I
El coronavirus es una desgracia, una tragedia o una maldición. Pónganle el nombre que quieran, pero no disimulemos esta catástrofe con palabras tiernas o con lugares comunes al estilo. “Puede ser una oportunidad”. El problema es el presente tal como se nos presenta, pero también es inquietante el futuro porque todavía no sabemos con certeza los costos que vamos a pagar por esta pandemia. Lo que no se puede discutir es que esto es una desgracia a la que estamos obligados a tomar en serio porque lo peor aún no ha llegado. Dicho esto, observo también que de esta desgracia vamos a salir porque con el coronavirus no corre peligro la existencia de la humanidad. Jared Diamond, uno de los grandes pensadores contemporáneos, escribió no hace mucho que en el peor de los casos, es decir, en el caso de que nos contagiáramos de coronavirus los siete mil millones de habitantes del plantea, la mortandad no “superaría” las 150 millones de personas. Con esos porcentajes, concluye Diamond, la existencia del hombre en el planeta no corre peligro. ¡Ahora sí que me quedo tranquilo!
II
¿Pesimista? Creo que no me han dejado otra alternativa. Y si alguien tiene para decir algo diferente, lo escucho. Ya sé que dispone de mejor prensa ser optimista que pesimista. Y a primer golpe de vista hasta yo me animaría a compartir ese lugar común, en tanto bien pensada la cosa hay que admitir que la vida misma, el acto mismo de vivir, es una apuesta a favor del optimismo. Pero una cosa es la afirmación de la vida y otra muy diferente es el empecinamiento a negar que en la vida también ocurren cosas indeseables y que la peor solución es desconocerlas, mirar para otro lado o vestirla color de rosa. El coronavirus entonces no es una oportunidad, todo lo contrario. Del coronavirus no va a salir un mundo mejor, saldrá con suerte y viento a favor un mundo que seguirá siendo habitable pero que hubiera sido mucho más habitable si esta pandemia no nos hubiera alcanzado.
III
Repito para que se me entienda: Creo que de esta vamos a salir porque de peores hemos salido, pero el costo a pagar va a ser alto. Dicho con otras palabras, en tiempo presente soy un pesimista no porque prefiera lo peor, sino porque a la realidad me gusta contemplarla sin excusas y con los ojos abiertos. ¿Complicado? No tanto. Sobre estos temas siempre tengo presente la máxima de tío Colacho: “Es una falsa alternativa elegir entre ser un boludo triste o un boludo alegre”. En un plano intelectual un poco más sofisticado, el pesimismo ideal era el que predicaba Voltaire, un pesimismo que agudizaba el sentido crítico de la realidad y, de paso, se burlaba de las versiones cándidas (su personaje, no por casualidad, se llama Cándido), esas lecturas o esas actitudes de vida que suponen que el mundo que vivimos es siempre y en todas las circunstancias el mejor mundo posible. Antonio Gramsci, en un tiempo histórico en el que lo peor parecía enseñorearse en el mundo, escribió una frase que se ha repetido muchas veces pero sigue manteniendo actualidad: “Pesimismo de la inteligencia, optimismo de la voluntad”.
IV
De las crisis complicadas se sale con una sociedad que acompañe, pero sobre todo con una clase dirigente que sepa estar a la altura de las circunstancias. Digo clase dirigente y no gobierno, porque con esas dos palabras (clase dirigente) incluyo al gobierno, la oposición y todos los actores de la vida social: sindicalistas, empresarios, intelectuales, religiosos. En ese contexto, un gobierno dispone de una responsabilidad mayor porque la cuota de poder, es decir, la capacidad para tomar decisiones, es más alta. Si esta afirmación vale en términos generales, vale con más puntualidad en Argentina con su régimen político presidencialista y su cultura política siempre tentada a deslumbrarse por el líder. ¿Alberto Fernández está a la altura de las circunstancias? Trata de estarlo y algunas decisiones que ha tomado están en sintonía con esa pretensión. No exagera Jorge Asís cuando afirma que a Fernández el coronavirus le ha venido bien para afirmar su liderazgo por partida doble: tomar distancia de Cristina y ganarse la buena voluntad de votantes independientes e incluso de personas que no lo votaron.
