—Faltan quince, veinte días para las elecciones -comenta Abel.
—Y ganamos de orejita parada -completa Marcial-, ¡Macri para todo el mundo, carajo!
—Yo no cantaría victoria… -digo-, no es bueno festejar y gastar plata antes de tiempo.
—Como dijo el general -proclama José-, la única verdad es la realidad y la realidad nos dice que el pueblo está cada vez peor.
—Una vez más te equivocás -apunta Marcial-, los que están cada vez pero son ustedes, los kirchneristas. La gente de la calle empieza a estar bien; la inflación baja, el consumo crece, los créditos hipotecarios llegan cada vez a más gente… y los jefes de ustedes están con un pie en la cárcel.
—El peronismo se va a recuperar -balbucea José.
—El peronismo tal vez se recupere, pero los que no se recuperan más son los kirchneristas. Lo siento por ustedes, pero no vuelven más; lo que quiere decir que no vuelven más a robar y a cometer todas las tropelías a las que estaban acostumbrados.
—La historia nos va a juzgar.
—Seguramente, pero no los va a absolver, porque en el presente ya están juzgados y condenados.
—Les guste o no -insiste José-, la historia deberá admitir que hay cosas que hicimos bien.
—Esa es una generalidad tan hueca como decir que la vida es linda o que la gente es buena… Si vamos a entrar en esos detallismos, cualquier gobierno tiene cosas buenas o malas, cualquiera, hasta a Hitler le podemos reconocer que algunas cosas hizo bien, pero ese relativismo no sirve a la hora de evaluar a un gobierno.
—No sé a dónde querés llegar.
—A que el gobierno kirchnerista en lo que importa fue corrupto, perverso y autoritario. Después te puedo reconocer que como en cualquier lugar hay tipos que son mejores que otros, o que hubo gente que creyó de buena fe en el kirchnerismo… pero lo que importa es la orientación general, aquello que fue decisivo en términos de poder, de aprovechamiento de oportunidades…
—Yo creo -digo- que a veces dramatizamos innecesariamente los rigores de la política. La Argentina está muy lejos de ser un Paraíso, pero debemos admitir que desde México para abajo es el país donde mejor se puede vivir.
—¿Estás seguro?
—Casi seguro. Mirá lo que es México con más de cien mil muertos en los últimos diez años, como consecuencia del narcotráfico; mirá lo que es Brasil en términos de pobreza, inseguridad, violencia social, incluso corrupción; mirá Colombia o Venezuela…
—Chile está mejor que nosotros.
—Te puedo admitir que en los últimos años sus gobiernos han sido más respetuosos de las leyes, menos corruptos, han estado más en sintonía con lo que pasa en el mundo -digo-, pero a pesar de todo eso yo prefiero ser pobre en la Argentina que en Chile, y prefiero ser de la clase media argentina que de la clase media chilena.
—Yo a veces tengo la sensación de que nos quejamos porque el aire es gratis -dice Abel-. Mirá sin ir más lejos lo que pasa en EE.UU… un tarado empieza a los tiros contra la multitud y mata a casi sesenta personas… Imaginate si eso pasara en la Argentina…
—Como para darte la razón -digo-, mirá lo de España… Pensá cómo viviríamos nosotros si Mendoza o Córdoba o Santa Fe quisieran separarse de la Argentina y fundar un país propio…
—A mí la teoría de mal de muchos -observa Marcial- nunca me terminó de conformar… Es verdad que en el mundo pasan cosas terribles, pero esto es igual a que yo me resigne a mi vida y renuncie a progresar o a hacer mejor las cosas, porque en el mundo hay personas que sufren o son más pobres que yo… Con esa filosofía de vida estaríamos en el horno…
—Por única vez en mucho tiempo -admite José- voy a coincidir con Marcial. En el mundo pasan cosas terribles, pero eso no nos puede resignar…
—Comparto -digo-, pero admitamos que es un punto de referencia a tener en cuenta. Sobre todo en este país donde pareciera existir una suerte de masoquismo nacional… si algo hay que criticarles a los argentinos es que teniendo un país con tantos recursos humanos y naturales, no estemos mucho mejor de lo que estamos.
—Guarda con el exitismo criollo… con la vanidad de creernos que los argentinos somos los mejores del mundo… Mirá lo que nos pasa con el fútbol -advierte Marcial-, nos creemos, no sé por qué, los mejores del mundo y ahora no sabemos si nos vamos a clasificar para el Mundial.
—Nos vamos a clasificar, a Perú le vamos a hacer una goleada -exclama Abel.
—¿Una goleada como la de 1978 o como la que le hizo River hace un par de semanas a los bolivianos? Goleadas sospechosas…
Los mejores del mundo
—No me digás -dice Abel- que vos sos de los que creen que esos partidos se arreglaron.
—Ni creo ni dejo de creer, pero admitamos que fueron goleadas sospechosas.
—Esto no va para el partido de hoy -digo.
—Vamos a verlo, pero de lo que estamos hablando es de que nos creemos los mejores del mundo y resulta que estamos arañando la clasificación.
—No soy futbolero, pero sé que el fútbol argentino es bueno.
—Yo también creo que es bueno y punto. Pero de allí a creer que somos los mejores del mundo hay una gran distancia, una distancia que es la que existe entre lo que pensamos de nosotros mismos y los resultados de los partidos.
—Yo no soy exitista -aclara Marcial-, pero convengamos que el fútbol, los jugadores de fútbol son una de las exportaciones más exitosas de los argentinos. Si nuestro nivel de exportación y de calidad de exportación en el rendimiento de la economía se pareciera al fútbol, seríamos una de las grandes potencias del mundo.
—Eso es verdad -dice Abel-, nuestros muchachos se lucen en el mundo. Futbolista argentino en cualquier parte es sinónimo de calidad. Después de todo somos los que hemos producido a un Maradona, a un Messi…
—Y si vamos para atrás agregale a un Distéfano o a un Sívori…
—Me van a convencer de que somos los mejores del mundo.
—No sé si los mejores -admite Marcial-, pero seguro que no somos los peores y si hay que elegir a los cinco grandes países del fútbol, Argentina está en ese pelotón.
—A mí lo que me dejó pensando -digo- fueron las consideraciones de Marcial, la de incorporar al fútbol como una variante y si se quiere un modelo del funcionamiento deseable de nuestra economía.
—No sé a dónde querés llegar -dice, cauteloso, José.
—A que efectivamente el fútbol es un producto de calidad de los argentinos en el mundo, una variable competitiva. Y si es así, corresponde preguntarse por qué lo es.
—¿Y se puede saber cuál es tu respuesta a esa pregunta?
—Pienso que es una actividad que se practica en todas partes y poniendo lo mejor de sí para competir. En la cancha de River y en el último potrero, al fútbol se lo juega con pasión y hasta el más patadura pone el alma y la vida para jugar bien. Pienso que cuando se juntan el esfuerzo con la calidad, la competencia y la capacitación los resultados son buenos. Si lo que ponemos para practicar el fútbol en términos de producto lo hiciéramos en otras actividades, efectivamente seríamos una gran potencia del primer mundo.
—Vos hablás -dice Marcial- de competitividad, capacitación, esfuerzo personal, todas variantes que en la Argentina no funcionan o funcionan mal porque el peronismo en nombre de un tercermundismo berreta, anacrónico y demagogo las sabotea.
—No comparto -concluye José.