Lula, ¿preso por ser de izquierda o por ladrón?

Cuando los argentinos debatimos la detención de Lula en Brasil, en realidad lo que debatimos son algunos de los temas centrales de nuestra política interna, más allá incluso de las diferencias existentes entre un país y otro. Temas tales como la impunidad de los poderosos, el rol de la justicia, la lucha impiadosa por el poder, las respuestas de la izquierda y la derecha, están presentes en el debate.

Miles de personas se convocan en Buenos Aires frente a los Tribunales bajo la consigna: sin justicia no hay república y los manifestantes cantan consignas a favor de Sergio Moro, un reclamo, una ausencia, una crítica que encuentra en el publicitado juez de Brasil un rostro, un nombre y una conducta. También un deseo y una nostalgia: la nostalgia de una justicia perdida en un pasado impreciso.

El Partido Justicialista es intervenido y el señor José Luis Gioja, pionero de la minería sanjuanina, no vacila en compararse con Lula. El ex gobernador de Jujuy, Eduardo Fellner es detenido y no falta el analista que compare su detención con la del ex presidente de Brasil. También en este caso las respuestas son las previsibles: para algunos la justicia en Brasil funciona y no se detiene ante la majestad de los poderosos; para otros, es una justicia amañada, cuando no súbdita del poder y en todos los casos orientada a atacar a los dirigentes populares, mientras deja impunes a los representantes de la derecha.

Dicho esto, agrego a continuación que soy de los que creen que la detención de Lula es justa, establece un antes y un después respecto de la impunidad de los poderosos, ya que el hecho de que un político integrante de la elite del poder como Lula esté preso (¿es necesario destacar que Lula pertenece a la elite y no es un desharrapado habitante de la favela?), no solo es un avance de la justicia y un avance en materia de igualdad ante la ley, sino que también deja abierto hacia el futuro que cualquiera de los caciques eternos de derecha y de izquierda que han robado y roban en Brasil puedan terminar entre rejas.

Digo también que la justicia de Brasil no es perfecta -no puede serlo porque en ninguna parte del mundo esa perfección existe- pero en términos estructurales es notablemente más perfecta que la de la Argentina. En Brasil no hay el equivalente a un Oyarbide. Tampoco hay el equivalente a un Sergio Moro. En Brasil muchos políticos del poder están presos y muchos más encausados, incluso cuando eran oficialistas y contaban con la protección de los gobernantes. Ese “lujo” en la Argentina lo desconocemos.

No todas son flores para ellos. En Brasil los militares intervienen desenfadadamente en política. Advirtiendo, amenazando y arrogándose la facultad de decir lo que está permitido y prohibido. Es grave y preocupante para la democracia y para el estado de derecho. Hay que decir, a continuación, que por las modalidades del proceso político brasileño los militares de allí no tiene el desprestigio que ganaron en la Argentina y que su participación en la estrategia de desarrollo nacional fue reconocida por el propio Lula.

Se dice, para defender a Lula, que su detención alegra a la derecha. Es posible, pero convengamos que esta supuesta alegría no solo que es un flojo argumento político sino que desde el punto de vista jurídico es tan absolutamente nulo como decir que la detención de Temer -si alguna vez ocurre- alegraría a la izquierda. ¿Importa repetir una vez más que el señor Lula no está preso por ser de izquierda, sino que está preso por ladrón?

¿Es tan así? Por lo menos es lo que se desprende de la ley y de los fallos judiciales. Veamos. Fue condenado con sentencia firme en dos instancias, en ambos casos por unanimidad y atendiendo a 22 pruebas presentadas en una causa que incluye no solo el famoso tríplex playero, sino también corrupción pasiva y activa y lavado de dinero. A contramano de los que hablan de un habeas corpus rechazado por una mínima diferencia, hay que recordar que en realidad hubo dos habeas corpus rechazados, uno por unanimidad en tercera instancia ante el STJ y el otro por seis votos contra cinco por la Corte Suprema. ¿Qué pretendemos? ¿Un Menem brasileño, impune y apelando hasta el infinito y refugiado en la cámara de senadores? Pues bien, los jueces brasileños han decidido actuar de otra manera, es decir, han decidido que los ladrones vayan presos.

