Ahorremos adjetivos, descalificaciones e insultos. Digamos simplemente que el problema del kirchnerismo es que vive instalado en el error. Mientras ejerció el gobierno, esa relación deformada de lo real era visible pero lo disimulaban los atributos del poder. Sin la presidencia, el error es lo único que los distingue. Así son las cosas. El kirchnerismo es un fenomenal error, un grotesco malentendido. ¿Cómo lo fue el menemismo? Como lo fue el menemismo, incluidas las diferencias retóricas del caso. Si esto es así, está claro que el tiempo político del kirchnerismo inició hace rato su cuenta regresiva. En política uno puede equivocarse, pero lo que no se puede hacer es estar instalado en el error y ufanarse de ello. Se puede ser liberal o socialista, conservador o radical, pero lo que no se puede ser es necio y torpe. Y el kirchnerismo es la necedad y la torpeza desplegadas en la política. Los últimos acontecimientos confirman que no sólo están equivocados, no sólo les gusta jugar con cartas marcadas y apostar a todas las variantes de la truhanería y la mala fe, sino que además están cómodos jugando el rol de canallas. Desde que perdieron las elecciones en 2015 no hicieron otra cosa que precipitarse en la confusión y acentuar todos los rasgos detestables que ya los distinguían. El problema no son sólo las prácticas que los distinguen sino los diagnósticos que elaboran de la realidad, las fantasías y leyendas que traman y, sobre todo, la ciega y terca convicción de que están en lo cierto. De mitos y disparates Veamos sino. Los muchachos se entusiasman diciendo que el gobierno de Cambiemos es el retorno a la Revolución Libertadora de 1955. El argumento históricamente es insostenible, pero en el universo de los mitos todo es posible porque allí la historia no tiene lugar con sus avatares de cambios y transformaciones. Por el contrario, para esa crasa mitología todo está condenado a repetirse. Cualquier coalición es la Unión Democrática, cualquier gobierno no peronista es la Libertadora, cualquier proyecto alternativo al populismo es la dictadura militar. Si Macri es Aramburu, está claro que ellos son la resistencia peronista, los protagonistas de una oposición que no vacilará en recurrir a la huelga salvaje, al caño y a lo que sea para cumplir con el objetivo patriótico de lograr el retorno del líder o, en este caso, de Ella. Desde esa subjetividad están abiertas todas las puertas y portones para los disparates más extravagantes. El otro registro es equivalente pero con unos grados más de alienación. Macri es la dictadura, Macri es Videla. Su objetivo es hambrear al pueblo y matar a todos los disidentes. Inútil explicarles que Macri no es Videla, que María Eugenia Vidal no es Viola y que Elisa Carrió no es Suárez Mason. Ellos están convencidos de que así es y actúan en consecuencia. El gobierno de Cambiemos no es el rival, no es el adversario, no es el contrincante, es el enemigo y al enemigo no se lo combate con las reglas de la política sino con las de la guerra. El kirchnerismo está en guerra. Como lo escucharon: guerra contra el gobierno oligárquico e imperialista que representa a los ricos y disfruta contemplando cómo los pobres se mueren de hambre. Una guerra que la Señora declaró sin disimulos el día mismo que tuvo que entregar el poder. El error posee la virtud de abrazar a todos en el mismo pecho: a los que se hunden en él desde la buena fe y a los que están allí porque sospechan que es el único camino que les permitiría eludir la cárcel. Es que el kirchnerismo además de su condición populista y sus hábitos farsescos, se parece cada vez más a “una sórdida crónica policial”. Y es muy probable que en el futuro sea recordado por esa exclusiva condición. El martes pasado la Señora celebró uno de sus rituales y anunció con tono festivo que Unidad Ciudadana ¡¿!? había ganado. La elección que sus profetas habían vaticinado que ganarían por dos millones de votos concluyó en un final cabeza a cabeza, el anticipo de un final para octubre que no da lugar a ningún optimismo. Perdieron