Croacia, los ustashas y el peronismo

Este domingo, Francia y Croacia juegan la final por el campeonato del mundo. Que gane el mejor. Las relaciones entre política y fútbol a veces son dudosas, a veces son groseras, pero en todos los casos existen. Los argentinos lo sabemos muy bien, pero pareciera que la derecha croata se esfuerza en demostrarnos que conoce mejor que nadie estas reglas.

La actual presidente, Kolinda Grabar-Kotarovic así parece expresarlo, alentando al equipo de su país como una hincha más, aunque con el privilegio de ingresar al vestuario de los jugadores y abrazarse con ellos, una verdadera herejía para la tradicional misoginia croata, atenuada en este caso porque la presidente parece adherir a todos los preceptos culturales de esta tradición.

En lo personal, no me gustan los políticos que se disfrazan de hinchas de fútbol porque legítimamente supongo que lo que están haciendo es un vulgar acto de demagogia. Lo dicho se extiende a la actual presidente croata, y para el caso importa poco que sea mujer, rubia y de ojos azules como la célebre pulpera de Santa Lucía.

Pero ya que eligió estar en la cancha, me gustaría preguntarle a esta buena señora algunas cosas que me quedaron en el tintero y que da la casualidad que son también algunos de los interrogantes que desvelan a ciudadanos croatas que no se dejan llevar por la euforia de un partido de fútbol.

Por lo pronto, quisiera saber qué opinión le merecen esos jugadores croatas que después de la victoria contra Argentina entonaron las estrofas del himno “Bojna Cavoglave”, una canción que exalta los valores ultranacionalistas y transpira nostalgia por el régimen nazi de los Ustashi durante la Segunda Guerra Mundial. También me gustaría conocer su opinión acerca de los reiterados cánticos de la hinchada croata a favor de la causa ustasha o la “picardía” de haber dibujado en la cancha del estadio de Split en 2015 una esvástica para “saludar” al seleccionado italiano. O, para no irnos tan por las ramas, me interesaría conocer su opinión acerca de por qué en su visita a Canadá hace un par de años posó con croatas residentes “abrazada” a la bandera de los ustasha.

Y en esa misma línea, y atendiendo a su abrazo con el jugador Luka Modric, me gustaría saber qué opinión le merece la posibilidad de que vaya preso por testimonio falso en el caso del empresario Zdavko Mamic, algo así como nuestro Julio Grondona, actualmente condenado a seis años de prisión por perpetrar negociados ilícitos multimillonarios. Mamic, dicho sea de paso, ha sido denunciado por políticos opositores por haber financiado la campaña electoral de Grabar-Katarovic, líder de una coalición de derecha en la que no faltan ostentosos políticos revisionistas de ultraderecha.

También me interesaría saber si sus declaraciones de apoyo a los exiliados croatas en la Argentina después de la segunda guerra mundial incluían a Ante Pavelic, Dinko Sarkic, Ivo Schneider, Ivo Rajnica, Mirko Eterovic y la tanda de carniceros, degolladores y genocidas que se refugiaron en nuestro país desde 1947 en adelante con el auspicio de algunos sacerdotes de la iglesia católica y la entusiasta tolerancia del régimen peronista.

Expliquemos un poco estas cuestiones. Croacia a partir de 1941 fue ocupada por los nazis que instalaron un régimen títere liderado por Ante Pavelic, el jefe de la Ustasha, organización política nacionalista y católica constituida para luchar por la independencia de Croacia en clave nazi fascista. Una joyita de muchachos.

Durante cuatro años los ustashas levantaron campos de concentración y exterminio y se dedicaron a asesinar alegremente a serbios, gitanos y judíos. Ser ustasha fue sinónimo de carnicero. Los ustasha no asesinaban como los nazis con cámaras de gas; asesinaban practicando el arte del degüello y los empalamientos. Practicar estos hábitos les provocaba un placer enorme. “Un ustasha que no puede sacar a un niño del vientre de una madre con un cuchillo, no es un verdadero ustasha”, decía una de sus máximas más aleccionadoras.

