Esperaba vivir aún la vida de un hombre libre:
poder trabajar mucho, amar mucho, cantar mucho y recorrer el mundo.
Precisamente ahora, cuando llegaba a la madurez y disponía todavía de muchísimas fuerzas. Ya no las tengo. Se me van agotando.
Por la alegría he vivido por la alegría he ido al combate, por la alegría muero. Que jamás la tristeza sea unida a mi nombre. Gente yo os amé. Velad.
Hombres: fui feliz cuando correspondíais a mi cariño y sufrí cuando no me comprendíais.
Que me perdonen aquéllos a quienes causé daño.
Que me olviden aquéllos a quienes procuré alegrías.
Ese es mi testamento para vosotros, padre, madre y hermanas mías; para ti, mi Gustina, y para vosotros, camaradas; para todos aquéllos a quienes he querido.
Llorad un momento, si creéis que las lágrimas borrarán el triste torbellino de la pena, pero no os lamentéis.
He vivido para la alegría y por la alegría muero. Agravio e injusticia sería colocar sobre mi tumba un ángel de tristeza…»
27 de mayo de 1943
«… Algunas veces fui a los interrogatorios en autocares de la policía, en los que los guardianes se conducían con moderación.
A través de las ventanillas contemplaba las calles, los escaparates de los comercios, los quioscos de flores, la masa de peatones, las mujeres.
“Si logro contar nueve pares de bonitas piernas, me dije una vez, no seré ejecutado hoy”…»
El 9 de junio de 1943:
«…Ante mi celda hay colgado un cinturón. Mi cinturón. La señal de partida. Por la noche me llevarán al Reich, al tribunal(…)
El tiempo hambriento arranca los últimos bocados del pequeño trozo de mi vida.
Cuatrocientos once días en el presidio de Pankrác, que pasaron con una rapidez increíble.
¿Cuántos me quedan todavía? ¿Dónde? ¿Y cómo? Seguramente ya no tendré ocasión de escribir.
He aquí, pues, mi último testimonio. Un trozo de historia, del que soy, sin duda, el último testigo vivo…»
«… Siempre hemos contado con la muerte. Lo sabíamos: caer en manos de la Gestapo quiere decir el fin.
Y aquí hemos hecho lo que hemos hecho de acuerdo con esa convicción.
También mi juego se aproxima a su fin. No puedo describirlo. No lo conozco. Ya no es un juego. Es la vida. Y en la vida no hay espectadores. El telón se levanta.
Hombres: os he amado. ¡Estad alerta!…».