Alfredo Belusi, el otro varón del tango

Fue uno de mis ídolos juveniles. No sé si lo sería hoy, pero hace cuarenta años era el cantor de tango que más me gustaba, el que mejor encarnaba la imagen que entonces tenía de un cantor de tangos y de un hombre. Lo descubrí gracias a un amigo que estudiaba en Santa Fe, pero era de Colón, provincia de Buenos Aires.

Una noche lo fuimos a escuchar cantar en “Bacán” de Neme, en la esquina de 25 de Mayo y Juan de Garay.

A mi amigo le quedé agradecido de por vida haberme presentado a semejante cantor.

Esa noche vestía un traje oscuro cruzado, camisa blanca y corbata. Entonces debe haber tenido unos cincuenta años. Estaba entero y si tenía algún dolor lo sabía disimular muy bien. Cuando llegamos, él estaba en la barra con unos amigos. El pelo canoso cuidadosamente peinado y un vaso de whisky en la mano. Sus modales eran sobrios y recatados y con mis veinte años se me ocurrió que esos debían ser los modales de un hombre.

Tenía pinta de guapo hasta en la manera de reírse. Cuando lo anunciaron para que suba al escenario, apoyó el vaso en la barra y subió con una elegancia y un aplomo que Humphrey Bogart hubiera estado en Santa Fe, habría envidiado. Esa noche estuvo brillante. Como dirían los pibes de ahora, “se cantó todo” o “la rompió”. Desde la platea le pedimos en diferentes momentos “Lo que vos te merecés”, “De puro curda”, “Recordándote”, y lo hizo sin hacerse rogar. Daba gusto escucharlo. Las letras de los tangos parecían estar escritas para él. Las interpretaba con la voz, con las manos, con el cuerpo y hasta con la manera de mirar. Acompañaba la gestualidad golpeando con los pies en el piso. He visto a varios cantores hacer eso, pero nadie como él. Lo que en otros era pose, sobreactuación, en él era estilo. También he escuchado a otros cantores marcar “las rrr”, pero nadie como Belusi.

Decía que las letras de tango parecían estar escritas para él. Me corrijo. En realidad, era su calidad interpretativa lo que le permitía identificarse con las letras. Tenía una voz aguardentosa, la voz de un hombre que había vivido mucho y había sufrido mucho. En ciertos tramos de la interpretación la voz se hacía más suave, pero siempre era la voz de un guapo, la voz de un hombre que a la hora de soltar la imaginación podría haberse identificado con Nicanor Paredes, Manuel Flores o Jacinto Chiclana.

Alfredo Belusi era conocido como el “Negro”. Según otro amigo de aquellos años, disponía de las credenciales necesarias para ser el verdadero “Varón del tango”. Puede ser, siempre y cuando no seamos injustos o irrespetuosos con Julio Sosa. Personalmente trataría de ser prudente a la hora de las identificaciones. Sosa y Belusi era muy diferentes a pesar de compartir un estilo varonil. A mí me gustan los dos y advierto que no lo digo para quedar bien con todo el mundo. “Lo que vos te merecés” o “Y no le erré”, los quiero escuchar con Belusi, pero “María” o “Mala suerte” son de Sosa. A la hora de los recitados me quedo con Sosa sin lugar a dudas, pero Belusi le saca muchas ventajas en “Tengo miedo”. ¿Sosa o Belusi? Repito; los dos.

La película “Cuarteles de invierno” la dirigió Lautaro Murúa en 1986 sobre la base de la novela de Osvaldo Soriano. Se trata de un cantor de tangos y un boxeador que llegan a un pueblo de la provincia de Buenos Aires contratados para participar en las fiestas del aniversario.

