I Pregunta del millón para los tiempos que corren: ¿El peronismo es la única fuerza política capaz de gobernar en la Argentina o, por el contrario, es la única fuerza política capaz de asegurar que ninguna otra fuerza política gobierne? Si repasamos la historia del último cuarto de siglo, observaremos que los gobiernos de Alfonsín, De la Rúa y probablemente el de Macri concluyeron, con las diferencias del caso, acosados por una crisis económica y social tan intensa que puso y pone en juego la gobernabilidad política de estas gestiones. II ¿Hay algún ADN en los proyectos políticos no peronistas para concluir en estos términos? Por lo pronto, lo que se registra es que cuando Fernando de la Rúa y Mauricio Macri ganaron las elecciones, los gobiernos de Carlos Menem en un caso, y de Cristina Kirchner, en otro, estaban atravesando una crisis muy seria, pero ni De la Rúa ni Macri fogonearon esas crisis anunciando dólares “recontraltos” o visitando centros económicos internacionales para que no hicieran préstamos. III Las transacciones, las alternancias, las sucesiones son uno de los momentos más delicados y difíciles de la política, por lo que se reclama por parte del oficialismo, pero sobre todo por parte de la oposición que aspira llegar al gobierno, el máximo de prudencia y responsabilidad, no tanto con un partido de signo diferente como con la nación y el Estado. De esa responsabilidad el peronismo nunca se hace cargo, porque sus mitos ideológicos y su voracidad por el poder no se lo permiten. Como considera que todo gobierno no peronista es un intruso y hasta un enemigo, realiza todos los esfuerzos necesarios, amparados en más de un caso en su poder sindical y corporativo, para acorralar al gobierno que concluye su mandato y hacer realidad su autoprofecía: somos los únicos en condiciones de gobernar. Que el precio de esa maniobra lo paguen los pobres y las clases medias es un tema menor, porque esas culpas suelen recaer en la gestión derrotada. Pero, además, se especula con un gobierno en ruinas para iniciar la nueva gestión con el amplio margen político que nace de una gestión anterior tan ruinosa, que lo mínimo que se haga siempre parece lo mejor. Para que esto sea posible, lo que el populismo hace es “inflacionar” la crisis social y económica, presentando una realidad devastada, un escenario que se parece al infierno y cuyas llamas habilitan afirmar que aquello que se calificó como el Mal -mal liberal, mal gorila- era efectivamente el Mal. IV ¿Se contradice Alberto Fernández? ¿Hay un Alberto institucional y un Alberto depredador? Es posible. Es más, creo que es inevitable. La fuerza política que representa, sus duras contradicciones internas, ese singular “reparto” del poder con Cristina, no deja otro margen que la contradicción, es decir, afirmar una cosa hoy y afirmar exactamente lo opuesto mañana. En lo único que el peronismo, con el Alberto y la Cristina incluidos, no se contradice es en su vocación de poder y su íntima convicción que al país solo lo pueden gobernar los peronistas. Como diría mi tío Colacho: “A esta película yo ya la vi”. V Puede que las organizaciones barriales, como en su momento las cooperativas y las mutuales, se hayan creado para proteger a los pobres. Pero lo seguro es que luego -hegemonía populista mediante- a su alrededor se construyó una ávida y monstruosa burocracia con privilegios que vive de los pobres y está económicamente muy interesada en que los pobres nunca dejen de ser pobres. Sería deseable que algún investigador social alguna vez se ocupe en indagar acerca de corruptelas y beneficios de ciertos “líderes sociales” que han inventado la industria de la pobreza. VI “El hambre no espera”, dice Juan Grabois con su retórica catastrófica y sus interesadas exageraciones. El hambre no espera, pero tampoco se lo arregla mintiendo y manipulando a los pobres. Yo diría que las marchas de organizaciones barriales más que una amenaza para Macri son una amenaza para