Ricardo «Chiqui» Pereyra

Ricardo Daniel Pereyra; “Chiqui” Pereyra, nació en General Roca, provincia de Río Negro, el 26 de junio de 1954. Para muchos tangueros es la mejor voz que dio el tango en los últimos treinta años. Estas opiniones, por supuesto, pueden ser refutadas, pero los que se animen a hacerlo deberán contar con muy buenos argumentos para hacerlo, porque efectivamente se trata de un cantor notable, dueño de una voz privilegiada, un tono bajo que él maneja con la maestría de un tanguero de ley.

Pinta ganadora, elegancia y noche, mucha noche, lo distinguen y le otorgan esa legitimidad que todo cantor de tango que se precie necesita para ganarse el oído y el corazón de sus oyentes. Su capacidad para expresar el tango como el mejor demuestra, una vez más, que no es necesario haber nacido en Buenos Aires para captar su ritmo y su cadencia secreta.

Chiqui Pereyra en ese sentido no es una excepción. Roberto Goyeneche es de Urdinarrain, es decir, entrerriano; Miguel Montero, tucumano; Argentino Ledesma, santiagueño; Charlo, pampeano; Alberto Podestá, sanjuanino; Rubén Juárez, cordobés; Agustín Magaldi, Héctor Pacheco y Alfredo Belusi, santafesinos; para no mencionar a los nacidos en provincia de Buenos Aires, como es el caso de Raúl Verón, Ángel Cárdenas, Oscar Alonso y por qué no, Edmundo Rivero.

El tango es urbano y su geografía mítica son las ciudades levantadas a orillas del Río de la Plata. Que tantos provincianos hayan adherido al tango no niega esa identidad, en todo caso la matiza, la enriquece y la proyecta a nivel nacional. El tango -importa reafirmar lo obvio- es argentino y me consta que desde Jujuy a Tierra del Fuego y desde Buenos Aires a Mendoza, se lo escucha como algo propio, como algo que nos representa en el mundo, pero en primer lugar a nosotros mismos.

Pereyra se inició en sus pagos patagónicos en el folclore. Era lo que le gustaba y según se dice, tenía buenas condiciones para ello. Sin embargo, el destino le tenía preparado otro camino y el guía de la nueva ruta fue Silvio Soldán, el conductor de “Grandes valores del tango” o, según la época, “Grandes valores de hoy y de siempre”. Al programa de Soldán se lo suele comparar con el “Glostora Tango Club”, el programa de LR1 Radio El Mundo, que se mantuvo en el aire durante casi veinte años.

Puede que la comparación esté bien inspirada, sobre todo por la vocación tanguera de “Grandes valores…” y su afán de divulgarlo, pero históricamente esta comparación exige ser más cuidadoso. De todos modos, convengamos que más allá de los histrionismos y cierta manera un tanto liviana y chapucera de tratar al tango, el programa logró mantener una platea tanguera en tiempos en que el tango había ingresado en una prolongada decadencia. Hay que decir, además, que Soldán contó con el aporte de maestros del nivel de Armando Cupo o Armando Pontier; o animadoras como Beba Bidart.

Uno de los grandes aportes de Soldán fue el de descubrir voces y figuras del tango en el interior o en los barrios de Buenos Aires. En esas excursiones fue cuando descubrió a Chiqui Pereyra. Esto ocurrió a mediados de 1978. Se dice que el muchacho debutó con ese hermoso tango de Alfredo García Jiménez, “Siga el corso”. No hizo falta un segundo tango. En la primera estrofa se dieron cuenta de los kilates del pibe. Y a partir de ese momento y hasta principios de los años noventa, Chiqui Pereyra fue la voz elegida del programa emblemático de Canal 9.

En lo personal, descubrí a Pereyra con un tango titulado “Cuatro novios”, escrito por Valentín Edgardo Vergara y Roberto Luis Salinas. No es el mejor poema tanguero, pero en estos temas hay que tener presente que la calidad de la inspiración poética importa, pero también vale esa manera particular, singular que tiene cada tango de llegar a cada uno de nosotros. “Cuatro novios”, es uno de mis tangos preferidos por las imágenes que evoca y los recuerdos que despierta. Sé que alguna vez lo cantó Tito Landó con Alfredo Gobbi que, dicho sea de paso es el autor de la música, pero mi versión, la que a mí me importa, es la de Chiqui Pereyra.

Lo cierto es que “Grandes valores…” lanzó a Pereyra al estrellato. Para mediados de los años noventa el hombre ya llevaba grabados nueve discos muy bien acompañados por las orquestas dirigidas por Pascual Mamone, Armando Pontier y Eduardo Corti. Ya para entonces se había dado el lujo de grabar con Alfredo de Angelis temas como “Nubes de humo” o “Los ojazos de mi negra”.

Bebu Silvetti es el que lo conecta con Omar Valente y con él graba temas como “Muñeca brava”, “Cuando me entrés a fallar” o “Tres esquinas”. Pereyra no renueva en lo fundamental el repertorio de poemas tangueros, entre otras cosas porque no necesita hacerlo. El hombre canta los grandes tangos de hoy y de siempre con estilo propio y sin salirse de la huella clásica. No pretende pasarse de listo; se limita a hacer bien lo que otros en otros tiempos, sus maestros,hicieron muy bien. Sus tangos son los que cantó Carlos Gardel, Julio Sosa, Edmundo Rivero, Roberto Goyeneche, Floreal Ruiz. ¿Para qué más?”.

Insisto en la personalidad escénica de Pereyra. Un estilo tradicional que no es anacrónico, una manera masculina de respirar el tango que no es machista, un humor canchero que no es vulgar o grosero. Una noche después de la función, un periodista le pregunta por qué no sale al escenario en mangas de camisa, por qué esa insistencia de estar a toda hora de traje y corbata. La respuesta fue inmediata: “Si yo salgo a cantar sin saco me parece que canto desnudo”. El mito tiene sus tradiciones y esas tradiciones se respetan sin necesidad por ello de transformarse en una reliquia del pasado.

A Pereyra le tocó vivir intensamente los supuestos años de decadencia del tango. Acepta su destino, pero cada vez que puede lanza algún dardo donde la crítica se confunde con el humor: “Tenemos la mala suerte de que el tango no le gusta a la presidente, al gobernador de la provincia de Buenos Aires y al jefe del gobierno de la ciudad”. A pesar de esas contras, el tango sobrevive y a pesar de los certificados de defunción que le extendieron desde su nacimiento, el tango ingresa al siglo XXI con reconocimientos nacionales e internacionales cada vez más amplios.

Chiqui Pereyra es un protagonista importante de esa suerte de resurrección del tango. Él abre juego al folclore y al rock y si las circunstancias lo exigen se mezcla con los mejores -Mercedes Sosa, por ejemplo-, se mezcla pero no se mimetiza y, mucho menos se confunde. En todo lugar y en cualquier circunstancia la presencia de Pereyra es siempre la presencia del tango.

A su reconocimiento local se suma el reconocimiento de plateas extranjeras. Viaja a España, a Estados Unidos, organiza giras por América Latina. En algún momento incursiona en el cine con la película dirigida por Carlos Orgambide, “Toto Paniagua”. ¿Algunos tangos para recomendar? “Dame tiempo”, “Mala suerte”, “Los cosos de al lao”, “Pedacito de cielo”, “Destellos” o “Qué me van a hablar de amor”.

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