¿Qué ocurre en Santa Fe?

Desde los ventanales del bar contemplamos pasar a la ciudad por la calle. Gente afligida, gente mirando los escaparates, gente conversando, algunos apresurados, algunos paseando, algunos alegres, algunos tristes. Es lindo estar en el bar acompañado de un café, de diarios y amigos. A veces pienso en lo penosa, opaca y marchita que sería la vida si no tuviéramos el refugio o la estación del bar, esa indispensable conquista de la modernidad. Ya sé que hay mucha gente que dice que es una pérdida de tiempo, que en la vida hay cosas más importantes que hacer que estar a la mesa de un bar hablando de bueyes perdidos, discutiendo o acordando sobre lo que mejor nos parece, lejos de las angustias de la vida cotidiana. A quienes así piensan los respeto, pero en mi fuero íntimo digo: no saben lo que se pierden.

—Parece que el tema inseguridad, mafia, narcotráfico en la provincia empieza a solucionarse -comenta Abel, con el diario en la mano, mientras aparta el pocillo de café vacío.

—Lo que empieza es un acuerdo entre la Nación y la Provincia -responde Marcial-; si hay o no soluciones las veremos luego, porque me parece innecesario decir que las fotos de funcionarios en los periódicos son importantes pero no alcanza.

—Por lo menos se dejaron de pelear; después de tirarse con flores se sentaron y decidieron que era más importante la seguridad de los santafesinos que sus pequeñas refriegas políticas.

—Tratemos de eludir los lugares comunes -digo-, si hemos decidido vivir en una democracia representativa, debemos admitir que los políticos discutan.

—A mí no me molesta que discutan o se peleen, siempre y cuando arriben a soluciones.

—Y va a haber soluciones, hay que esperar, pero yo tengo confianza en que las cosas se van a hacer bien.

—El programa de Lanata del pasado domingo no autoriza a ser optimista -observa José.

—Tampoco hay que creerle a Lanata como si fiera Dios -observa Abel-; yo lo vi y creo que fue un programa de mala leche contra los socialistas, un programa cargado de información sesgada, sensacionalista…

—Puede ser -dice Marcial-, pero yo, por ejemplo, lo conozco al periodista Germán de los Santos y no creo que alguien pueda decir de un profesional amenazado de muerte por el narcotráfico que está inventando, o es parte de una opereta contra el gobierno.

—Puede haber sido sacado de contexto. No es la primera vez que se maniobra con gente honesta para arribar a conclusiones deshonestas.

—Ustedes sí que son geniales -refuta José-, cuando Lanata hacía informes contra Cristina, era Dios, y ahora porque se mete con el narco en Santa Fe se transforma en el diablo.

—El pretexto es el narco, pero la operación es contra el gobierno de la provincia y contra la administración socialista en Rosario.

—Alguien se tiene que hacer cargo de la tragedia que estamos viviendo, porque si no es muy lindo y muy cómodo… Cuando vienen las buenas nos anotamos, pero cuando llegan las malas nos borramos.

—Hay que ver caso por caso -dice Marcial-, e investigar con prolijidad y sin pensar en obtener mezquinos dividendos políticos.

—En eso tenés razón -insiste José-, pero de lo que estoy seguro es de que si la provincia de Santa Fe estuviese gobernada por los peronistas ya estaríamos investigados por Interpol, el FBI y la KGB.

—Con ustedes ni con eso alcanza.

—No nos hagamos los vivos -digo- que el problema es serio.

—Claro que es serio, pero hay que preguntarse por qué llegamos a esta situación.

—Seguramente hubo errores -digo-; tal vez no se tomaron las medidas adecuadas en un tema donde no hay fórmulas escritas de antemano, pero de allí a decir que hay complicidad del gobierno hay una gran distancia.

—¿Y qué pasó con la computadora de Medina? ¿Y por qué Bonfatti no continúa la causa contra los que le dispararon en la casa?

—Lo de Medina se está investigando.

—Sí, después que borraron las pruebas de la computadora.

—No fue así, esa es una calumnia.

—No todos piensan lo mismo.

—Yo creo que hay mucha mala fe en todo esto -digo-. Resulta que a Bonfatti le balearon la casa y él es el que debe dar explicaciones como si fuera un delincuente.

—Elisa Carrió no piensa lo mismo.

—No me interesa lo que diga una denunciadora profesional.

—Otra vez la pelota al patio -exclama José-, cuando les conviene Carrió en una justiciera, pero cuando no les conviene es una denunciadora profesional.

—No es tan así.

—¿Cómo que no es tan así…?, después de todo la fórmula Carrió-Giustiniani no la inventamos los peronistas.

—Yo lo que digo -dice Marcial- es que Santa Fe en términos de delincuencia o de delitos de sangre, duplica a la media nacional, que ya de por sí es alta. Ése es un dato objetivo que reclama una respuesta objetiva.

—Ese es el problema a resolver entre todos -observa José.

—Está bien, pero para resolverlo tenemos que empezar por saber por qué llegamos a esta situación. Además, parece que fue necesario que miles y miles de rosarinos salgan a la calle para que los políticos se pongan las pilas.

—De acuerdo -responde Abel-, pero no empecemos por echarle la culpa a Rosario.

—Nadie le echa la culpa a Rosario -refuta José-, porque no se le puede echar la culpa a una ciudad. A los que hay que responsabilizar en todo caso es a quienes la gobiernan, porque así como son responsables de las cosas buenas que se han hecho, se me ocurre que también son responsables de las cosas malas que se hicieron.

—Son delitos federales.

—Puede ser -dice Marcial-, pero convengamos que después de gobernar la ciudad por más de un cuarto de siglo, los amigos socialistas alguna responsabilidad tienen con lo sucedido. No digo que sean cómplices, pero alguna responsabilidad hay, porque si no es muy cómodo echarle la culpa a Dios, al diablo, a Matusalén o al Espíritu Santo.

—Yo lo que sé -dice Abel-, es que con los gobiernos del Frente Progresista fui tratado y respetado como un ciudadano y que por los dirigentes del Partido Socialista pongo las manos en el fuego porque los conozco a todos.

—Tratá de no quemártelas -le responde José con sorna-, porque yo también pongo las manos en el fuego por mis compañeros peronistas.

—Si así fuera -responde Marcial-, a esta altura no te quedarían ni muñones.

—Puede ser, pero resulta que en esta provincia los peronistas no gobernamos desde hace casi diez años, así que no nos acusen otra vez a nosotros de que somos los responsables de la corrupción en la provincia.

—No sé a qué corrupción te referís.

—Andá a Rosario y preguntale a los vecinos que participan en las marchas, ellos van a responder a tus preguntas, o a tus sanas inquietudes cívicas.

—No comparto -concluye Abel.

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