Horacio González: «Nos habíamos amado tanto»

I

Creo que fue la semana pasada cuando en esta misma columna se me ocurrió preguntar por Carta Abierta y si la palabra no se prestaría a la burla. Aseguro que lo hice con cristalina inocencia, pero sobre todo sin sospechar que una semana después el compañero Horacio González saldría a la palestra a través de la agencia Paco Urondo para reclamar la reescritura de la historia de Montoneros y, para que a nadie le quepan dudas acerca de la orientación de esa reescritura, adelantó para quien quiera oírlo que sería “positiva” y supongo que no hace falta indagar demasiado para percibir qué significa para el compañero González esa reescritura “positiva”.

II

Estamos entonces con que Horacio González habla de reescribir la historia de la guerrilla y sumar una valoración positiva. Muy académico lo suyo. Nada de investigar; se trata de decretar que la guerrilla fue un factor positivo en nuestra historia y, conociendo el paño, nadie debería sorprenderse que en caso de ganar las elecciones de octubre se proponga algo así como un Ministerio del Pensamiento Nacional con una sala mayor de conferencias que muy bien podría llamarse Mario Firmenich o Rodolfo Galimberti y por qué no Norma Arrostito.

III

No deja de llamar la atención de todos modos que un intelectual como el compañero González, que alguna vez fue director de la Biblioteca Nacional y pertenece por méritos propios al mundo académico, proponga una investigación histórica que de antemano anuncia que será positiva, aspiración a la que el más modesto jefe de trabajos prácticos de una cátedra de historia calificaría de un verdadero oxímoron, un texto que podrá estar inspirado en las mejores intenciones pero que jamás podría ser una investigación, y mucho menos histórica. En realidad, el compañero no reclama un texto de historia, sino un afiche publicitario o un libro cuyo valor académico podría estar en el mejor de los casos y con viento a favor al nivel intelectual de “La razón de mi vida” o “Sinceramente”.

IV

Le recuerdo a Horacio González (tan interesado en reescribir positivamente la historia de Montoneros) que la calificación más liviana que Perón hizo de ellos fue la de “psicópatas” y la acción más benigna que promovió en su contra fue la de “aniquilarlos” organizando las Tres A a través de las diligencias de su secretario privado José López Rega y el asesoramiento intelectual de un célebre criminal de guerra de origen croata que llegó en noviembre de 1972 a la Argentina en un famoso charter: Milo Bogetich.

V

Al compañero Horacio González le propondría una investigación detallada del operativo que concluyó con el asesinato del general Pedro Eugenio Aramburu. Me interesaría indagar sobre las relaciones con los servicios de inteligencia de Juan Carlos Onganía y, en particular, con el general Francisco Imaz y el comisario Fonseca. No estaría de más saber en qué quedaron las declaraciones de Bernardino Labayru, Carlos Alconada y el proceloso Fernández Albariños, sugiriendo que Aramburu fue secuestrado por servicios de inteligencia militares a quienes “se les murió” en los interrogatorios, afirmación que en algún momento también deslizó la esposa del general que, según proclaman con orgullo los Montoneros, mataron ellos.

VI

La reescritura que propone el compañero Horacio González ¿incluirá las relaciones carnales de Montoneros con el almirante Emilio Massera en un París que seguramente no era una fiesta? ¿Y habrá algunas palabras dedicadas a las infatigables labores de inteligencia desplegadas por el comodoro Horacio Verbitsky en una ciudad de Buenos Aires por la que el comodoro transitaba feliz como un perro ladrando a la luna? ¿Y a los setentistas más nostálgicos, les dedicará aunque más no sea una anécdota que ilumine el ajuste de cuentas perpetrado contra el compañero Roberto Quieto y los inesperados socios que colaboraron en esa patriótica y humanitaria faena? ¿O la ya publicitada reescritura será algo parecido a la reescritura del prólogo de la Conadep?

VII

Si la previsibilidad fuera la virtud exclusiva para elegir a los gobernantes, está claro que Mauricio Macri debería ser el ganador de estas elecciones porque se podrá o no estar de acuerdo con él pero nadie ignora desde donde habla y dónde está parado. Pero como en nuestra Argentina esa virtud no cotiza bien desde hace rato, las preferencias pueden variar al punto que uno podría decir -jugando con las palabras- que sería deseable que Macri no sea tan previsible porque, la verdad sea dicha, su gestión si bien no es la catástrofe que agitan sus adversarios populistas, está muy lejos de ser el lecho de rosas que prometía Macri cuando, además, nadie le pedía que prometiera comodidades ni anuncios tan esperanzadores como “Lo peor ya pasó”.

VIII

Desde la vereda de enfrente, es decir, desde el peronismo, una vez más el paradigma es la imprevisibilidad, con el agravante de que para los mercados y para los líderes de la opinión pública internacional, el peronismo es, como ellos mismos se ocupan de reafirmarlo cada vez que pueden, el hecho maldito del país burgués. Mientras tanto, a los ciudadanos aún no nos ha quedado del todo claro si el ministerio de Economía, en caso de ganar las elecciones, estará a cargo de gurúes que piensan como Melconian o de profetas del placer como Kicilloff, aunque, bien mirada la cosa y conociendo el paño de algunos de los apostadores, todo pareciera indicar que las preferencias del Alberto parecieran (pero nunca se sabe del todo) estar más cerca de cierto liberalismo ortodoxo y partidario de los detestables ajustes que de esa mezcla milagrera de marxismo y keynesianismo bañado y rebozado con populismo chavista. Tampoco queda del todo claro si el flamante gobierno será el celoso garante del orden capitalista fundado en la propiedad privada de los medios de producción o el hondero entusiasta del nuevo orden cuyas delicias se obstina en anticiparlas el compañero Juan Grabois.

IX

Según el compañero Alberto Fernández, Bolivia de Evo Morales es un país al que deberíamos tratar de imitar. Que cada uno piense lo que mejor le parezca, pero a modo de perpleja curiosidad quisiera saber qué piensan al respecto los cientos de miles de bolivianos, muchos de los cuales viven en la Argentina y prefieren las bochornosas condiciones laborales que les ofrecen en negro en el Conurbano y otros paraísos criollos y ni por las tapas, es decir, ni ebrios ni dormidos, se les ocurriría regresar al país donde se cagan de hambre y los cagan a garrotazos.

X

Argentina comparada con Bolivia es un país más igualitario, más libre y con mayor movilidad social. Lo siento por los bolivianos explotados, pero la verdad sea dicha sin pedantería, solo a un peronista tercermundista se le puede ocurrir que Bolivia puede ser un modelo de país para nosotros, cuando hay muy buenos motivos para pensar, atendiendo a los cientos de miles de bolivianos que se van del inesperado Paraíso que descubrió el compañero Alberto, que ni siquiera es un modelo de país para los propios bolivianos.

XI

Es el rechazo del populismo criollo a la modernidad y el progreso lo que lo lleva a enfangarse con regímenes despóticos y hambreadores como los de Cuba, Nicaragua o Venezuela; o dejarse seducir por un régimen como el de Bolivia con altísimos niveles de pobreza e injusticia social. En esta “debilidad” por elegir paraísos, pareciera que los peronistas no se equivocan nunca, empezando por su jefe mayor que a la hora del exilio no vaciló en elegir la cálida compañía de Stroessner, Pérez Jiménez, Trujillo, Somoza y Franco.

XII

En el kirchnerismo pareciera que hay algo así como una “debilidad” congénita en perder o en encontrar bolsos con cientos de miles de dólares. ¿Se acuerdan de Felisa Miceli? ¿O de los bolsos del convento? ¿O de ese ejemplar acto de idolatría pagana que protagonizó el compañero Néstor arrodillándose ante una caja fuerte a la que abrazó estremecido de placer? Ahora, el protagonista es el portafolio del Instituto Patria. ¡Qué feliz casualidad y qué porfiada persistencia en tropezar periódicamente con bolsos, paquetes y cajas fuertes!

 

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