José María Contursi y Gricel

Aunque más no sea por la historia de amor que consagró en un poema, José María Contursi merecería un lugar privilegiado en la poética del tango. “Gricel” en efecto, fue “su tema”, como decían entonces los artistas, y lo fue por partida doble: porque relató una historia de amor y porque esa mujer, que en realidad se llamó Susana Gricel Viganó, fue su inspiración poética para las otras letras, al punto que muy bien podría decirse que la producción literaria más importante de Contursi estuvo inspirada en esa mujer. Tangos como “Cristal”, “En esta tarde gris”, “Si de mí te has olvidado”, “Quiero verte una vez más”, “Cada vez que me recuerdes”, “Vieja amiga”, “Bajo un cielo de estrellas”, “Garras”, “Tabaco”, “Tú”, “Y la perdí”, relatan la mima historia contemplada desde diversos puntos de vista. A la lista muy bien podría agregase “Sombras nada más”, un tango que fue expropiado por el bolero. No fue el primero ni tampoco será el último. Los tangos abolerados abundan en la literatura del género y muchos de los poemas escritos por Contursi muy bien pueden ser asimilados por el bolero y de hecho algunos cantores -pienso en Héctor Pacheco por ejemplo-, los cantan casi como si fueran boleros porque en sus líneas líricas la frontera entre estos dos géneros es muy difusa.

Los amores de Contursi y Gricel fueron de larga duración. Se extendieron durante más de cuatro décadas con desencuentros, reconciliaciones, separaciones que se vivieron como definitivas y un final más o menos feliz, porque cuando decidieron vivir juntos, e incluso casarse, la felicidad sólo duró cuatro años porque para ese momento la salud de Contursi había sido doblegada por el alcohol y el tabaco.

La responsable de la relación con Gricel -se decía en broma- fue Nelly Omar. Para 1935, Gricel era apenas una adolescente que vivía en las sierras de Córdoba, en Capilla del Monte para ser más preciso, y viajó invitada por Omar a Buenos Aires. Allí conoció al amor de toda su vida. Fue en un programa de radio o en un bar, poco importa saber el lugar exacto. Contursi para entonces sumaba al prestigio de su apellido, el encanto de su inteligencia y la seducción de su estampa. Según dijera la propia Nelly Omar, el joven Katunga, era considerado uno de los hombres más lindos de Buenos Aires.

Dicen los que saben que la relación entre Katunga y Gricel fue un amor al vuelo o a primera vista. Contursi ya era conocido como poeta -en 1933 había publicado su vals “Tu nombre”- pero su principal obra aún no había sido escrita. El hombre entonces se ganaba la vida escribiendo en los diarios críticas de teatro y cine, y crónicas de carreras de caballo, una de sus debilidades principales. Más adelante, y gracias al favor de un amigo, va a entrar a trabajar en el Ministerio de Agricultura. No será un empleado público modelo, pero durante años ese sueldo lo ayudará a vivir.

Después de ese primer encuentro, Gricel regresó a Córdoba y todo pareció quedar en un amor de verano, un inocente amor de verano, de esos que ocurren en ciertas ocasiones y luego el tiempo, la vida, los deshilacha en el olvido. Además, había un serio inconveniente para avanzar más allá de una sonrisa, una mirada y alguna palabra insinuante, José María Contursi estaba casado y era uno de esos hombres que le dice todas las mujeres que se va a separar, pero siempre encuentra una excusa para no hacerlo.

No terminaban allí los problemas de Contursi. Como digno hijo de su padre, además de gustarle la noche y las mujeres, y de ser un hincha fanático de San Lorenzo, le gustaban los burros y el naipe. Con esos atributos, está claro que ninguna niña provinciana bien criada podía o debía hacerse demasiadas ilusiones con el galán.

Sin embargo, la historia que parecía haber llegado a su fin en 1935, recién comenzaba.

Una enfermedad de los intestinos fue el pretexto para continuar lo que en Buenos Aires había quedado inconcluso. Contursi viajó a Capilla del Monte y allí no sólo recuperó la salud sino el amor de su vida.

De todos modos, las dificultades persistieron. Contursi era encantador, brillante, pero era casado y a ese estado civil no lo desconocían los padres de Gricel que, como todos los padres, suelen ser severos y exigentes con los galanes de sus hijas, sobre todo cuando se trata de una hija hermosa, cortejada por los mejores partidos casamenteros de las sierras de Córdoba.

