Exigente con la literatura y las ideas; chinchudo y mal llevado; amante del vino y de las mujeres; de la noche y de los burros, (los del hipódromo). Según la hora, parecía un personaje salido de una novela de Onetti o de Sartre, pero no sé si le hubiera gustado la comparación.
Lo conocí en 1972 en uno de los míticos cursos caseros que daba sobre Hegel y Marx. Para todos nosotros –había nacido en 1927- era el Viejo Aldo. Marxista convicto, en 1973 nos sorprendió a todos –nunca sabremos si lo dijo en serio o en joda; fresco o en curda- anunciando que lo más progresista era votar por Balbín, justamente él, con sus “Ideología Alemana” y sus “Grundrisser”; y justamente a nosotros, que nos comíamos los chicos crudos. Casi medio siglo después estoy tentado a darle la razón. Lo conocí “antes de conocerlo” y a través de la literatura, en esa novela escrita por su mujer –su ex mujer- Noemí Ulla ( de alguna manera en su homenaje) “Los que esperan el alba”. Compartimos algunas madrugadas expansivas. A los dos nos gustaba el vino y el tango. Y cuando se inspiraba dejaba de hablar de Athusser o Lukaks y entonaba “Carro viejo”.
Carta final a Noemí Ulla Aldo Oliva
Espérame una vez más.
La última
Mientras andamos
vendrá otra noche asolada, tal vez,
por todo aquello que no supimos evitar.
Dueño aún de los terrores
con que usurpé tu vida
me he convertido humildemente en ellos,
y así me fortalezco
con mis debilidades y un oriente.
Pero no es eso
sino un pasaje
-que de algún modo abarcará sin duda mi existencia-
de dolorosa tránsito y secreto sentido
lo que diré.
Nada te me recuerda.
Ningún aroma
de los que ardían en tus labios
me circunda.
Nadie me acerca
ni una fugaz versión
de los dulzores de tu piel.
Nuestras noches
se han perdido en la noche.
Toda la claridad que huía
de tus manos a tus ojos
ya no tendrá regreso.
Y el ademán equívoco
que en la pasión y en la angustia
nos deparó tormento
se remansó en sus viejos cauces.
Y sin embargo
blanca y mortal como una espada
tu ausencia me preside
(¿cómo explicarlo?)
Fuiste la dura legitimidad de mi fiebre.
Manuscrito hallado entre los papeles de Aldo Oliva:
“Nací en Rosario, como todo el mundo ignora, cuando lo morían a Arolas, sin saberlo ambos (puede haber algunos años de diferencia). Crecí como todos los animalitos de este género. A los quince años me tropecé con la cultura: no la recuerdo. Luché, a veces. Soñé con pasión, es decir, con sueños. De improviso me encontré con que era profesor en no sé qué. Desde hace un tiempo corrompo la Academia y justifico mi respiración. Amo, eso sí. Escribo poco, por filantropía y por molicie. Tengo entramada filiación con la estricta verdad de la plusvalía. Así (voz de Edmundo Rivero):
Solo espero a la huesuda
que de paso me sacuda el guadañazo
y me remolque al tablón.
Aldo F. Oliva
Aldo se trepó al tablón en 2000, a los 73 años.