-Yo te pido perdón Pedro, pero te juro por lo que más quieras que no era mi intención molestarte.
-Ya te dije que no pasa nada Armando, cuantas veces te voy a decir que no me importa.
Son hermanos, pero por sobre todas las cosas son amigos. Están desde hace un rato tomado cerveza en el bar, en el patio del bar para ser más preciso, y conversan tranquilos, como si estuvieran comentando el resultado de un partido de fútbol o las noticias de los diarios. Oscurece.
-A mí no me podés decir que no te importa.
-Está bien, me importa, si eso te conforma, me importa, pero no tanto, mucho menos de lo que vos te imaginás.
-Tengo unas ganas bárbaras de creerte.
-Yo te digo lo que me pasa; si me vas a creer o no son cosas tuyas,
-¿Me prometés que no vas a hacer ninguna cagada?
-Prometer no te prometo nada Armando, pero para tu tranquilidad te aseguro que no tengo ganas de pasar otra temporada en cana. Además, no hace falta que me digas lo que viste, porque lo mismo que viste hoy, lo vi yo el otro día.
-Y no me dijiste nada.
-¿Y para que te lo voy a decir? ¿Se puede saber para qué?
-Porque siempre conversamos las cosas que nos pasan; por lo menos esa costumbre teníamos en otros tiempos.
-Conversamos algunas cosas, no todas.
-¿Tomamos otra cerveza?
-La última.
-Mejor la penúltima. Con este calor el único lugar que se puede estar es en este patio cervecero.
-No sé si lo que te voy a decir tiene alguna importancia, pero no la vi bien.
-Gracias por el consuelo.
-No seas boludo, no te estoy consolando; te lo digo de posta: no la vi bien, la vi más gastada, más vieja.
-Todos estamos más viejos Armando, yo estoy más viejo, hasta vos estás más viejo.
-No es lo mismo.
-No es lo mismo, es un poco peor.
Estábamos en que no la vi bien.
-Yo la vi muy bien y aunque no lo creas me puse contento de verla linda, contenta, que a pesar de todo las que pasó a mi lado, de lo que vos mejor que nadie sabés las que le tocó pasar, me puso contento saber que puedo estar parado en una esquina, verla acompañada por otro y como si nada, como si los que pasaran fueran los vecinos de la otra cuadra.
-¿Y ella te vio?
–Creo que no; y si me vio lo disimuló muy bien; tal vez no me conoció, tal vez estaba tan feliz que no tenía tiempo en mirar a un veterano parado como un boludo en una esquina.
-¿Tanto tiempo pasó para que se desconozcan de esa manera?
-Depende.
-¿Depende de qué?
-De muchas cosas, de muchas cosas. Pero tenés razón, no pasó mucho tiempo, apenas un año, un año y pico a lo sumo.
-Me estás dando la razón; si no te reconoció es porque no te vio, porque estaba distraída…sinceramente yo te veo igual…
-Gracias Armando, pero yo sé muy bien que he cambiado, lo sé, no hace falta que me mire a un espejo.
-Insisto, para mí sos el de siempre.
-Te reitero las gracias, pero no es necesario que seas tan amable; sinceramente no hace falta, nadie te lo pide, ni siquiera yo que soy tu hermano, tu hermano del alma como me escribiste en una carta cuando estaba en cana.
Armando mira a su hermano como si recién lo descubriera. Se lo ve afligido, como si presintiera alguna desgracia.
-¿No la pasaste bien, me dijo un pajarito?
-No, no la pasé bien porque nadie la pasa bien en cana, pero me las arreglé.
-Cuando pienso lo que te pasó me dan unas ganas…
-¿Ganas de qué?
-No sé, ganas de cobrarme todas las cuentas juntas…¿o a vos no te pasa lo mismo?
-A mi no.
-Te desconozco.
-No te hagás problemas, yo también a veces me desconozco, pero así son las cosas en esta vida… además Armando, nunca te olvidés de una cosa: lo que pasó fue porque yo me la busqué, me la busqué solito; nadie me obligó a nada, nadie me puso ficha, nadie me traicionó.
-Vos perdoname, pero yo creo que no fue así; yo estoy convencido de que te traicionaron, que te buscaron la vuelta para hacerte pisar el palito.
-¿Cómo te tengo que explicar que estás equivocado, que te estás equivocando fiero?
-Mejor no me expliqués nada; dejalo así que está todo bien; si vos decís que no te cagaron será así, pero permitime que yo piense otra cosa.
Armando suspira hondo. Es noche cerrada y desde algún lugar llega una música. Los hermanos durante un rato se quedan en silencio, como si no supieran qué decir o como si estuvieran pensando en otras cosas.
-Ella no me vio, pero yo sí la vi…estaba linda carajo, estaba linda.
-¿Y vos me querés hacer creer que no te importa?
-Yo no te quiero hacer creer nada, Armando, simplemente te digo que estaba linda.
-¿Y no te dieron ganas de llamarla?
-¿Para qué? ¿Para decirle qué?
