La encrucijada de octubre

Es difícil, muy difícil, en las sociedades modernas conocer las motivaciones del electorado. Se pueden registrar tendencias, orientaciones, los trazos más gruesos, pero la clave que domina la intención de voto es de muy difícil acceso, entre otras cosas porque sencillamente no hay una sola clave, porque las decisiones de la gente son diversas y algunas de ellas -algunas cuantas, dicen algunos- suelen ser inexplicables para la lógica de los políticos e incluso de la política.

Está claro que si hay una catástrofe nacional las opciones se pueden simplificar, pero por lo general lo que predomina es la fragmentación, y esto explica por qué las encuestas promovidas por hombres inteligentes y conocedores del tema se equivocan y, más allá de la supuesta objetividad, terminan siendo dominados por sus simpatías y sus intenciones… sus buenas y malas intenciones.

Si lo dicho vale en general, vale con mucha más intensidad para los comicios previstos para octubre, en los que, más allá de la disputa por los cargos legislativos, lo que se disputará en serio será si continúa el macrismo o retorna el kirchnerismo. Por supuesto, habrá otras alternativas. Por ejemplo, la de la proclamada “calle del medio” que intentará ser expresada por Sergio Massa o Florencio Randazzo, una calle del medio que, a juzgar por las orientaciones actuales, corre el riesgo de transformarse en una callecita e incluso en una senda.

¿Tanto se juega en octubre? Por lo menos en estos pagos las elecciones intermedias han sido determinantes. Para no ser tan escatológicos, admitamos por ejemplo que si el macrismo pierde en provincia de Buenos Aires no necesariamente llega “el fin del mundo”, pero convengamos que su situación política se complica mucho. Alguien dirá que en Estados Unidos no ocurre así. Claro… en Estados Unidos. Pero sucede que en estos pagos y con el peronismo en la oposición, una derrota del macrismo alentaría a los partidarios de la denominada solución helicóptero.

Las elecciones, los procesos electorales suelen ser paradójicos en muchos aspectos. Tal vez el más distintivo se expresa en el hecho de que en una elección puede llegar a jugarse el destino de la nación mientras que el electorado suele votar más por razones coyunturales que por razones estratégicas.

¿Será así en octubre? Habrá que ver. Los humores del electorado cambian, pero no siempre es así. Precisamente, lo que las encuestas intentan medir es la velocidad u orientación de esos cambios, una medición que no es fácil determinar, aunque en principio tal como se presentan los hechos es probable -insisto en la palabra “probable”- que la elección se polarice entre macristas y kirchneristas.

Podríamos decir que la oposición entre Cambiemos y el peronismo suena más prolijo, más institucional, pero las preferencias, sentimientos, pasiones y también indiferencias de la gente no suelen ser prolijas. Por otra parte, en una elección intermedia, las realidades locales y provinciales suelen ser determinantes. Ocurre que la realidad es compleja, pero sus desenlaces se suelen simplificar.

¿Macrismo o kirchnerismo entonces? Con los matices del caso es la contradicción más probable, lo cual no necesariamente quiere decir que para muchos sea la más justa, ni siquiera la más interesante, pero es la real. Y ese don de lo real en política suele ser necesariamente justo e interesante para esa encrucijada clave de la política que es la coyuntura.

Admitamos, además, que en una elección participan varios electorados, que las preferencias de los votantes son diversas y van desde las decisiones más antojadizas y caprichosas a las más meditadas y racionales. Sin embargo, hay una lógica interna que termina por imponerse. Hay diversidad, pero al mismo tiempo hay polarizaciones, alineamientos mayoritarios, polarizaciones cuyas partes también se constituyen en la diversidad. Se vota a Macri o a Cristina por diferentes razones y en muchas ocasiones más que votarlos a ellos se vota en contra del otro o de la otra; se vota para que alguien no llegue al poder. Y entonces se opta no por lo mejor, sino por lo menos malo o en contra de lo detestable.

¿Por qué no lo mejor? Porque en general uno de los rasgos distintivos de la política contemporánea es que lo que se califica como “lo mejor” no suele ser la opción mayoritaria, entre otras cosas porque no es tan fácil ponerse de acuerdo con respecto a lo que en política se entiende como “lo mejor”, cuando no, lo mejor en política no es un lugar que reposa en el cielo edulcorado de las buenas intenciones, sino apenas lo posible o lo menos malo.

Admitamos, con los reparos del caso, que si bien en las elecciones de octubre se disputarán cargos electivos, desde el punto de vista de la política la disputa central será entre kirchnerismo y macrismo. El kirchnerismo intentará instalar la idea de que el país está gobernado por un puñado de millonarios insensibles y explotadores, mientras que el macrismo se esforzará por explicar que el retorno del kirchnerismo será el retorno de la corrupción y de los saqueadores en sus versiones más salvajes y brutales. Por supuesto, nadie aceptará ser ubicado en el lugar que intenta ubicarlo su adversario. Los macristas no admitirán ser quienes expresan un gobierno de millonarios; y los kirchneristas dirán que no son corruptos y que esa imputación responde a la mala fe de sus adversarios.

Sin embargo, una cosa es lo que los dirigentes se propongan y otra es la que hacen los votantes. Es verdad que existe una relación entre dirigentes y dirigidos, pero esa relación no es lineal ni mucho menos automática. Una elección, en definitiva, la gana quien logra instalar sus consignas en el sentido común de la sociedad o es capaz de colocar a su rival a la defensiva.

Este proceso tampoco es tan caprichoso como parece serlo al primer golpe de vista. Está claro que si la economía se cae a pedazos y la gente no cobra los sueldos o alguna tragedia parecida, el llamado voto “bolsillo” y voto castigo se impondrá sobre el voto institucional o el voto oficialista. Pero también está claro que si esto no ocurre y los episodios de corrupción perpetrados en el pasado por el kirchnerismo siguen ocupando la primera plana de los medios, es muy probable que el voto para impedir que regrese el pasado tenga muchas chances de ser mayoritario.

Por lo pronto, daría la impresión de que la economía no va a estallar, aunque se abre un interrogante acerca de si va a mejorar y si esas mejoras serán percibidas por la sociedad. También es cierto que si bien el kirchnerismo expresa la opción mayoritaria del peronismo, objetivamente es la candidatura de la derrota, porque salvo una catástrofe, mayoritariamente los votantes no quieren que retorne Cristina.

De ello, se deduce que la polarización Macri o Cristina es la que más le conviene al oficialismo con la paradoja de que por esos avatares de la política, el peronismo parecería no estar en condiciones de elegir una opción mejor. Insisto: es muy arriesgado hacer pronósticos, pero es posible establecer algunos de los escenarios probables. En elecciones legislativas, es complicado además adelantar resultados pero está claro que la batalla principal se dará en provincia de Buenos Aires, al punto que muy bien podría decirse que quien gane en ese territorio será el ganador político de la contienda nacional. ¿Seguro? A Seguro lo llevaron preso, pero, como se dice en estos casos, en política tenemos derecho a dudar y es necesario dudar, pero después hay que actuar como si no se dudara.

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