«Sinceramente»

“Sinceramente” no alude al bolero de Chucho Martínez o a la versión de Pedro Vargas con su toque tropical y fondo de mariachis, sino que es el título en versión cuadernos Rivadavia del libro firmado por Cristina Kirchner, un libro que al momento de escribir esta nota no he leído, aunque he tomado conocimiento de algunos anticipos que tal vez sean los más destacados de un texto que, conociendo el paño, no creo que exija demasiada concentración para leerlo.

Por lo pronto, y más allá de posteriores evaluaciones críticas, “Sinceramente” certifica la voluntad de la Señora de presentarse como candidata del peronismo para las elecciones de octubre, porque en términos prácticos no creo que la autora haya escrito este libro para realizar un singular y sensible aporte al desarrollo de las ciencias sociales.

De todos modos, no me parece mal que una candidata se lance a la campaña electoral con un libro, porque más allá de la calidad del texto, la letra escrita compromete de otra manera en tanto no es (o no debería ser) arrastrada por los vientos como el género oral, pero además, la letra escrita exige ese mínimo de precisión que abre pie para un debate más interesante que los que habitualmente presenciamos.

Escribir un libro -o grabar y después contratar a un escriba militante que lo haga- es en todas las circunstancias una excelente oportunidad para ajustar cuentas políticas contra rivales que la sanción más liviana que reclaman para la autora es la cárcel.

Cristina se ha dado la oportunidad -insisto que aún no he leído el libro- de explicar con “la inocencia del inocente” las acusaciones que esa caterva infame de políticos fulleros, periodistas al servicio de la pauta de turno, operadores vendidos al mejor postor y titulares de las corporaciones, han proferido contra ella. No es para menos. Diez u once procesos, cinco o seis pedidos de captura exigen -deberían exigir- una explicación.

Es verdad que las relaciones de poder son complejas y que no se puede cometer el pecado de la simplificación, pero en el tema que importa, es decir, el posible saqueo de la denominada década ganada, solo hay dos posibilidades, ni una más ni una menos: se es corrupto o no se es. Una presidente en este tema no puede permitirse el lujo de ser ambigua cuando todos los indicios se empecinan en señalar que el gobierno kirchnerista ha sido el más corrupto de nuestra historia, motivo por el cual ha merecido la calificación de régimen cleptocrático para diferenciarlo de cualquier otro tipo de gobierno en el que la corrupción existe apenas como episodio.

Pues bien, esperemos que el libro dé una respuesta mínimamente satisfactoria a imputaciones tan horribles para la honorabilidad de un político. Insisto una vez más: si se es inocente esas explicaciones se pueden dar con bastante precisión… si se es inocente… ahora claro, cuando esto no ocurre empiezan las coartadas que usaron los regímenes corruptos a lo largo de la historia de la humanidad: campaña difamatoria, jueces infames, periodistas venales… etcétera, etcétera, etcétera.

Supongo, por lo pronto, que la Señora dispondrá de buenos argumentos para refutar las imputaciones principales sin necesidad de recurrir a teorías conspirativas porque, vamos, se hace muy difícil creer que once procesamientos y cinco pedidos de captura son consecuencia de la maldad del género humano, cuando a primer golpe de vista, y hasta tanto la señora se digne a dar explicaciones convincentes, cuando a alguien le llueven las causas con esa intensidad, hay derecho a pensar que los problemas no provienen del resentimiento de políticos malvados o de persecuciones vengativas de una oligarquía furiosa porque supuestamente Cristina los despojó de sus privilegios, sino de hechos objetivos que hasta tanto no se los refute con claridad hay motivos para pensar que son verdaderos. Dicho con otras palabras: tal como los hechos se empecinan en presentarse, me temo que la Señora a los problemas no los tiene con Carrió, Stolbizer o Alonso, sino con el Código Penal.

Espero, quiero creer, que “Sinceramente” dará respuesta a todas estas dudas. Un viejo abogado penalista me decía que después de décadas de profesión y de haber participado en todos los juicios posibles e imposibles, aprendió que un imputado tiene dos maneras de defenderse: como inocente o como culpable. A esta diferencia cualquier profesional la reconoce en el acto, es una diferencia que no está registrada en los Códigos, pero está en el aire: el inocente se defiende con un lenguaje, con una gestualidad y hasta con una convicción íntima que no posee el culpable. El delincuente que ejerce su legítimo derecho de defensa trata de aprovechar las lagunas de la ley, ciertas vacíos legales o la propia generosidad de toda legislación humanista para salir libre o, por lo menos, con una pena reducida.

Hasta ahora, me temo que la Señora se ha defendido, y la han defendido, con la retórica del culpable. Toda la estrategia defensiva ha consistido en descalificar a jueces, fiscales, periodistas, políticos e incluso el propio sentido común de la sociedad. Sobre las acusaciones reales, sobre las imputaciones acerca de por qué esa acumulación de riquezas, por qué esos bolsos, por qué esas inversiones, ni una palabra. Los más audaces han llegado a balbucear una estrategia defensiva consistente en el ya remanido argumento de que si hubo robo, ese robo es responsabilidad exclusiva de los colaboradores cercanos, pero la señora está limpia, pura y blanca como una virgen.

Compartirán conmigo que resulta difícil creer que caballeros como Báez, Muñoz, Manzanares, por mencionar solo a algunos, hayan podido traficar fortunas sin el conocimiento de Ella, de quien siempre se dijo que exigía estar al tanto de todo, que fue y es extremadamente atenta con lo que sucede a su alrededor, que no permite que nadie haga algo que ella no sepa. Admitirán conmigo que se hace muy difícil creer, por ejemplo, que Manzanares y Muñoz usaban al Tango para trasladar bolsos y que ella, criaturita de Dios, no sabía nada.

Otra variante defensiva es insistir en que no hay ninguna filmación o foto que la muestre a ella trasladando un bolso con dólares. Aquí ya entramos de lleno en la retórica defensiva del culpable, al decir de mi viejo amigo penalista. Acerca del asesino o del violador que reclama inocencia porque no lo sorprendieron con las manos en la masa se han escrito ensayos, tesis e infinidad de novelas. Al respecto, lo que importa saber es que si se cumpliera a rajatabla con ese principio nadie estaría preso y se haría realidad el sueño de Zaffaroni: un país sin cárceles y con asesinos, violadores y políticos corruptos libres de culpa y cargo.

La oportunidad está abierta. El libro “Sinceramente” está escrito y habrá que leerlo. Los adelantos habilitados no autorizan el optimismo. Sobre la corrupción, ni una palabra, salvo la profecía de Néstor de que esposa e hijo serán perseguidos. Desde el punto de vista electoral, el punch más directo va dirigido contra Macri: carancho del sistema financiero y agente del caos. Curioso: si un sector se vio abiertamente favorecido durante la década ganada, fue precisamente el financiero. Respecto del caos, siempre creí que la propiciadora del caos contra el orden era Ella, pero si ahora prefiere arrogarse el lugar del orden que lo haga, aunque sería deseable que explicite un tanto a qué tipo de orden se refiere.

Palabras más, palabras menos, convengamos que a los argentinos se nos viene una maroma interesante. Con buenas o malas razones, los adversarios políticos se excluyen de manera absoluta. Cristina asegura que Macri es el caos y Macri dice más o menos lo mismo. No es el mejor escenario para una nación una confrontación de esa intensidad, pero como lo enseña la historia, lo peor que se puede hacer cuando un conflicto está al rojo vivo, es atizarlo. Lo ideal son los acuerdos, pero ¿qué hacer cuando los acuerdos entre visiones antagónicas son imposibles?

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