Manifiesto

Me gusta despertarme con el nombre de una mujer querida en los labios. Me gusta la luz del día entrando por las ventanas de mi pieza. Me gusta el silencio de la casa a la hora en que la ciudad parece hundirse en el estrépito. Me gusta Van Gogh, Dalí, Renoir y una foto de Juliette Greco colgada en el comedor. Me gusta Mozart y Vivaldi, Coltrane y Armstrong, Atahualpa Yupanqui y Gardel. Me gusta el saxo de Charlie Parker, la guitarra de Django Reinhard y el piano de Gershwin.

Me gusta un libro con letras grandes y láminas luminosas que de vez en cuando visito. Me gusta regresar a Pavese, Proust, Joyce y Faulkner. Me gusta compartir algunas noches los cuentos de Isak Dinesen o Flannery O’Connor o Djuna Barnes.

Me gusta recorrer los libros de la biblioteca sabiendo que allí descansan amigos de toda la vida. Me gusta retornar a Borges y frecuentar a Silvina Ocampo y Bioy Casares. Me gusta releer a Juan Carlos Onetti y jugar a imaginarme que soy un periodista de Santa María. Me gusta la prosa exquisita de Alejo Carpentier.

Me gustan Puig y Cortázar, Denevi y Bianco. Me gusta hojear revistas viejas, libros olvidados y artículos de diarios que recorté alguna vez con la promesa de volver a leerlos. Me gustan los poemas de Alejandra Pizarnik, Raúl Gustavo Aguirre y los versos escritos por quien fue mi amigo: Juan Manuel Inchauspe. Me gusta Cummings, Dylan Thomas, Saint John Perse, Giuseppe Ungaretti, Eugenio Montale y Emily Dickinson.

Me gustan las siestas de mi ciudad. Me gusta caminar solo por la Costanera acompañado de recuerdos y de un cigarrillo. Me gusta la Laguna Setúbal, su plenitud de agua, dejar que la vista se extienda hasta la línea difusa que se borra en el horizonte. Me gusta la soledad del bar a la hora de la siesta, el sabor del café, la penumbra del salón. Me gusta sentarme contra la ventana con un diario o un libro. Me gusta, de vez en cuando, saborear un whisky o una ginebra.

Me gusta el cine. Me gustan Visconti, Chabrol, Fuller, Ford, Godard, Anderson, Bergman, Fellini, Truffaut. Me gusta Bogart, Marilyn, Marlon Brando pero mi amor imposible es Anouk Aymee. Me gusta el cine el sábado en trasnoche. Me gusta la oscuridad de la sala y el silencio.

Me gusta caminar con un amigo por las calles de mi ciudad. Me gusta sentarme a a la mesa de un bar y compartir confidencias. Me gusta la charla íntima, la observación inteligente, el humor sutil. Me gustan los amigos que saben escuchar. Me gusta la reserva y la discreción. Me gusta practicar el arte de la amistad entre hombres sin caer en el sentimentalismo, la misoginia o el machismo decadente.

Me gusta conversar con algunas amigas. Me gusta visitarlas en su casa y honrarlas como se merecen. Me gusta la mirada de la mujer sobre el mundo, su silencio, su incertidumbre, su miedo, su coraje sin estridencias. Me gusta conocer historias de mujeres. Me gusta contarles lo que me pasa. Me gusta la mirada pensativa y solidaria de una buena amiga. Me gusta tomar un café con ellas o cenar en algún restaurant discreto.

Me gusta mi ciudad. Me gusta caminar los sábados a la mañana por la peatonal y sobre el filo del mediodía tomar un aperitivo mientras leo el diario. Me gusta alentar la fantasía de que un sábado a la tarde puedo ser el personaje de algún tango de Angel Vargas. Me gustan los barrios de mi ciudad, el bullicio de su gente, sus rumores, sus sonidos. Me gusta la caída de la tarde, esa hora del crepúsculo en donde los colores se suavizan, el silencio parece que va a prolongarse hasta la oscuridad y nace la necesidad misteriosa de pedir dos o tres deseos. Me gusta vagabundear por la noche santafesina. Me gusta caminar por calles desconocidas. Me gusta sentarme en el banco de una plaza y cerrar los ojos y prestar atención a los ruidos secretos de la ciudad.

Me gusta Santa Fe los días de lluvia. Me gusta mirar desde la ventana de mi escritorio cómo golpea el agua contra los vidrios. Me gustan las noches solitarias acompañado por un libro, escuchando a Bartok o mirando alguna película de Rohmer o Antonioni. Me gusta la hora de dormir. Me gusta la ceremonia de desvestirme e irme a la cama. Me gusta acostarme recordando el rostro de una muchacha de cabellos sueltos y ojos tristes.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *