La familia unida en el país de Jauja

De su parentesco genuino con el fascismo, el populismo recurre a la morbosa habilidad de reclutar alrededor del círculo máximo del poder a personajes sórdidos y viscosos.

Cristina Elisabeth se enojó o ese estado de ánimo es el que parece desprenderse de las palabras escritas por ella -o por algún lenguaraz- acusándolo a Macri de meterse con su familia y, ahora con su madre, para disimular su política de hambre y explotación al pueblo. En la carta no da ninguna explicación acerca de las acusaciones que no hace Macri sino la Justicia a partir de una investigación periodística y una denuncia formal presentada por Elisa Carrió, aclaración innecesaria porque sobre los temas de división de poderes, Cristina Elisabeth tiene la misma posición que Catalina de Rusia. Fiel a su estilo, Ella se coloca a la izquierda, en el lugar de una inspirada y generosa militante revolucionaria, pero de las irregularidades cometidas por la cooperativa en la que participa su señora madre, ni una palabra.

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Se supone que todos tenemos derecho a enojarnos cuando acusan a nuestra familia de algo que no nos gusta. Pero también en los casos familiares corresponde deslindar si se es o no inocente. Una familia como tal puede resultar algo muy enternecedor, pero eso no es ninguna garantía de inocencia, es más, a veces es un indicio elocuente de lo contrario, sobre todo cuando lo que se investigan son los negocios , trapisondas y camándulas de las familias del poder. Nada personal contra la familia unida y toda la literatura y retórica bondadosa que circula alrededor de ella, pero no está de más recordar cuando ingresamos a los capítulos del poder y el delito, que la célula base de la mafia es precisamente la familia y no hace falta citar a “El padrino” para verificar ese dato. Respecto de la “santa viejecita”, recordemos que el principal sostén de ese mito enternecedor fue el tango hasta que llegó Discépolo y advirtió que la santa viejecita podía ser “la chorra de más fama que pisó las 33”, por lo que, si le vamos a creer a Discépolo al título de madre también hay que merecerlo.

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Uno de los rasgos constitutivos del populismo -sus intelectuales hasta dan letra al respecto- es la presencia del líder providencial. Ese liderazgo siempre se constituye como un emprendimiento familiar que incluye esposas, hijos, maridos y hermanos. La familia. Bendita sea. Los Castro, en Cuba; los Ortega, en Nicaragua; los Kim il Sung, en Corea del Norte; los Assad, en Siria, son ejemplos tan elocuentes como en otros tiempos fueron los Somoza y los Trujillo. Como concepción del poder, la dinastía, es para el populismo tan necesaria como la familia para la mafia. En todas las circunstancias, el proyecto de poder empieza y termina con la familia. Es el lazo de legitimidad más fuerte, el principio más genuino y, si se me permite, el más sincero. Los Kirchner, en ese sentido, se ajustan hasta en los detalles a esa concepción premoderna del poder. A Él lo sucede Ella y a Ella la puede suceder Máximo y mientras tanto su cuñada, su sobrina, su otra hija y su madre participan de una manera u otra de los negocios y son presentados públicamente como titulares legítimos del poder. Que una tonta como Florencia se haya dado el gusto de participar en el acto de sucesión del poder, verifica lo que digo.

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El concepto de poder del populismo en todas las circunstancias es familiar, nepotista. Desde 1945 a la fecha, la excepción fue Menem que se peleó con su esposa porque ella suponía que era la titular de insospechables derechos dinásticos; la ausencia de Zulema nos permitió exhibir el orgullo de contar con Zulemita como primera dama, una falta menor si se quiere, comparada con la que nos obsequió el compañero Giovani Doménico, instalándonos en la presidencia a ese genio deslumbrante de la política que se llamó Isabel, Isabelita para los compañeros que en aquellos años vivaban su nombre transportados por una emoción tan excelsa como pura. De su parentesco genuino con el fascismo, el populismo recurre a la morbosa habilidad de reclutar alrededor del círculo máximo del poder a personajes sórdidos y viscosos extraídos de las cloacas de la sociedad. A los López Rega, los Jorge Antonio, los Lastiri y los Osinde, le sucedieron los Nazareno, los Pierri y los Gostanian; y luego los Báez, los Ulloa, los “Lopecitos”, los “Morsa” Fernández, los Boudou, los D’Elía y los Esteche. Muchos, muchísimos reproches se les pueden hacer a los populistas, menos que no sean coherentes, tan coherentes como un fullero en Las Vegas, un rufián en un prostíbulo, un narcotraficante en la frontera.

