«Yo sé que es mentira, todo lo que estás diciendo…»

I

Una campaña electoral incluye debates, conferencias, escritos, polémicas, incluso chicanas. Para un electorado diverso, estrategias electorales diversas. Hay votantes que reclaman una conferencia académica y otros que se confirman con consignas y a veces con mucho menos. Los dirigentes deben dirigirse a todos y al mismo tiempo atender las diferentes percepciones. Los votantes además deberían agradecer que los políticos discutan y deberían sospechar cuando no lo hacen. Una campaña no puede ocultar diferencias que se expresan de diferentes modos. Pretender que así no sea es ridículo y tonto.

II

El trato que le dio Alberto Fernández a Mercedes Ninci, no difiere del que en su momento daban a los periodistas Cristina, el Morsa Fernández, Néstor Kirchner o Guillermo Moreno. No pueden disimular, les resulta imposible, el fastidio que le provocan las preguntas de los periodistas. No pueden ocultar el rechazo que les provoca la libertad de prensa. Para los que vieron o escucharon las escenas con Mercedes Ninci o con Jonatan Viale o los cronistas de la ciudad de Córdoba, que vayan sabiendo que lo sucedido es un pálido anticipo de lo que nos espera si ganan las elecciones

III

Hay que mirar el video en el que Alberto Fernández se enoja con Mercedes Ninci. El esfuerzo por ningunearla, incluso por ridiculizarla delante de sus colegas, y en todas las circunstancias su mal humor, su prepotencia porque, sencillamente, no le gustan las preguntas y las repreguntas. Un candidato a presidente trata de otro modo a una periodista, incluso aunque esté equivocada y se llame Mercedes. Es un problema de estilo y mesura que todo hombre con poder debe tener y que Fernández decididamente no tiene. Se enojó y faltó el respeto a una mujer. Así es él.

IV

Alberto Fernández: en un día tres peleas con los periodistas. Y recurriendo a los modos y argumentos irascibles e intolerantes que distinguen a los funcionarios kirchneristas. Fernández quiere periodistas sumisos que pregunten lo que él quiere. Y cuando no es así, se enoja como Néstor y Cristina. Una de las diferencias entre un político democrático de un autoritario es precisamente la mayor o menor tolerancia con el periodista que le realiza preguntas incómodas

V

Los enojos de Alberto Fernández con los periodistas no son un error de esos que cualquiera puede cometer. Tampoco la consecuencia de iras pasajeras por preguntas imprudentes de los periodistas. Un político democrático nunca se enoja con los periodistas y un periodista si quiere ser leal con su profesión debe hacer preguntas incómodas porque esas preguntas son las que quieren que haga sus lectores y oyentes. La impaciencia y la irascibilidad de Alberto Fernández no son consecuencia del stress de campaña o de su mal humor, es el resultado previsible, la reacción lógica, de quien sostiene una concepción autoritaria acerca de la libertad de prensa y la labor de los periodistas. A los autoritarios en estos temas se los reconoce por su pretensión de un periodismo sumiso. Fernández en este sentido es demasiado previsible. Cada vez que debe enfrentarse con los rigores del disenso sus esfuerzos por presentarse como moderado, hacen agua por los cuatro costados.

VI

La monja Martha Pelloni, la mujer que lideró las movilizaciones contra los criminales de María Soledad Morales, acusa a la Cámpora de complicidad con el narcotráfico. Hace unos años el señor Cuervo Larroque denunció en el Congreso de la Nación que el Partido Socialista de Santa Fe debería ser calificado como narcosocialista. Sinceramente, a Larroque no le creo, nunca le creí, pero a Martha Pelloni, sí. Creo que no es necesario abundar en razones acerca de por qué mis preferencias por ella y no por él.

VII

La presidencia de Fernando de la Rúa fue una suma de errores en circunstancias difíciles que no supo controlar. Pero me importa también destacar al excelente legislador y jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires. También destacar su digno y recatado silencio después de la renuncia. ¿Cometió errores? Por supuesto, y algunos muy serios. Pero también le dio a la UCR algunas de sus horas más gloriosas. Sinceramente, me hubiera gustado que las autoridades de la UCR hubiesen despedido como corresponde al correligionario que nunca renegó de su condición.

VIII

Respeto a las encuestas y a los que se ganan la vida con ellas, pero la tarea de los encuestadores no es dar el resultado que desea el que les paga; tampoco pueden confundir medición con horóscopo. Hay encuestadores que a la hora de adivinar el futuro son más audaces que Horángel. Y ni Horángel ni la Madre María podrán adivinar el resultado de las Paso del mes que viene; y respecto del pronóstico acerca de los resultados de la primera y segunda vuelta, diría que hasta Mandrake el Mago se resistiría a adelantar resultados.

IX

Si en cualquier parte del mundo presentás a la consideración pública Axel Kicillof y a María Eugenia Vidal y le preguntás a la gente en quién confiaría su seguridad, su salud, su educación… se me ocurre que en cualquier parte del mundo no habría dudas respecto a quién elegir, en quién confiar. Se me ocurre que algo parecido ocurre a la hora de comparar al Alberto con Mauricio Macri. ¿Y con Cristina? En este caso las comparaciones son muy difíciles de hacer: demasiado prontuario hacen imposible todo intento de comparación.

X

Cuando Alberto Fernández declara muy suelto de cuerpo que la Argentina de Mauricio Macri se parece a la Venezuela de Nicolás Maduro, intenta pasarse de listo con una ironía, aunque, bien pensado, lo suyo debería interpretarse a la inversa: Argentina hoy andaría muy bien en tanto para los kirchneristas la Venezuela chavista es un país modelo. Pero más allá de esas valoraciones lo que discretamente le preguntaría al señor Fernández es cómo explica que cientos de miles de venezolanos emigren a la Argentina que, según él y sus seguidores, bajo el gobierno de Macri es lo más parecido a un infierno. Además, que el Alberto no se haga el listo con sus jueguitos de palabras. Recordemos, por último, que los kirchneristas, de Fernández para abajo, ninguno ha dicho una palabra acerca de las violaciones a los derechos humanos por parte de la dictadura chavista.

XI

Cuando el señor Pablo Echarri dice muy seguro de sí mismo, que si se comprobara que Cristina Kirchner es una delincuente él la votaría lo mismo, habilita a pensar que lo suyo ya no es un sencillo acto de adhesión política, sino de abierta complicidad o encubrimiento con el delito o, ¿por qué no? de fanatismo o imbecilidad.

XII

Solidarizarse con los mendigos abandonados en la calle no es patrimonio de un facción política o ideológica. Alcanza y sobra con un mínimo de humanismo que puede ser religioso, político, de izquierda o de derecha. El voluntariado social se compromete con el dolor humano, no con el oportunismo y muchos menos con las detestables prácticas manipuladoras del clientelismo. Juan Grabois y sus colegas deberían saber que la primera ofensa (o el primer pecado, si así le gusta) que se comete contra un pobre es engañarlo o aprovecharse de sus carencias para doblegarle la voluntad política.

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