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En el año 2003 el periodista Daniel Gatti escribió “El Señor del feudo”, un informe demoledor sobre la corrupción kirchnerista en Santa Cruz. Quince años después sus denuncias y predicciones solitarias se cumplieron al pie de la letra. Alguna vez habrá que rendirle un homenaje.
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Toda la tarde y toda la noche mirando por TV las alternativas de “Los cuadernos”. Tienen razón los K: el tema nos distrae. Nos “distrae” como nos “distrae” una tragedia, un crimen, un asalto, una violación o la vergüenza de saber que fuimos gobernados por una banda de hampones. Dialéctica cursi entre distraídos y los que se hacen los distraídos.
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Epifanía K. Vértigo, vorágine, bolsos, bóvedas, alcahuetes, soplones, mansiones, conventos, estancias, empresarios esposados, esposas infieles, maridos cornudos, cocaína, dólares, hoteles, yates, inmobiliarias, autos de alta gama, rumba y rock and roll, fiesta y velorio… la charca kirchnerista vivida desde El Aleph o Cambalache.
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La militancia empecinada de algunos kirchneristas que trabajan gratis en esta colosal estafa me recuerdan la frase de aquel cortesano que cuando observa al Cid Campeador marchar desterrado exclama: “Qué buen vasallo si hubiera buen señor”. Muchachos K: han sido buenos vasallos -qué duda cabe- pero les han fallado el Señor y la Señora.
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No me gusta que manipulen a mi generación. Que se atribuyan medallas que no ganaron ni merecen. Equivocada o no, con sus luces y sombras, mi generación se ganó un lugar en la historia. Pero me fastidia que alguien, Cristina en este caso, se “prenda” a un tiempo y una épica en la que ella no tuvo nada, pero nada que ver. Lo vivo como una burla, una estafa, un saqueo.
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La historia podría sorprendernos con sus paradojas. Mauricio, hijo de Franco, primo de Calcaterra y amigo de Caputo puede ser el presidente que le ponga fin a la patria contratista. Lo que Alfonsín hizo con el golpismo militar Macri lo podría hacer con la corrupción empresaria-política.
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Imposible eludir las relaciones literarias. El astillero de Río Santiago me recuerda “El astillero” de Juan Carlos Onetti. La decadencia, el absurdo, las ruinas. Río Santiago añade a esa realidad devastada la corrupción sindical, el parasitismo y la avivada criolla disfrazada de lucha social. Me quedo con Larsen en Santa María. No es más noble, pero es más genuino y menos farsante.
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Crítica de los kirchneristas al show mediático encubre su repudio al periodismo que ventila sus chanchullos. Los vampiros parpadean ante la luz y los corruptos ante la libertad de prensa. En el affaire Dreyfus y en la crisis de Watergate el poder también repudiaba el show mediático y a los periodistas.
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A Cristina la protegen sus fueros y la complicidad del peronismo. Pero también hay que decir -nos guste o no- que la protegen los votos, ese treinta por ciento que desvela a sociólogos y politólogos, esa adhesión terca y servil de quienes proyectan en Ella -como ayer en Menem- retazos de esperanzas y resentimientos, de ilusiones y privilegios.
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Cristina se presenta como una revolucionaria política. ¿Lo cree? ¿O es otros de sus simulacros? Lo seguro es que no lo es. Objetivamente no es Fidel Castro, no es Sandino, mucho menos Mujica. Ni siquiera es Lula o Dilma. Su pasado está más cerca al de una arribista social que al de una revolucionaria.
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La cifra 30.000 es emblemática en la Argentina. Cifra elástica, vidriosa, fantasmal, cabalística. Y envuelta por un aura trágico y siniestro. De los 30.000 desaparecidos a los 30.000 millones de dólares de coima también desaparecidos. Números. ¿Cuáles son los verdaderos?¿Cuáles mienten? Realidad y misterio; farsa y dolor.
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Al liderazgo Cristina lo ejerce. A Parrili lo trató pelotudo; a Diana Conti, de hacerse la boluda; a los “compañeros” de la ‘Evita‘ -Pérsico y Navarro incluidos- les endilgó la condición de hijos de puta; a Gioja y sus pares del PJ, les aconsejó que se suturen el orto. Lenguaje escatológico para realidades escatológicas. Nadie esbozó una protesta, una queja. Sonrisas, docilidad y silencio. Metafísica existencial del populismo criollo.
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Se dijo que los populistas son ladrones de gallinas y que los verdaderos corruptos son los oligarcas que controlan los recursos del estado. Kirchner demolió esa hipótesis en 2008 cuando valiéndose de información privilegiada compró dos millones de dólares para ampliar ganancias. Ni Joaquín Anchorena, ni Robustiano Patrón Costas se hubieran atrevido a tanto.
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Al país se lo gobierna corrompiendo a unos y apretando a otros. Kirchner no lo dijo exactamente así, pero lo hizo así. Acumular dinero para ejercer el poder; ejercer el poder para acumular dinero. El diagnóstico es cínico pero realista. Y no le fue mal. Roberto Arlt vive. Kirchner es el Astrólogo del siglo XXI.
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Los Montoneros fueron una calamidad, pero su lógica al menos fue coherente. Secuestraron a Born. Mal o bien le sacaron plata a una de las familias más ricas del país. Los K secuestraron el Estado y lo saquearon. Y las víctimas no fueron los ricos sino los pobres. De la tragedia M a la farsa K.
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Los kirchneristas comparan a De Vido, López, Báez y Boudou, con Troxler, Valle o Tanco. ¿Qué pensarían estos hombres honorables al verse acompañados por semejantes malandras? Esperemos que la comparación no prospere, porque históricamente significaría asesinarlos de vuelta; conducirlos una vez más al basural o al paredón.
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“Si no se fugan van todos en cana”. Excelente consejo. Consejo práctico para quienes están acorralados por las pruebas y las evidencias. “Si no se fugan van todos en cana”. Premonitorio consejo que sin proponérselo emitió el fiscal Alberto Nisman pocas horas antes de ser “suicidado”.
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De Pino Solanas a Rodríguez Sáa. Protestan porque Cristina es sometida a una situación humillante. Y algo de razón tienen. Todo delincuente detenido, todo malandra esposado, todo hampón con traje a rayas es sometido a una humillación. Lo siento por Ella, pero es imposible evitarlo. Como dijera la amiga de mi abuela: “Lo hubiera pensado antes”.
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La corrupción no es de derecha o de izquierda. Es. Y pone de rodillas a unos y a otros. El populismo la practica porque sería un acto justiciero contra las viejas oligarquías. La izquierda no la acepta como objetivo de lucha porque significaría admitir que puede haber un capitalismo viable. Conclusión: en nombre de la distribución de la riqueza se calla el saqueo y el enriquecimiento de los corruptos.
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Dos parecen ser los enemigos de los kirchneristas: el periodismo y los jueces. Es rara esta selección de enemigos. Sobre todo de parte de quienes defienden como periodistas ejemplares a Navarro, Brancatelli y Silvestre y como jueces justicieros a Oyarbide, Rafecas y Zaffaroni.
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Pesadilla. Dos autos lanzados hacia el precipicio. Ganará el piloto que se tire último, pero los autos caen al abismo y se destrozan contra las piedras. ¿“Rebelde sin causa”? Sí. Con James Dean. La economía es un auto; el otro es la corrupción. ¿Quién ganará? ¿O perdemos todos? Pesimismo de la inteligencia.