Alberto Fernández y, en primer lugar, una amenaza a la convivencia social y a los propios pobres prisioneros de demagogos enriquecidos con su causa. VII “Creo que Cristina le dio obras públicas a Lázaro Báez por una cuestión de cercanía y confianza”, dice muy suelto de cuerpo Alberto Fernández tratando de tapar el fuego de la corrupción con una hilacha de retórica. Como conducta de banda, el argumento “Albertino” es impecable. Los jefes y las jefas se rodean de hombres y mujeres de confianza, de compinches, recaudadores y sicarios. Cristina no inventó nada. Algo parecido hacía Jesse James con Younger, Al Capone con Nitti o el Gordo Valor con la Garza Sosa. Bien ahí Alberto. VIII Dice el actor Gerardo Romano de Mauricio Macri: “Su alma va a arder en la hoguera de la perversión”. Impecables y humanistas palabras de un actor. Gerardo Romano. Esa afición morbosa de redimir a los que piensan diferente por el camino de las hogueras. Imagino a Romano diligente, entusiasta y feliz trasladando leña al poste de los tormentos. Lo imagino dichoso, eufórico, estremecido de placer. Sus enemigos en el poste de tormentos abatidos por las llamas de la hoguera que contribuyó a atizar. IX También el populismo acaricia sus utopías. En su versión criolla la imagen es la de un país transformado en un gigantesco y monstruoso conurbano. A la caída de la tarde, ollas populares, curitas villeros celebrando misa y los Grabois del caso oficiando de monaguillos. “Las virtudes evangélicas de la pobreza”. El sueño del pibe. “En las villas miserias los pobres son más felices que los ricos”, ladra Víctor Hugo Morales desde su piso en Barrio Norte. Discretamente apartados del escenario ocupado por pobres sometidos, los autos de alta gama y las camionetas 4×4 con sus choferes adiestrados para trasladar a los jefes de esa utopía populista a los barrios residenciales. Mientras tanto, en la villa, lo que se impone es la resignación, la idolatría y la injusticia. El paraíso populista que nos tiene reservado el peronismo. X “Ese pulmón forestal del Amazonas es vital para el planeta”, dijo el compañero Bergoglio. Estoy de acuerdo. Claro que estoy de acuerdo. También hubiera estado de acuerdo si el compañero Papa se hubiera preocupado por ese pulmón de libertad que representa el gobierno de Cambiemos, en lugar de bendecir, alentar y proveer de nafta a los piromaníacos sociales. XI El poeta Charles Baudelaire recuerda aquella tarde en la que paseaba con su amigo por las calles de París, y en particular recuerda el momento cuando un mendigo se acerca y les pide una limosna. El amigo de Baudelaire le entrega una valiosa moneda y el mendigo feliz se va a festejar a la taberna. Allí se entera que la moneda era falsa y esa noche duerme en la cárcel. Moraleja práctica del populismo. Monedas falsas que el líder desparrama para solaz de masas impotentes y sometidas, monedas por las que luego pierden la libertad. XII A las elecciones de octubre hay que ir a votar convencidos de los valores y principios que creemos y defendemos. Si se gana, para ejercerlos y hacerlos realidad; si se pierde, para exigir que se realicen o por lo menos, para impedir que no nos avasallen. Libertad y justicia. Y en ese orden. Hay que movilizarse para ganar las elecciones y hay que movilizarse si se pierden las elecciones, porque la república democrática como institución y estilo de vida está más allá y más acá de un resultado electoral. A una ciudadanía alerta ningún déspota puede derrotarla. XIII No es un detalle que las marchas del sábado 24 de agosto no estén amparadas por colectivos, camiones, choripanes y botellas de vino; tampoco es un detalle que las plazas y edificios públicos no sean pintarrajeados o destruidos a martillazos. También en estos temas es necesario establecer las diferencias. Los manifestantes del 24 sabían por qué salían a la calle y jamás hubieran tolerado que los arreen en colectivos o camiones como ovejas o los idioticen con alcohol. |