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La noción populista de que el poder es algo personal no público, es una consecuencia inevitable. Ya en 2001 los periodistas de Santa Cruz criticaban a los Kirchner por el uso de aviones y recursos del Estado como si fueran personales. Los millones de dólares que recibió por las regalías petroleras siempre los concibió como una conquista personal y así actuó en consecuencia. Las escenas de histeria y narcisismo de Cristina Elisabeth a la hora de cumplir con las fórmulas de la sucesión presidencial se inscriben en el mismo contexto. Para “La que te dije”, Macri es un intruso, algo así como una suerte de “okupa” que como tal debe ser tratado. ¿Neoliberal, conservador, derechista? Paparruchadas; lo que la Señora no soporta de Macri es que le haya quitado lo que consideraba que le pertenecía por derecho propio o por deseos inescrutables de los dioses. Titulares vitalicios del poder, podría decirse que a su manera roban con inocencia, es decir, están convencidos de que tienen derecho a hacer lo que hacen. Si fuera su abogado defensor, trataría de elaborar una estrategia de defensa atendiendo a estas consideraciones.

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Mientras escribo esta nota, las denominadas organizaciones sociales y la CGT marchan a paso redoblado hacia Plaza de los Dos Congresos. Están en su derecho a peticionar a las autoridades; en la Argentina hay más de un treinta por ciento de desocupados y lo sospechoso sería que nadie proteste por ese escándalo de la sociedad y la política. Las perversiones no están presentes en el acto de protesta, sino en las diversas intenciones que se entrecruzan por parte de los organizadores de la marcha. Conociendo el paño, diría que por un lado los “Gordos” de la CGT se suman a esta marcha para tranquilizar a sus bases y de alguna manera cerrar la posibilidad de algún paro general para fin de año. Como estos muchachos no se distinguen precisamente por ser muy leales a sus convicciones es posible que dentro de una semana cambien de actitud, pero por lo pronto están dispuestos a hacer buena letra hasta nueva orden. Por parte de los líderes de las organizaciones sociales, podría decirse que tienen el corazón dividido: por un lado se sienten muy cómodos con Carolina Stanley, pero por razones atávicas necesitan decir que están en contra de este gobierno mientras le arrancan concesión tras concesión con el objetivo final de “sindicalizar” a lo movimientos sociales. Si lo logran sería una hazaña mundial, aunque ya se sabe que a la hora de los disparates, los argentinos solemos anotarnos primeros. Después están los amigos K, los partidarios de la “solución helicóptero”, los muchachos que por un lado reclaman que se levante el impuesto a las ganancias mientras piden aumentos para los planes sociales. La culminación del disparate mayor es la exigencia de crear un millón de puestos de trabajo. Mirá que lindo. Que lindo y qué fácil. La pregunta a hacerle al niño Abal Medina es por qué no lo hizo cuando eran gobierno. Pregunta innecesaria y hasta tonta: no lo hicieron porque hasta hace diez meses la calidad de vida de la Argentina era superior a la de Alemania, la inflación no existía, la corrupción era un invento de Magnetto, la pobreza un acto de estigmatización de los despiadados gorilas, la inseguridad una sensación y la Argentina no se llamaba Argentina sino Jauja y su símbolo nacional era la nariz de Pinocho.

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