nuestra, sino de la Corte Suprema de Justicia.

—Fue un favorcito del compañero Lorenzetti a los gobernadores peronistas -observa Marcial.

—No sé a quién -digo- pero fue un guiño. No se hace esto durante un cambio de gobierno. Pero así y todo la resolución era para tres provincias, en cambio ahora, gracias a la intervención de la Señora a través de sus célebres decretos, el nuevo gobierno llega al poder sabiendo que dispondrá de arranque de cientos de millones de pesos menos gracias a la jodita de la presidente, la misma que se cansó de chorearle plata a las provincias y que a último momento se acordó del federalismo… no… no se puede ser tan perverso e irresponsable.

—Siguen llorando…

—Y no es para menos -exclama Abel- pero quedate tranquilo que nos vamos a hacer cargo de las ruinas que nos dejaron.

—Y también quédate tranquilo -agrega Marcial- que tu Señora no vuelve más. Se va para no volver, nunca más cadena nacional, nunca más soportar sus caprichos, sus mohínes, sus payasadas siniestras, su exhibicionismo vulgar, su demagogia irresponsable… nunca más.

—Nunca digas nunca -sentencia José- tenemos casi el cincuenta por ciento de los votos.

—Te explico -digo- así como hay un oficialismo que debe legitimarse en el ejercicio del poder; hay una oposición que debe legitimarse en el ejercicio de la oposición. Y yo tengo mis serias dudas que el kirchnerismo pueda sostener ese 49 por ciento.

—¿Acaso suponés que no habrá oposición?

—Oposición va a haber, lo que dudo es que sea kirchnerista -respondo- por lo pronto, esa oposición se va a fragmentar y es muy posible que la porción más grande quede a cargo del peronismo histórico y no de los K.

—Yo estoy convencido de que será así -dice Abel- incluso si a Macri le va a mal, o no tan bien, quienes llegarán al poder serán peronistas al estilo Massa, Urtubey o algo parecido, pero los K quedarán recluidos en El Calafate.

—Si es que antes no llega la justicia y pone las cosas en orden -aporta Marcial- porque es hora que los que robaron en el poder, los que se hicieron multimillonarios en el poder, rindan cuentas.

—¿Ustedes se creen que tienen la bola de cristal? -repregunta José.

—No necesitamos mirar la bola de cristal -responde Abel- nos alcanza con mirar lo que pasa a nuestro alrededor. Y lo que veo alrededor es que tu Señora se está quedando cada vez más sola. Y no es para menos, es la más chiflada de todos y el peronismo será lo que será pero no tiene ganas de suicidarse.

—No comparto -concluye José.

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