-Que se yo, para decirle eso, que está linda…quien te dice que ella no esté esperando que en algún momento la llames.
-No espera nada
-¿Tan seguro estás?
-Es una de las pocas seguridades que tengo; no solo que no me quiere ver ni el pelo, sino que me odia y, aunque no me creas, tiene muy buenas razones para odiarme.
-Ponete de acuerdo entonces, es una hija de puta que te cagó la vida o es una gran mujer.
-¿Y si te digo que el hijo de puta fui yo, que el gran hijo de puta fui yo?
-Te diría que la temporada en cana no te hizo bien.
– La cana es una mierda, no se la deseo ni a mi peor enemigo, pero lo único que tiene de bueno, lo único que puede llegar a justificarla, es que un tipo encerrado en una celda todas las horas, los días, las semanas y los meses del año, por una puta vez en su vida puede estar solo con él mismo y puede ponerse a pensar en lo que hizo con su vida…estar en cana es como mirarse en un espejo, mirase sin compasión en un espejo y conocer la verdadera cara.
-No termino de entenderte.
-Pero yo sí me entiendo.
-¿Qué entendiste?
-Aceptar que las cosas fueron como son; es como en la timba, aceptar las cartas que te tocan y aprender a perder, sin quejarse, sin andar lagrimeando.
-Eso lo alcanzo a entender, lo que no entiendo es ese tonito de felicidad que parece salir de tus palabras.
-Yo me entiendo Armando, yo me entiendo.
-¿Qué es lo que hay que entender? ¿Qué la mujer que fue tu mujer, la mujer por la que caíste en cana se pasee con otro tipo delante tuyo? ¿Eso es lo que hay que entender? ¿Eso es lo que te hace feliz?
-Capaz que si, capaz que eso es lo que me hace feliz. ¿Y sabés por qué creo que es así? Porque yo hice todo lo necesario para que las cosas salieran como salieron.
-¿Para que ella te odie?
-Si, claro, para que me odie, para que nunca más quiera estar conmigo, para que nunca más quiera verme, para que se avergüence cada vez que recuerde o que alguien le recuerde que fue mi mujer.
-¿Pedimos otra cerveza?
-No más cerveza Armando, ya tomamos lo que teníamos que tomar; además no quiero que nadie piense, ni siquiera vos, que lo que te dije, todo lo que ahora te estoy diciendo, fue porque estaba en curda.
-Como quieras, como quieras, pero ya que sacaste el tema, permitime decirte que acepto que de todo lo que pasó la culpa fue tuya, que a ella le hiciste la vida imposible y que en los últimos tiempos la vida de ella a tu lado era un infierno; acepto eso y mucho más porque de alguna manera fui un testigo de lo que ocurría entre ustedes, pero vos, hermano, no son ni el primero ni él último tipo en este mundo que le hace alguna cagada a su mujer, sin embargo, esta es la primera vez que escucho a un hombre admitir que el malo de la película fue él
-¿Y eso qué tiene de malo?
-No sé qué tiene de malo, pero admitime que en nuestro ambiente no es lo habitual.
-Me cago en nuestro ambiente, eso que vos llamás nuestro ambiente es una mentira, una gran mentira. Además, acá estamos hablando mano a mano. ¿Está mal que te diga lo que pienso? ¿Para qué mentirte? ¿Para qué decir una cosa por otra?
-Está bien; ponele que así sea, pero si las cosas son como vos decís que son, si es verdad que la ofendiste, la humillaste, que más de una vez la cagaste a puñetes, si es verdad todo eso, ¿te preguntaste alguna vez por qué lo hacías?
-Porque la quería, porque la quiero.
-Cómo sería si no la hubieras querido
-Es así, la quise, la quiero.
-No me vengas con esa sanata, no me vengas con el cuento de porque te quiero te aporreo.
-No me voy a hacer el angelito; menos con vos; si te digo que la quería no te miento; si te digo que con ella me porté como un canalla tampoco te miento; entendelo o no, pero así fueron las cosas; todo lo que pasó fue porque yo quise que pasara; hay un momento en la vida en que un hombre sabe quién es, pero quién es en serio y para mi desgracia esa verdad se me presentó una vez y nunca más me pude apartar de ella. Intenté decírselo pero no hubo caso; me quería, esa mujer me quería.
-No pretenderás que además te entienda.
-No pretendo nada; hace rato hermano que no pretendo nada; ella tampoco me entendió y por lo tanto no me dejó otra alternativa que hacer lo que hice, porque yo también la amaba y no podía permitir que siguiera conmigo, que se arruinara la vida al lado de un tipo como yo.
-¿De dónde sacaste o quien te dijo que vos sos un fracasado?
-Un hombre que se respete tiene la obligación de saber quién es.
-Me parece que le tenés compasión a todo el mundo menos a vos mismo.
-A ella nunca la compadecí, a ella la quise.
-Pero ella te odia.
-Claro que me odia.
-¿Y a vos que te pasa?
-A mí, salvo saber que nunca dejaré de llorarla, que nunca dejaré de amarla, no me pasa nada.