José de Espronceda (1808-1844) publicó «El estudiante de Salamanca» entre 1837 y 1840. Se trata de un poema de más de 1700 versos que narra la historia, con su apogeo y decadencia, con su gloria y desenlace trágico, de don Félix de Montemar, estudiante insolente, jugador, mujeriego, duelista, vinero, burlón y vicioso, presentado como un segundo don Juan Tenorio, aunque el poema pudo haberse inspirado en el famoso «Burlador de Sevilla». Sobrino del obispo e hijo de uno de los hombres más ricos de la región, Montemar vive a plenitud y muere desafiando a la muerte que le tiende la última celada en un escenario de encajes, estatuas, sarcófagos, mujeres fantasmales, ángeles y demonios. Escrito con las claves del romanticismo de su tiempo, el poema cuenta con dos personajes centrales -además de don Félix- la bella Elvira, seducida y engañada por el estudiante y su hermano Diego Pastrana que intentando vengar a su hermana es muerto en un duelo callejero por el estudiante, quien luego de su tarea regresa a la taberna para seguir jugando a las cartas, partida en la que ya jugó y perdió con absoluta indiferencia el collar que le había regalado en un rapto de amor la bella Elvira antes de morir.
El poema se inicia con versos que se hicieron célebres:
Era más de media noche
antiguas historias cuentan
cuando en sueño y en silencio
lóbrego y envuelto la tierra
los vivos muertos parecen
los muertos la tumba dejan.
Uno de los mejores momentos del poema es cuando Espronceda presenta al estudiante.
Segundo don Juan Tenorio,
alma fiera e insolente,
irreligioso y valiente,
altanero y reñidor.
Siempre el insulto en los ojos,
en los labios la ironía,
nada teme y toda fía
de su espada y su valor.
Corazón gastado, mofa
de la mujer que corteja,
y, hoy despreciándola, deja
la que ayer se le rindió.
Ni el porvenir temió nunca,
ni recuerda en lo pasado
la mujer que ha abandonado,
ni el dinero que perdió.
Ni vio el fantasma entre sueños
del que mató en desafío,
ni turbó jamás su brío
recelosa previsión.
Siempre en lances y en amores,
siempre en báquicas orgías,
mezcla en palabras impías
un chiste y una maldición.
En Salamanca famoso
por su vida y buen talante,
al atrevido estudiante
le señalan entre mil;
fueros le da su osadía,
le disculpa su riqueza,
su generosa nobleza
su hermosura varonil.
Que en su arrogancia y sus vicios,
caballeresca apostura,
agilidad y bravura
ninguno alcanza a igualar.
Que hasta en sus crímenes mismos,
en su impiedad y altiveza,
pone un sello de grandeza
don Félix de Montemar.
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