V
¿Es verdad que al presidente la pandemia lo ha favorecido? Si al interrogante lo despojamos de condicionantes morales, podemos decir que efectivamente le ha dado una oportunidad política para afianzar su autoridad. Con los escrúpulos del caso, habría que decir que una pandemia es una fatalidad pero políticamente permite ejercer un liderazgo más nítido, más destacable que en tiempos “normales”. Digamos que disponiendo de un mínimo de personalidad política, resulta más “fácil” presentarse ante la sociedad como un piloto de tormentas en una situación límite que lidiar todos los días con la inflación, los reclamos del campo, las demandas de los sindicalistas, las exigencias del FMI, las pretensiones de los tenedores de bonos, los reclamos de los gobernadores, las rutinas de las burocracias estatales, luchas y rutinas de las que nunca hay un desenlace satisfactorio. Las tragedias, desde el exclusivo punto político, disponen de la condición de realzar el rol de los protagonistas centrales, de otorgarle al escenario del poder una luminosidad central. Después, hay que saber estar a la altura de ellas.
VI
Alberto Fernández dispone de la cultura política necesaria como para no ignorar estos desafíos o encrucijadas de la historia. Y sin duda que se dispuso hacer de la oportunidad una virtud. Bien parado de entrada, pronto aparecieron las dificultades inevitables de nuestro “destino sudamericano”. En primer lugar, esa tentación tan nuestra del triunfalismo y que un periodista de funesta memoria expresó hace casi cuarenta años, con dos palabras: “Vamos ganando”, cuando en realidad nos estábamos despeñando hacia la derrota. La otra tentación, es la de acumulación de poder o, para expresarlo de una manera más clara, la acumulación torpe y ostentosa del poder. En este punto la cultura populista es decisiva y letal, ese impulso a creerse un líder fundacional y para colmo de males, un liderazgo que concentra poder y supone que la unanimidad es la mejor fórmula de ejercicio del poder. Después tenemos los problemas de todos los días: la corrupción endémica, la incompetencia de los funcionarios estatales y la necesidad casi compulsiva de crear enemigos y, en el caso que nos ocupa, enemigos que necesitamos y necesitaremos en el futuro. Me refiero al ataque a los empresarios, quienes por supuesto no son angelitos de Dios, entre otras cosas porque nunca se les ocurrió presentarse en esos términos. No son angelitos, como tampoco lo son los dirigentes sindicales, o los políticos, pero son claves para la recuperación económica, salvo que Alberto Fernández -ese entusiasta y antiguo candidato de Cavallo- suponga que el orden económico debe fundarse sobre otros criterios acerca de la propiedad o los modos de producción.
VII
El gobierno debe saber que dispone de atributos para ejercer el poder, pero también debe saber que no dispone de luz verde para hacer lo que se le da la gana. Todo el país lo acompañará a la hora de enfrentar la pandemia, salvar vidas y poner en actividad la economía, pero que ni sueñe que el país tolerará funcionarios corruptos o ineficientes o con pretensiones autoritarias. En esta semana después de exponer a cientos de miles de viejos a la intemperie, adular a Moyano, someterse al examen del comodoro Verbitsky e insultar a empresarios- saltó el temita de los sobreprecios. Ya es un problema que en una cuestión tan sensible como el hambre haya funcionarios dispuestos a quedarse “con un vuelto”, pero la pregunta que nos inquieta a todos es la siguiente: ¿Cuántos funcionarios hay colocados en puestos estratégicos decididos a robar aprovechándose de las circunstancias con la certeza de que en la Argentina que vivimos los corruptos nunca van presos, porque si por casualidad alguno cae en desgracia pronto recupera la libertad, o disfruta de arrestos domiciliarios al estilo de ese paradigma y monumento al corrupto y arribista social que se llama Amado Boudou?
Noticia de: El Litoral (www.ellitoral.com) [Link:https://www.ellitoral.com/index.php/id_um/234287-se-dio-juego-de-pileta-y-hubo-que-echarse-a-nadar-cronica-politica-opinion.html]