en casi todo el país. Lo que vislumbraban como el Cristinazo no fue más que un papelón, pero Ella dice “Ganamos”. Y luego agrega que dos de cada tres argentinos votaron contra Macri, un mecanismo de razonamiento tan válido como decir que nueve de cada diez argentinos votaron contra Cristina. Del error al horror Como el mensaje de las urnas es que la campaña contra el supuesto plan de hambre contra el pueblo no dio los resultados esperados, ahora la variante es que Macri ordena asesinar a los disidentes. Santiago Maldonado sería la primera víctima pero no la última. Mejor dicho, es la víctima 30.001. Maldonado desaparecido. En términos políticos y atendiendo a nuestra historia, la condición de desaparecido exige dos requisitos: una orden expresa de matar y, luego, la negación de la víctima. Nada de esto ocurre en la realidad, pero a los K esa objeción no les importa. Sus mitos y pulsiones son más fuertes. Conclusión: Macri ordenó matar a Maldonado y ahora lo niega. Imposible explicarles que esa orden sólo existe en sus afiebradas fantasías y que el gobierno nacional en lugar de negar que Maldonado está desaparecido hace todos los esfuerzos para hallarlo, tal vez por básicas razones humanitarias, pero en términos políticos porque resulta más que evidente que el principal perjudicado por esta desaparición es el gobierno nacional. Al respecto, llama la atención que un gobierno que no ha vacilado en cesantear policías corruptos -los mismos que el kirchnerismo protegía- ahora esté, según ellos, decidido a proteger a los gendarmes que supuestamente asesinaron a Maldonado. Aceptemos que un milico haya matado a Maldonado “sin querer o queriendo” y que luego hayan decidido protegerse entre ellos. Esa posibilidad en principio debe probarse, pero supongo que el gobierno que no vaciló en poner entre rejas al represor y corrupto de Milani, no dudaría un instante en sancionar al gendarme o a los gendarmes que se hubieran propasado con Maldonado. Pero para los K esta posibilidad jamás puede ser tenida en cuenta. Previo a cualquier consideración se impone el dogma que afirma que el gobierno de Macri “cierra con represión”. Y Maldonado confirma el dogma en toda la línea. Es que vivir instalado en el error no es sólo un disparate teórico, es, por sobre todas las cosas, un ruidoso disparate práctico. No les alcanzó a los K con decir que Macri es Videla. Ahora salieron a la cancha los impresentables de Ctera con Baradel y Yasky a la cabeza. Raro lo de estos muchachos. En estas semanas no dijeron una palabra sobre los setenta mil niños que en Santa Cruz están sin clases, pero ahora no sólo se les estruja el corazón por Maldonado, sino que además elaboran instructivos para dictar en clases. Un sindicato, escuchen bien, un sindicato con su oronda burocracia pobre en logros educativos pero rica en infamias, impone a la escuela pública supuestos contenidos educativos. Ni los exponentes más rufianescos del sindicalismo criollo se hubieran animado a tanto. El sindicato imponiendo contenidos educativos. Ctera dictamina quién es culpable o inocente. A la farsa y el circo se suman algunos ministros y ministras de Educación, la mayoría de los cuales jamás en su vida firmaron una solicitada o participaron en una movilización, en tiempos en los que defender los derechos humanos significaba un riesgo y no rentas como parece ser en la actualidad. Nada nuevo bajo el sol de populismo. Adoctrinar a los niños. Manipular sus corazones, violar su inocencia. Pobres chicos: ayer “La razón de mi vida”, hoy los instructivos de Ctera. El rasgo distintivo de los regímenes totalitarios es precisamente la politización de los pibes. Es lo que hicieron los nazis, los comunistas y los fascistas. Es lo que pretenden hacer Yasky y Baradel. Como puede apreciarse, estar en el error es un problema, un problema que afecta a los que se empecinan en ello. Pero lo que ahora pretenden hacer con los niños es algo mucho más serio, mucho más perverso y sórdido, algo que muy bien podría calificarse como el pasaje del error al horror. |