La película se desarrolla en el tiempo de los militares y el pueblo está gobernado por ellos y su séquito de matones, trepadores sociales y canallas. El cantor de tango lo interpreta ese gran actor que fue Oscar Ferrigno. Y a ese punto quería llegar. El actor es Ferrigno, pero el personaje se parece mucho, demasiado a Belusi y nadie me saca de la cabeza que Murúa o el propio Soriano lo tuvieron en cuenta a él a la hora de organizar la trama. Personalmente disfruté la película imaginando que era Belusi. La misma parada, la misma nobleza de corazón, el mismo estilo de guapo derecho y valiente y ese trágico y sobrio espíritu de perdedor que acompañaba a Belusi como la sombra al cuerpo.

Alfredo Belussi nació en Los Quirquinchos, provincia de Santa Fe, el 10 de enero de 1925. A los diecisiete años debutó en Rosario en el “Cuarteto los Ases”, dirigido por Leónidas Montero. Después estuvo una temporada con la orquesta de Raúl Bianchi y en 1953 se integró a la orquesta de José Sala, donde grabó catorce temas, entre los que merecen destacarse “Desde el alma”, un vals que por su suave melodía parecería que nada tendría que ver con su estilo.

Con Sala, el hombre realiza giras por diferentes ciudades y en algún momento entran a Buenos Aires, donde su voz pronto llama la atención. De regreso a Rosario se incorpora a la orquesta de Francisco Plano y durante un tiempo es la figura estelar en el “Dancing Paradise” de calle Mitre al 600.

Su paso por Buenos Aires no fue en vano, Los rumores circularon por donde debían y en algún momento llegaron al oído del maestro José Basso que quiso conocerlo. La impresión causada debe haber sido muy buena, porque en junio de 1956 Belusi debuta con esta orquesta en Radio Belgrano. Lo acompaña otros de los grandes mitos del tango: Floreal Ruiz. El Tata Floreal Ruiz. Durante casi cuatro años el Negro es el cantor de Basso. Hay un disco grabado en esos años donde Belusi y Ruiz se lucen con un repertorio que parece escrito para ellos.

En 1960 se incorpora a la orquesta del maestro Osvaldo Pugliese. Su compañero de canto es Jorge Maciel. En esa etapa graba diecisiete temas en el sello “Phillips”, seis de ellos a dúo con Maciel. Cuatro años después regresa con Basso, quien para esa época cuanta con la voz de Héctor De Rosas. En esa temporada graba uno de sus grandes éxitos “Se tiran conmigo”, un tango que lo respeto pero que está muy lejos de la calidad estética de temas como “Lo que vos te merecés” o “Cobardía”, por citar algunos poemas de su repertorio clásico.

Para fines de la década del sesenta Belusi se inicia como solista. Ya se ha ganado una merecida fama en la noche porteña y en 1969 es una de las figuras estelares de “Caño 14”, acompañado en la ocasión por el cuarteto de Héctor Stamponi. No tiene la fama de Goyeneche o de Rivero, pero le anda cerca; no convoca multitudes, no es un mito andante, pero dispone de una barra de seguidores pequeña pero leal. Es por sobre todas las cosas un gran cantor de tangos.

Poco tiempo después de iniciarse como solista, graba sus primeros discos. Lo acompañan Osvaldo Requena en el piano y algunos músicos de Basso. Los tres long plays grabados en esos años cuentan con el generoso y discreto acompañamiento de Requena con quien se habían conocido en el “Rincón de los artistas”, ubicado en Alvarez Jonte y Boyacá.

Requena recuerda que para esa época Belusi vivía con su madre y se planchaba el pantalón y la camisa para actuar en los escenarios nocturnos del Buenos Aires de entonces. Ya para ese tiempo, era algo así como el arquetipo del tango, como un personaje salido de algunas de esas letras que interpretaba con su habitual maestría.

Alfredo Belusi murió el 1º de enero de 2005. Dicen que la muerte de su hermana lo afectó y le provocó un derrame cerebral del que nunca pudo recuperarse. La noticia de su muerte salió publicada en casi todos los diarios en modestas columnas de la página de Espectáculos. Yo creo que por el lugar que el hombre se ganó en el tango, merecía ser tapa del diario. Pero lo que yo o usted creamos, los diarios no tienen la obligación de compartirlo.

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