-¿Querés tomar algo Pimpi?
-No Camilo, gracias, no es necesario.
-Un café no te vendría mal.
-No, está bien.
-Bueno, decí algo, no te quedés callada.
-Lo que tenía que decir ya te lo dije.
-Y yo te vuelvo a preguntar si estás segura.
-Claro que lo estoy.
-¿Y qué vas a hacer?
-No sería mejor preguntar qué vamos a hacer.
-Hace un rato me dijiste que lo que te ocurría no era asunto mío, lo que dicho sea de paso me pareció una reverenda boludez.
-Es asunto mío, porque la que se jode soy yo.
-No me parece digno de vos hacerme el cuento de la tristeza y tirarme la culpa.
-¿El cuento de la tristeza? ¿Te parece que te estoy cuenteando? Por favor, no me hagas decirte lo que no quiero decirte.
-Está bien, olvidate de la palabra “cuento”, pero admití que lo que ocurre a mí también me jode.
-No quiero pelear Camilo. Y menos en estos momentos. Tampoco quiero joderte, pero vos mismo sos el que repetís a cada rato que debemos hacernos cargo de nuestros actos. ¿O no es eso lo que dice tu admirado Sartre?
-Dejalo a Sartre en paz.
-¿Que creés que haría en tu lugar?
-No lo sé ni me importa; probablemente se desentendería de todo.
-No es eso lo que escribe.
-Te repito, dejemos al viejo en paz que bastante problemas tenemos nosotros como para que encima los metamos a los existencialistas en la ronda.
-Me tranquiliza oírte, porque de alguna manera estás admitiendo que el problema es de los dos.
-Y sí,claro que es de los dos. Pero bueno, quédate tranquila, yo te voy a acompañar.
-¿Y se puede saber qué significa eso?
-Lo que oíste.
-Gracias…sos muy amable.
-Se me ocurre…¿o noto un leve toque de ironía en tus palabras?
-No, no es ironía, es tristeza.
-Claro, yo por mi parte la estoy pasando bárbaro. Rindo dentro de dos semanas, ando metido en unos quilombos de padre y señor mío, quilombos que vos conocés muy bien, y ahora resulta que vos estás triste y yo soy el malo de la película.
-Yo no dije en ningún momento que vos eras el malo.
-No, no lo dijiste, tampoco era necesario.
– Sos injusto conmigo, injusto y jodido.
-No soy injusto Pimpi, soy patético, porque lo que me pasa es patético.
-¿Qué vamos a hacer, Camilo?
-¿Para qué me lo preguntás?
-¿Y a quién querés que se lo pregunte, al pibe de la otra cuadra?
-No sería una mala idea.
-Me parece que no es el momento adecuado para ponerse vulgar.
-Está bien, perdóname, estoy cansado.
-Si, estás cansado, y ya vas por el quinto vaso de vino.
-Esa manía tuya de contabilizar todo.
-Esa manía tuya de cambiar de conversación.
-Yo no cambio de conversación, trato de enriquecerla.
-¿Qué vamos a hacer Camilo?
-No sé; no se me ocurre otra cosa que decirte que lo que vos hagas a mi me parece bien.
-Tu concepto de la libertad es conmovedor.
-¿Y qué querés que te diga? Si lo que te diga no te va a gustar, nada de lo que te diga te va a gustar.
-Si, claro, es probable que sea así.
-No es probable, es seguro.
-Esta bien, yo voy a decidir.
-¿Me parece a mí o me estás pasando una factura?
-No, ninguna factura. Estoy para cualquier cosa menos para pasar facturas.
-¿Qué esperás de mí Pimpi?
–Ésa si que es una buena pregunta: ¿Qué espero de vos? No sé, que espero, pero si querés que te sea sincera, desde ya te digo que lo que ocurre no me gusta.
-A mi tampoco me gusta. Tampoco me gusta que lo que pasó entre nosotros tenga este desenlace.
-Que yo sepa todavía no hubo ningún desenlace.
-Esto que me estás diciendo ya es un desenlace.
-Si te digo que pensamos muy diferente, seguramente me responderías diciendo que desde hace rato pensamos diferente.
-No sé si pensamos diferente, de lo que estoy seguro es que te esforzás por ponerme en un lugar diferente.
-¿Yo te dije eso?
-No hace falta decirlo.
-¿Di a entender algo parecido?
-Me parece que sí.
.Lo siento, no fue mi intención.
-Yo también lo siento, lo siento por vos y por mí.
-No se Camilo lo que me pasa, pero te lo juro que yo no quise esto y mucho menos con vos.
-Ahora llegó el momento de las lágrimas.
-Perdoname, además ya sé que te molestan estas escenas y mucho más en el bar de la facultad. A mi también me molestan, pero qué querés que te diga, a veces una no puede manejar todo.
-No sé qué decirte.
-Mejor no digás nada…además ya se me pasó; las mujeres lloramos pero se nos pasa rápido.
-No sé que decirte; te voy acompañar y tengo amigos como para hacerme cargo de lo que sea.
-Yo también tengo amigos.
-¿Y entonces?
-Entonces nada, Camilo, entonces nada.
-No te entiendo.
-Yo tampoco me entiendo, pero bueno, lo que tenía que decirte ya te lo dije.
-Contá conmigo para lo que sea.
-Si, por supuesto.
-¿Te acompaño?
-No Camilo, no hace falta.