Doce hombres en pugna y el caso Farré

El bar es un invento del invierno. La sesión de café, periódicos y charla despliega todas sus posibilidades durante los días de frío. No sé la razón ni me importa, pero lo cierto es que con el frío, en la mesa de café todo es más acogedor.

—A Farré finalmente el jurado decidió condenarlo por unanimidad -comento.

—Se lo merece por hijo de puta -responde Abel-, además si alguna duda tenía sobre la calaña de ese tipo, la carta que leyó en el juicio me confirmó que es una basura a tiempo completo.

—A mí el tipo me dio algo de pena -digo.

—Salí a la calle a pedir por su libertad -exclama José-, así que ahora el señor Farré es algo así como una víctima.

—Yo lo único que dije es que el tipo me dio pena -me defiendo-, no dije que había que dejarlo en libertad o que había que disculparlo por su crimen… creo que es “un muerto en vida” y va a pagar en vida el daño cometido… lo va a pagar con cárcel, con la condena social y, sobre todo, con la condena de sus hijos.

—De los cuales se acordó en la carta ahora -observa Marcial-, porque hace casi dos años que está en cana y jamás intentó comunicarse con los hijos…

—Admitamos que a los hijos los puede querer sinceramente…

—Como quiere un enfermo… pero además, en términos concretos, ¿cómo se puede querer a un hijo al que se le mata la madre? -pregunta Abel.

—Yo, si me permiten -dice José- creo que se quedaron cortos… a esta bestia habría que matarla para que no haga más daño…

—No comparto -digo-, primero, porque Farré no es una bestia, porque dudo de que una bestia se porte con tanta crueldad y ferocidad; pero creo, además, que la pena de muerte no sólo es objetable éticamente e incluso religiosamente, sino que creo que si lo que se quiere es castigar, mucho más castigo es la cadena perpetua que la muerte que dura un segundo.

—Lo que decís es opinable -observa Abel- primero, porque según la Constitución, las cárceles no son para castigo…

—Ese es un principio en el que nadie puede estar en desacuerdo -dice Marcial- pero convengamos que estar preso es en sí mismo un castigo… ¿o de qué otra manera se lo puede calificar? Yo sé que entre los académicos del Derecho estos temas se discuten y mucho, pero para los legos un tipo va en cana en primer lugar para pagar la deuda con la sociedad, es decir para pagar por los crímenes cometidos.

—Una vez a Jorge Luis Borges lo fue a visitar una institución de derechos humanos para que firme por un preso condenado. Borges se manifestó dispuesto a firmar, pero antes preguntó cuáles eran las posibilidades de ese preso. Los visitantes le explicaron que estaba condenado a muerte y que si se ejercía la presión del caso podía impedirse la ejecución. Borges, algo inquieto, les preguntó si ellos habían conversado con el preso acerca de lo que le podía pasar. Lo miraron con asombro y entonces Borges terminó diciéndoles: ¿Pero ustedes le preguntaron a ese buen señor qué es lo que prefiere, si morir en el acto o quedar preso toda la vida?… porque en mi caso yo preferiría mil veces morir en el acto.

—Cosas del viejo Borges -comenta Abel.

Juicio por Jurado

—A mí lo que más me llamó la atención fue lo del Juicio por Jurado -dice José.

—Me hizo acordar a las películas norteamericanas y las series el estilo Perry Mason.

—Lo interesante en este caso -digo- es que el fallo del jurado se dio por unanimidad.

—Lo que digo siempre -se ufana José-, el pueblo nunca se equivoca.

—Tanto no se equivoca -refuta Marcial- que lo votó a Macri.

—No empecemos -dice Abel.

—A mí lo del juicio por jurado me hizo acordar a esa famosa película de Sidney Lumet “Doce hombres en pugna”.

—Una película del tiempo de María Castaña.

—Puede ser… se vio en pantalla en 1957.

