Sin duda que el otoño es la mejor estación santafesina. Sus mañanas de sol son impagables; sus atardeceres son una delicia; y las noches invitan al placer. “Visite a Santa Fe en otoño”, debería ser nuestra consigna turística publicitaria. Santa Fe sin calor y sin mosquitos. Santa Fe para disfrutarla. Nosotros, por lo pronto, nos damos los gustos todas las mañanas en el bar. El café, las tostadas, los bizcochos, el té y las galletitas para Marcial. Y el hábito de discutir. Discutir de arriba para abajo; no dejar nada sin examinar.
—Me pareció muy bueno el discurso del gobernador para el 1º de Mayo -dispara Abel.
—Fue un buen discurso -admite José-, pero…
—Ya sé lo que vas a decir… siempre le faltan cinco para el peso.
—Si solamente le faltara eso, sería excelente -admito- porque es maravilloso que un gobernador hable y, encima, estemos de acuerdo en el 95 por ciento de lo que dijo.
—Hay dos o tres puntos que yo le observaría -insiste José- porque muchas veces los errores o las faltas no están en lo que se dice, sino en lo que se calla.
—¿Y se puede saber en qué calló el gobernador? -pregunta Abel algo mosqueado.
—Calló o no puso el énfasis necesario. Por ejemplo, en el narcotráfico y la inseguridad.
—Es que si hubiera hablado de esos temas -interviene Marcial- vos serías el primero en acusarlo de gorila, porque cuando se tocan esos temas inevitablemente los peronistas caen en la volteada.
—Gorileadas no contesto -fustiga José.
—Estabas enumerando los errores -digo- para serenar el ambiente.
—Tampoco dijo algo importante -agrega José- acerca de la concesión de la autopista y las inundaciones.
—Yo insisto -dice Abel- que fue un excelente balance. Sobrio, moderado, preciso. Por primera vez, fueron invitados los ex gobernadores. El balance incluye una excelente relación con la oposición en un país donde la grieta parece ser la constante. No sé… me pareció bárbaro lo que dijo y yo me sentí un ciudadano escuchando el balance de su gobernador.
—¿Terminaste? -pregunta José.
—Podría seguir toda la mañana -responde Abel.
—Yo creo que fue un discurso aceptable -dice Marcial- pero, a diferencia de José, lo que a mí no me gusta es lo que tal vez a él le encante.
—¿Por ejemplo?
—No me gusta el tema de la reelección, sobre todo cuando esa reelección incluye su posibilidad de presentarse como candidato.
—No es ése el motivo de la reforma constitucional.
—Ese argumento vale para la gilada, pero no para mí. En esta Argentina que vivimos, las reformas constitucionales se hacen para asegurarse la reelección y si es posible la reelección permanente. Lo demás es jarabe de pico.
—Yo creo que en lo fundamental lo del gobernador fue un buen balance… sobrio, correcto. Y así como creo eso -remata Marcial- supongo que en algunos puntos tenemos el derecho a discrepar.
—¿Y se puede saber cuál es tu discrepancia? -pregunta ansioso Abel.
—La reelección no me gusta. Entiendo los motivos pero no me gusta cómo se presenta el formato. Tampoco me gusta que no haya una mención a los aportes del gobierno nacional, que han sido importantes.
—Yo no estoy tan de acuerdo -refuta Abel- creo que el gobierno nacional podría haber hecho más por Santa Fe. De todos modos, convengamos que el gobierno de la provincia es respetuoso de las autoridades nacionales y lo es por razones políticas y éticas, en tanto se supone que así debe ser la política, el arte de los acuerdos, el esfuerzo por convivir, para eludir agresiones y desencuentros.
—Todo muy lindo -dice José- pero esos buenos modales que los socialistas se jactan de practicar, no alcanza.
—¿No alcanza a qué?
—No alcanza para disimular conflictos, diferencias… yo creo que este gobierno no es un desastre, pero deja mucho que desear en varios temas. Los socialistas están peleados con la economía real de la provincia. Y en temas institucionales dejan mucho que desear.
—No creo que sean los peronistas los más indicados para observar irregularidades institucionales -chicanea Marcial.
—Yo no quiero hablar en el aire -digo- pero un tema que me parece que se le debe prestar atención es el de SanCor.
—Pequeño tema.
—Gran tema que se está resolviendo mal -acusa José.
—Yo creo que en cuestiones como éstas no se puede hacer demagogia. SanCor anda mal por muchos motivos; algunos coyunturales y otros más de fondo. Es verdad que las inundaciones conspiraron contra la producción lechera, pero los tambos estaban cerrando desde antes por los malos precios y, sobre todo, por las pésimas políticas nacionales de los tiempos K que hicieron del campo su enemigo preferido -afirma Marcial.
—¿Hasta cuándo vamos a ser nosotros los peronistas los responsables de todo lo que sale mal en la Argentina? -se queja José-. Y les recuerdo que en la provincia de Santa Fe los peronistas hace más de diez años que no somos gobierno…
—Gracias a Dios.
—Pero, además, en esta empresa cooperativa hay otros problemas que no tienen que ver directamente con la política.
—Yo quiero mencionar al pasar -dice Abel- que el arreglo con Venezuela no fue la decisión más feliz.
—Puede ser -digo- pero admitamos que ese arreglo se hizo porque SanCor ya venía con problemas.
—Si vamos a decir las cosas como son -interviene Marcial-, hay que decir sin pelos en la lengua que ninguna empresa lechera o de lo que sea puede funcionar con una planta gerencial gigantesca adobada con sueldos altísimos… y un sindicato extorsionador que se queda en nombre de los trabajadores con una tajada grande de los ingresos de la empresa.
—¿Extorsionador por qué? -pregunta José que nunca le gusta que se ataquen a los sindicatos.
—Extorsionador por la sencilla razón que la leche se echa a perder en dos patadas, motivo por el cual un paro es siempre la amenaza de una catástrofe para los productores. A eso, agregale los hábitos y las mañas del sindicalismo peronista.
—O sea -insiste José- que, según tus sabias palabras, el arreglo una vez más será dejar a los trabajadores en la calle… ¿esa solución original es la que plantean los cerebros de la economía macrista? Los patrones siempre chochos de la vida.
—Si mi pregunta no es indiscreta o molesta… ¿se puede saber quiénes son los patrones de SanCor?
—…
—La cesantía de los empleados no la resuelve Macri ni mucho menos el gobierno provincial o la intendencia de Sunchales.
—¿Y quién la resuelve?
—Lo tendrá que resolver la empresa, me imagino…
—Pero el gobierno provincial ha dicho que no va a permitir que SanCor se caiga.
—El gobierno provincial o nacional pueden ayudar, pero en primer lugar la que se tiene que ayudar a sí misma es la empresa.
—Comparto -digo-, los números disponibles de la crisis no dejan lugar para la magia.
—¿Cómo es eso?
—Sencillo; SanCor produce leche como para dar trabajo a 1.000 empleados y cuenta con una planta de 4.000 trabajadores con sueldos promedio de 55.000 pesos ¿Cómo se arregla esa diferencia? ¿La paga la provincia… la paga la nación? Y si la pagan … ¿por cuánto tiempo?
—La otra posibilidad es que a la empresa la compre algún otro grupo empresario.
—No creo que nadie quiera comprar una empresa lechera colapsada en toda la línea… pero si así fuera, los problemas son los mismos: ¿cómo aumentar la producción lechera en las actuales circunstancias? ¿Cómo sostener un empleo sobredimensionado? No hay muchas respuestas a esas preguntas -sintetiza Marcial.
—No comparto -responde José.