De esa relación, signada por la contrariedad, nació el tango Gricel, pero también varios tangos, algunos de ellos dedicados a ella. Contursi siempre dijo que Gricel fue su mejor poema, pero ya se sabe que los creadores no siempre son los mejores jueces de su obra. Gricel es un buen tango, pero Contursi escribió cosas mejores. “Cada vez que me recuerdes”, “Quiero verte una vez mas” o “Como dos extraños”, tienen momentos poéticos mucho más logrados.

La poética de Contursi fue muy singular y esa singularidad es la que lo instala en el sitio de los mejores escritores del género. En sus tangos, no hay mucho arrabal tal vez “Bajo un cielo de estrella” sea una de las licencias que se permitió tomar- ni tampoco abundan las palabras del lunfardo. La poética de Contursi en ese sentido es más clásica, pretende ser más sugestiva y delicada. Sus personajes masculinos no son reos y sus mujeres son las clásicas amantes nostálgicas que suspiran por un amor que se fue o se pierden en la lejanía del recuerdo.

Se dice que la mayoría de los tangos de Contursi son autobiográficos. Al respecto, hay que decir que después que Flaubert admitió que madame Bovary era él, no hay mucho más que decir al respecto. Según se mire todos los poemas, toda la creación literaria puede ser autobiográfica. O no. El tango “Gricel” alude a un personaje concreto de existencia real comprometido en una relación que también fue real. Pero el poema es mucho más o mucho menos que esa relación. Y además sus lectores u oyentes perciben sensaciones e imágenes que poco y nada tienen que ver con la experiencia de Contursi y Gricel.

Por último, habría que decir que la historia del tango no se ajusta exactamente a lo sucedido en la realidad. Dice Contursi: “Tu ilusión fue de cristal, se rompió cuando partí, pues nunca, nunca más volví ¡Qué amarga fue tu pena!…”. En la vida real todo fue un poco más o un poco menos complicado, pero no fue igual. Contursi volvió y volvió varias veces, pero nunca pudo dejar a su primera mujer.

En algún momento, Gricel se casó con otro hombre y tuvo una hija. La separación entre los dos duró más de diez años, hasta que las gestiones de Ciriaco Ortiz los reunió a principios de los años sesenta. Contursi había enviudado, pero además estaba muy enfermo. Ella viajó muchas a veces a Buenos Aires y él cada vez que podía iba a las sierras de Córdoba, A sus problemas con el juego, se le sumaba ahora su alcoholismo. Gricel tomó el toro por las astas y decidió. “Nos volvemos Córdoba le dijo- pero el whisky se queda en Buenos Aires”. Ya era un poco tarde. De todos modos en 1967 se casaron, pero él murió el 11 de mayo de 1972 a los 61 años. ¿Final feliz? ¿Final trágico? Fue el final posible para ellos, pero lo que importa destacar en todo caso es que el poema expresa una parte de esa verdad biográfica, la otra parte no puede ser expresada biográficamente porque pertenece al mundo de la poesía. Contursi sabía muy bien que una cosa es la realidad y otra muy distinta es la representación de la realidad. Entre un punto y el otro se extiende la creación poética.

José María Contursi nació en Lanús el 31 de octubre de 1911. Era hijo de Pascual Contursi el creador de “Mi noche triste, “Silbando”, “Ivette”, “Ventanita de arrabal”, ”La mina del Ford” y “Bandoneón arrabalero”, entre otras grandes creaciones. Pascual Contursi murió en 1932, pero para esa fecha su hijo todavía no había definido su estilo poético. Convengamos que nunca para un hijo le resulta fácil dedicarse al mismo oficio del padre y mucho más cuando ese padre ha sido consagrado como el fundador del género y uno de los grandes poetas del tango.

Sin embargo, José María, pudo hacerlo. Su obra posee un perfil propio, no es copia ni imitación. No sólo tiene estilo propio sino que, además es posible que lo haya superado. No viene al caso establecer comparaciones antipáticas, pero convengamos que en la poesía de Katunga hay una elaboración poética más compleja, aunque en estos temas nunca está dicha la última palabra.

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