De Sarandí a La Salada

—Viajé toda la noche -informa José y se deja caer sobre la silla; se lo ve cansado pero satisfecho. No se queja, todo lo contrario.

—¿Algún problema familiar? -pregunta Abel.

—No, nada que ver… Estuve en el club Sarandí, acompañando a la compañera Cristina.

—Dios mío -murmura Marcial, en voz baja.

—¿Y qué tal? -pregunto.

—¿Qué tal qué? -repregunta José.

—Contanos cómo te fue, qué viste… -dice Abel.

—Si es que viste algo -agrega Marcial-, porque los cargan en los colectivos, los bajan, les dan las consignas que deben gritar y lo único que ven en serio es el choripán que les entregan.

—Seguí subestimando al pueblo -reprocha José a Marcial-; yo además no viajé en colectivo, fuimos en auto con otros compañeros.

—Se me ocurre que el Morsa Fernández o el compañero De Vido o el militante Boudou también viajan en auto, pero a la perrada la cargan en colectivo.

—Son compañeros, no perrada.

—Si fueran compañeros como vos decís, los deberían tratar mejor.

—Los compañeros van en colectivo, porque no tienen para ir en auto, como los gorilas que fueron a protestar frente a Comodoro Py.

—¿Así que no tienen para ir en auto -se pregunta Marcial con tono burlón-, pero sí tienen para ir a la cancha de fútbol, o para irse al centro a festejar que Boca salió campeón?

—No es lo mismo.

—Depende -responde Abel-, pero lo que importa señalar es que cuando los pobres creen en algo o los domina una pasión no necesitan de colectivos para ir…, también se debe decir que la única pasión genuina de las clases populares es el fútbol.

—Creo que nos estamos yendo por las ramas -digo-, que José nos cuente qué vio en el acto de Sarandí.

—Se las hago corta: Cristina estuvo magistral, una reina, una compañera, una conductora, una líder.

—Diosa -exclama Marcial.

—Volvemos -dice José-; ahora ganamos estas elecciones, y en 2019 Cristina es presidente de nuevo.

—Me voy a vivir al Congo -exclama Marcial-; yo otra temporada a esta tarada no la soporto.

—Y vamos a volver con el voto del pueblo.

—Primero ganen las elecciones -dice Abel-, cosa que no la veo tan fácil. Juntaron gente en Sarandí, pero si a mí me dan todos esos colectivos yo también la junto.

—No se olviden -digo- que a esa misma hora en Comodoro Py se juntaban miles de personas para reclamar justicia.

—Y sobre todo cárcel para Ella… -agrega Abel-, porque el gran escándalo moral de este país es que esta buena señora no esté presa. Y no sólo no esté presa, sino que además pretenda ser candidata.

—Nos quieren proscribir como en 1955.

—No comparen cosas que no son comparables -digo.

—Digan lo que digan -exclama José-, la compañera Cristina está en carrera…

—En carrera se va a tener que poner cuando los jueces decidan meterla presa.

—Lo único que se les ocurre a los gorilas es meter presos a quienes no piensan como ustedes.

—Repartamos las culpas con ecuanimidad. El hábito de meter presos a quienes no piensan igual les pertenece a ustedes, a los peronistas -responde Marcial.

—A mí lo que me llama la atención -dice Abel- es la mimetización con los actos del PRO. Como dijo un periodista: faltaba que larguen globos amarillos.

—A mí lo que me llama la atención es la frescura de esta gente -digo-, campeones de la inflación, de la corrupción y la caída de los índices sociales y no tienen empacho en presentarse como salvadores de la patria.

—Digan lo que quieran -consiente José-, pero la gente sabe, y sabe muy bien, que en los tiempos de Cristina vivía mejor.

—Eso no lo creo -digo-, los números no dicen eso… Lo que ocurre es que a cualquier persona que le pregunten si antes no estaba mejor dirá que sí, por ese viejo principio que ya escribió un poeta hace más de mil años, que reza “Como a nuestro parecer cualquier tiempo pasado fue mejor”.

—Los testimonios de la gente no son ésos -responde José.

—Ese cuento díganselo a los giles -se queja Marcial-, eso de llamar a alguien para que suba a la tribuna y cuente su desgracia es una maniobra más vieja que la escarapela. No jodamos…, aunque tengamos el gobierno mejor del mundo siempre habrá alguno con ganas de quejarse.

—Sus historias de vida cotidiana -dice José.

—Un carajo historia de vida cotidiana -contesta Abel-, la vida cotidiana es singular, espontánea, y al mismo tiempo anónima… Es decir exactamente lo opuesto a lo que hicieron el 20 de Junio, en Sarandí.

—Macri hace lo mismo.

—Y también será un verso. Elegir un grupí y hacerle creer a la gente que quien habla es una persona del común es un cuento y el que tenga ganas de creerlo que lo crea.

—Lo que a mí me llama la atención -observa Abel- es la decisión de la Señora de abrirse del peronismo.

—¿Estás seguro? -pregunto.

—Y sí, claro que estoy seguro… no va con el Partido Justicialista.

—Pregunto -digo- ¿cuándo el Partido Justicialista fue importante para el peronismo?

Me respondo solo: nunca. Para el peronismo lo importante siempre fue el movimiento nacional y el líder, lo demás no cuenta. Y el primero que sabe esta verdad elemental del peronismo es Perón.

—¿O sea que para vos Cristina es peronista? -pregunta Abel.

—¿Qué duda te cabe? -respondo-, peronista y de las mejores.

—¿De las mejores?

—Para la cultura peronista por supuesto… de las mejores… lo cual no quiere decir que sea lo mejor para el país.

—Toquen la guitarra y diviértanse -dice José-, pero lo cierto es que la Argentina está cada vez peor y la culpa la tiene el gorila de Macri. No alcanza la plata, los precios están cada vez más altos, cierran las fábricas, les desconocen derechos a los trabajadores…

—Lo siento por vos -dice Marcial-, pero no es así… las cosas no andan del todo bien, pero andan mejor que cuando estaban ustedes y los ladrones eran poder.

—No jodan… se meten con la gente… miren ahora lo de La Salada…

—Sí claro, La Salada -comento-, ese capitalismo lumpen y mafioso que los peronistas alientan. La Salada, acompañando a la compañera Cristina Elisabeth a Angola… La Salada…, explotando mano de obra esclava, fuera de la ley y dirigida por multimillonarios como Castillo… ¿Es ese el país que pretenden ofrecernos?… ¿Les gusta cómo esos hijos de mala madre aprietan a los pobres, golpean a las mujeres, explotan niños? ¿Ése es el modelo de país que quieren?

—La Salada da empleo…

—La mafia también da empleo -contesta Marcial-, y muchas veces muy bien pago; pero un Estado que se precie de tal no puede permitir actividades mafiosas al margen de la ley… O hacemos un país decente, o nos dedicamos todos a la joda y que gane el mejor…

—No comparto -concluye José.

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