Las faenas de los ustashas eran de terror. El campo de exterminio de Jasenovac se equiparó con Auschwitz. El número de asesinados no se conoce con precisión, pero en todos los casos se habla de cientos de miles masacrados con los métodos más primitivos y crueles, al punto que el comandante alemán Hermann Neubacher, que en su vida nunca le hizo asco a nada, llegó a exclamar: “He presenciado los crímenes más feroces de la historia, pero los de Jasenovac transforman al infierno del Dante en una inofensiva colonia de vacaciones”.

En el mismo tono, el escritor italiano Curzio Malaparte -un muchacho que tampoco le hacía asco a nada- no pudo disimular su sensación de asco cuando en una entrevista con Pavelic observó que un canasto colocado al lado del escritorio estaba repleto de caracoles, error de apreciación que Pavelic le corregirá rápidamente diciéndole que no eran caracoles sino ojos humanos: “Veinte kilos de ojos”, concluyó orgulloso y conmovido.

Estas tiernas criaturitas de Dios huyeron de Croacia después de la derrota de 1945 y a través de una red solidaria perfecta integrada por monasterios, conventos, y sacerdotes neonazis se las ingeniaron para llegar a la Argentina donde Perón los recibió con los brazos abiertos. Y no solo los recibió, sino que les dio trabajo acorde a sus habilidades.

Repasemos los datos. Nueve de los once ministros del régimen ustasho de Ante Pavelic vivieron en la Argentina. Pavelic dispuso de casa propia otorgada por el gobierno y se desempeñó de consejero de nuestro líder local. Los ustashas hasta 1955 la pasaron muy bien en estos pagos. Agradecidos al fin, organizaron la agrupación de croatas peronistas, una identidad de la que nunca renegaron.

La Revolución Libertadora debería haber puesto fin a este idilio, pero, como muy bien se sabe, la Libertadora no fue demasiado leal a los ideales de la libertad y en el tema que nos ocupa ningún croata fue extraditado y su máximo líder siguió viviendo en Buenos Aires sin mayores sobresaltos hasta 1957, cuando fue víctima de dos atentados seguramente propiciados por los servicios secretos de Yugoeslavia, motivo por el cual decidió irse a vivir a España donde murió en 1959. En su testamento político, designa a sus tres herederos; los tres residentes en Argentina.

Mientras tanto, en nuestro país, los croatas la siguieron pasando bien, algunos dedicados a los negocios, otros traficando armas, organizando tareas de espionaje… es decir, haciendo lo que mejor sabían hacer. El que más se destacó en esta congregación de carniceros fue Milo Bogetich, ustasha de la primera hora, amigo de Perón, Stroessner y Trujillo y diligente soldado de la CIA. Luego de sus peripecias en Asunción, Santo Domingo y África, Bogetich aterrizó en Puerta de Hierro para hacerse cargo de la seguridad del General.

El 17 de noviembre de 1972, Bogetich fue uno de los viajeros que llegó en el chárter que trajo a Perón a la Argentina. En la célebre foto en la que Perón saluda con los brazos en alto mientras Rucci le tiene el paraguas y Abal Medina mira con gesto preocupado, puede observarse el rostro de un hombre ubicado casi detrás de Rucci y Abal Medina; ese hombre es Bogetich, quien hasta la muerte de Perón siempre estará presente, en un plano secundario, pero atento, eficaz.

Bogetich, que en algún momento se peleará con López Rega porque un caballero de su linaje no soportaba las “gronchadas” del Brujo, será uno de los organizadores de las Tres A cumpliendo órdenes no de López Rega, sino de Perón, quien siempre lo defendió, lo respetó y le demostró su afecto. En julio de 1974 se fue del país pero no del peronismo. Cuando Isabel se instaló en un barrio residencial de Madrid, Bogetich está presente como jefe de su seguridad personal.

Itinerario parecido tuvo Dinko Sakic, otro célebre genocida de Jasenovac que fue descubierto en 1998 viviendo en Santa Teresita. Sakic siempre se declaró peronista y se dice que fue el agente que movió los hilos para que el señor Carlos Menem pudiera vender unas cuantas toneladas de armas al gobierno croata de Franjo Tudjman. Última pregunta a la presidente de Croacia: ¿Esta es la inmigración que ella saludó con sonrisa encantadora?

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