—Henry Fonda está formidable -comenta Marcial.

—Como siempre -agrega Abel.

—Yo a la película no la vi -confiesa José-, ¿de qué trata?

—Es un jurado -explico-, integrado por doce hombres, doce hombres blancos que van a decidir sobre la condena a muerte o no de un joven de 18 años que mató a su padre.

—¿Y?

—Como se da en estos casos: se escucharon los argumentos de los fiscales, la tibia defensa del acusado, representado en este caso por un defensor de oficio, que lo que menos tiene ganas es de defenderlo… y finalmente los doce miembros del jurado se retiran para deliberar.

—Hay que agregar -observa Marcial- que el jurado es heterogéneo, que si bien todos son hombres y blancos, allí hay pobres y ricos, buenos y malos, ocupados y desocupados, jóvenes y veteranos.

—Es verdad -digo-, pero lo interesante es que en principio parece que el veredicto va a ser de condena por unanimidad, pero de pronto cuando nadie lo espera, uno de los integrantes, Henry Fonda, vota en disidencia. Asombro y malestar, sobre todo en algunos que quieren desocuparse lo más rápido posible.

—¿Y cuáles son los motivos del señor Fonda para ponerse a favor del asesino? -pregunta José.

—Exactamente lo contrario de lo que vos sospechás -responde Marcial-. Fonda no duda sobre la responsabilidad del acusado y sobre la condena que se merece.

—¿Y entonces se puede saber por qué vota en contra?

—Porque considera que el caso no ha sido examinado debidamente y que es necesario recapitular y expresar con claridad cuáles son las razones para condenarlo.

—En definitiva -digo- lo que propone es una deliberación más amplia, que vayan más allá de las culpas del acusado, porque una pena de muerte merece discutirse con más detenimiento y exponiendo argumentos más consistentes… en definitiva, lo que Fonda reclama es que el jurado se ponga las pilas y se haga cargo de su responsabilidad, de su enorme responsabilidad.

—¿Y cómo termina?

—Que con los rezongos de algunos y los enojos de otros, el tema empieza a discutirse y a medida que se avanza en la discusión, algunos comienzan a cambiar de opinión…

—¿Y cómo termina?

—Yo nunca cuento cómo termina una película… no es bueno ni aconsejable… Andá a algún local de videos y alquilate a “Doce hombres en pugna”, porque vas a pasar, no sé si un buen momento, pero sí un momento interesante.

—Está bien… pero no me queda claro por qué traés este caso a la mesa… ¿Vos creés que a Farré hay que revisarle la condena?

—A Farré hay que revisarle la cabeza… pero después creo que merece ser condenado, el crimen que cometió fue horroroso, bárbaro, injusto y además premeditado…

—¿Pregunto yo -dice José-, esta chica, Claudia… cómo es que confió en ese tipo?

—Esas cosas nunca se pueden saber… por eso es una tragedia… una tragedia porque los protagonistas quedan atrapados en un escenario del que fatalmente no pueden apartarse.

—Yo creo que es así… y estoy totalmente de acuerdo con que Farré se pudra en cana; pero las mujeres deberán aprender a apartarse de esos personajes enfermos que eligen como maridos o novios…

—No es tan fácil -digo- además no es justo responsabilizar a las mujeres por los hombres que eligen… En lo que se debe insistir es en que el hombre que golpea y mata a una mujer debe ir en cana. Y lo que se debe insistir es que los jueces y policías se hagan cargo de las denuncias.

—Todo bien y estoy de acuerdo… pero a todo esto yo agrego lo que alguna vez le dijo mi abuelo a su hija cuando se divorció del marido, que era un desastre.

—¿Qué le dijo?

—Yo, nena, estoy a tu lado siempre, pero en nombre del cariño que te tengo lo único que te digo es lo siguiente: la próxima vez que elijas novio o marido, apuntá mejor.

—No comparto -digo.

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