Lula, además, no está detenido injustamente, sin pruebas y sin posibilidades de apelación. Por el contrario, sus defensores agotaron todas las posibilidades y fue esa legalidad evidente en los procedimientos lo que inclinó a la defensa de Lula aconsejarle que se entregue a la justicia, entrega que por otra parte se efectivizó porque los dirigentes del PT, y el propio Lula ,observaron que la respuesta popular en la calle estaba muy, pero muy lejos de ser masiva.

Otra lección para los argentinos: se le puede poner el cascabel al gato del poder sin que llegue “el fin del mundo”. Lula está preso y Brasil no estalló. Y mucho menos se produjo el fatídico 17 de octubre.

¿La detención de Lula es una maniobra de la derecha para impedirle ser candidato? Es posible que esta especulación haya rondado por la cabecita de algunos dirigentes, pero suponer que existe un lugar, una casa, un sitio donde los sádicos de la derecha y sus jueces se reúnen para programar su estrategia, está más cerca del comportamiento paranoico y conspirativo que de la verdad.

Lo que sensatamente habría que preguntarse es por qué el Lula que concluyó su mandato en 2010 con el apoyo del 83 por ciento de la población y el reconocimiento del presidente de EE.UU. y el Foro de Davos -cumbres mayores del capitalismo- ocho años después está entre rejas. ¿No habrá hecho algo mal, más allá de las hipotéticas intrigas de la derecha, muchos de cuyos próceres en su momento lo apoyaron sin reservas? ¿Por qué la derecha real le va tener tanto miedo a Lula cuando convivió con bastante armonía durente diez años con él?

Es verdad que tal como se presentan las cosas, Lula no podrá ser candidato en las elecciones previstas para octubre de este año. Curiosamente no es su condición de preso la que le impide ser candidato. Es más, si mañana quedara en libertad, tampoco podría serlo porque hay una ley llamada de “Ficha limpia” que prohíbe que una persona condenada en dos instancias pueda ser candidato, una ley que para desesperación de los lulistas fue aprobada a iniciativa de Lula.

Lula preso, pero Temer libre, dicen los defensores del dirigente del PT, intentando justificar con esta contradicción las oscuras maniobras de la derecha. Lo siento por ellos, pero para los analistas brasileños, Temer es muy probable que termine entre rejas por los delitos cometidos, cárcel que hoy “no disfruta” porque como muchos de los políticos brasileños -y argentinos, agrego- está protegido por los fueros, una protección que Dilma Roussef intentó ejercer con Lula, pero no funcionó, aunque puso en evidencia, una vez más, que a la hora de eludir la acción de la justicia, Lula no vacila en ocultarse debajo de los vericuetos legales, es decir, hacer algo parecido a lo que hacen Menem y Cristina en la Argentina con quien, más allá de la retórica izquierda o derecha, en lo que importa, se parece cada vez más.

¿Es la corrupción una categoría menor de la política, un recurso tramposo esgrimido por la derecha para confundir los ejes verdaderos del debate? No creo que sea el factor exclusivo, la piedra filosofal para entender la política y el poder, pero de allí a reducirla a una anécdota, a un detalle menor, cuando no a un artilugio de la derecha, hay una gran distancia.

Si efectivamente creemos en la república, es decir en la división de poderes y los controles institucionales, no podemos subestimar el factor corrupción, una de las manifestaciones reales y efectivas de los excesos y desbordes del poder que toda república que merezca ese nombre debe poner límites y sancionar sin dejarse encandilar por los becerros de oro agitados desde la izquierda y la derecha.

Lula esta preso por segunda vez en su vida. En 1980 lo detuvieron por luchar a favor de los derechos de los trabajadores y de un Brasil más libre y justo. En 2018 está preso por ladrón. La diferencia es biográfica, pero también política. Y encierra muchos de los dilemas personales y colectivos que atormentan a la política del siglo XXI.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *