«Decime Dios dónde estás, que con vos quiero conversar»

I

En homenaje a esa virtud tan difícil de definir que se llama “objetividad”, diría que el debate del domingo pasado le permitió a los candidatos mantener la adhesión de sus votos y no ganar uno más. Un resultado que, atendiendo al reglamento redactado por los participantes, es por demás previsible, conclusión que, a juzgar cómo se esta gestando el próximo debate, es muy pero muy probable que se repita. Me importa insistir que el llamado formato del debate no nació como una imposición, sino que fue la consecuencia de un acuerdo de todos los candidatos, por lo que sus límites no son más que un objetivo deseado por políticos quienes, por una razón u otra, no quieren arriesgar demasiado con el ejercicio de la palabra. La exigencia de opinar sobre temas complejos en dos minutos o en treinta segundos, reclamaría de los candidatos condiciones creativas propias de Giuseppe Ungaretti o Emil Cioran, virtudes que nuestros políticos, por un motivo o por otro, están muy lejos de ejercer.

II

Me he tomado el trabajo de consultar con los seguidores de cada uno de los candidatos acerca de su opinión sobre la actuación de su dirigente, y están todos conformes, lo cual habilita arribar a conclusiones algo resignadas y conformistas. Sin ánimo de contradecir a nadie, me permito dejar abierto un leve interrogante sobre la participación de Roberto Lavagna que, a mi juicio, fue la más pobre, un lugar que disputó con Gómez Centurión, quien nunca pudo ponerse de acuerdo consigo mismo si el tiempo disponible para expresarse era mezquino o excesivo. Críticas más críticas menos, importa tener presente que la identidad de un candidato y las preferencias que es capaz de ganar, no se explican exclusivamente por las habilidades verbales o escénicas de un candidato. Preguntarse sobre cuáles son las condiciones que debe reunir un candidato para ganar la opinión pública, es un interrogante que pertenece al campo de la metafísica y el misterio. No hay recetas, no hay fórmulas, salvo detalles acerca del color de la corbata o el tamaño y brillo de la sonrisa. Si alguien por ventura alguna vez lograra descifrar esta incógnita, sería algo así como un Dios, alguien con recursos y dones como para descifrar el comportamiento íntimo de millones de personas. ¿Y entonces? Tratemos de hacer lo que nos corresponde hacer de la mejor manera posible, sabiendo de antemano que en este campo las cifras exactas no existen y los pronósticos no son más que especulaciones interesadas acerca de la incógnita del futuro.

III

A la hora de lo anecdótico o lo pintoresco, no puedo resistir la tentación de referirme a la estrategia de Fernández de convocar a Daniel Scioli para presentarlo como paradigma de la verdad, frente a un Mauricio Macri que encarnaría el pecado de la mentira. No creo que haya sido eficaz el recurso publicitario del candidato peronista de recurrir a un señor que mintió hasta con la relación de la mujer que en ese acto presentó como su amada esposa, pero lo más sorprendente de todo no es la maniobra de un político diestro en el manejo de golpes de efecto, lo más sorprendente es la decisión sumisa y mendicante de Scioli de prestarse a desempeñar un rol que en el más piadoso de los casos merecería calificarse de melancólico, aunque en nombre de la objetividad muy bien podría calificarse de miserable.

IV

El otro comportamiento que de alguna manera es una inesperada contribución a los beneficios de la fe con sus lúgubres ceremonias, lo protagonizó el señor Nicolás del Caño convocando a las multitudes a un religioso minuto de silencio en solidaridad con las masas de Ecuador que en las calles de Quito luchan contra el FMI, los planes de ajuste y los gobiernos sometidos al gran capital. Si bien pudo observarse que ese brevísimo minuto de silencio que practicó Del Caño, fue correspondido con la más glacial indiferencia de los candidatos de la burguesía, hay motivos para sospechar que ese pedido de silencio sí lo deben de haber cumplido con fe de secta los esforzados y ruidosos votantes de Del Caño, siempre dispuestos a exteriorizar su fe con una pasión y sumisión que despertaría la envidia de esos telepastores evangélicos yanquis tan diestros en el ejercicio de una retórica destinada a disciplinar a sus fieles, quienes de todos modos nunca logran responder con el automatismo y la incondicionalidad que exhiben nuestros camaradas troskistas.

V

Pertenece al campo del realismo mágico y de la república de Barataria que un Premio Nobel de la Paz, el señor Adolfo Pérez Esquivel, se preste alegremente a presidir una comisión destinada a ejercer el oficio de censor contra la investigación periodística. No hay respuestas a esta presencia augusta de un Premio Nobel de la Paz en una comisión que habría despertado la envidia de Alejando Apold o Miguel Paulino Tato, pero una pista posible para entender qué hace este buen señor luciendo los atuendos de Torquemada, sería la de indagar acerca de sus nunca disimuladas simpatías por los regímenes de Cuba, Nicaragua y Venezuela. Atendiendo a estas adhesiones, podemos permitirnos la licencia de reconocerle a Pérez Esquivel que lo suyo lejos de ser una contradicción, es un acto de íntima y obsesiva coherencia.

VI

Cientistas sociales, ingenieros hidráulicos, funcionarios estatales y de ONG y voluntarios sociales debaten respecto de las causas que provocaron la inundaciones en algunas localidades de La Matanza, fatalidad que desde hace décadas se resignan a soportar sus sufridos y crédulos habitantes. Se habla de la crecida del Río de la Plata, de vientos que soplan inesperadamente, de fallas geológicas, mientras los más audaces reflexionan acerca de las acechanzas del cambio climático. Pregunto sin animo de ser indiscreto: A la hora de enumerar causas, sobre los casi cuarenta años de gobierno del peronismo en el distrito, ¿nadie dirá nada? Sin ánimo de contribuir a profundizar en la fatídica grieta, reclamaría de la asistencia de la teología y los sabios bizantinos para que me expliquen si el voto multitudinario de los inundados a Fernando Espinoza o Verónica Magario no pertenece al campo enigmático de misterios estilo la Santísima Trinidad o milagros como la apertura y cierre de las aguas del Mar Rojo para desgracia de la soldadesca egipcia y su desdichado faraón.

VII

“Que la deuda la paguen los que se la llevaron y más la disfrutaron”, dijo la abogada exitosa en una tumultuosa asamblea celebrada en El Calafate con la asistencia de su habitual y sumiso monaguillo y las calurosas y festivas adhesiones de sus fieles. Un turista porteño o santafesino que por esas cosas de la vida o movilizado por una curiosidad algo morbosa, el destino lo arrastró a participar en esta asamblea, se hubiera preguntado si las palabras pronunciadas por la Señora en el escenario no eran algo así como una confesión pública, un sorpresivo “sinceramiento”, ya que según sus informaciones el acto de “llevársela y disfrutarla”, lo protagonizó Ella, sus familiares y socios. Más realista y propensa a dejarse arrastrar por confusos sentimientos de indignación, tía Cata habría dicho: “Pero esta chica no tiene cara”.

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