«O San Pedro abrió el portón»

 

I

Ya se sabe que en Europa no pierden el sueño por lo que pasa en Argentina. En los diarios de España, por ejemplo, las noticias del pago se cuentan con los dedos de la mano. Y sobran los dedos. Días enteros en El País, La Razón, El Mundo, el ABC y la Argentina ausente. De pronto aparece algo. Pero en la página de fútbol. Messi, o en Espectáculos: Brandoni cumple ochenta años. La política como tal ausente. El otro día un estudiante me preguntó qué era el peronismo. Supuso que era una pregunta fácil como si él debiera responderme que es el PSOE o el PP. Le contesté que me acababa de hacer la pregunta más difícil de la política argentina, la pregunta en la que dos argentinos raramente se pone de acuerdo. No me quería creer. Como para confundirlo un poco más, le conté que el fundador de la Sociología argentina, Gino Germani, se volvió a Italia, su país, porque consideró que como profesional era un fracaso porque en casi diez años no pudo responder científicamente qué era el peronismo. A mí me dieron ganas de darle algunas respuestas gorilas, de esas que además los europeos consumen rápido porque lo poco que saben del peronismo es que su jefe era fascista y sus amigos políticos se llamaban Somoza, Trujillo, Stroessner y Franco. Pero nobleza obliga, yo sé que esa respuesta tiene algo de verdad, pero solo algo. Decirle, por ejemplo, que el peronismo es un fascismo suavizado por la corrupción, es ingenioso pero no alcanza; decirle que Evita fue agente de los nazis, tiene algo de verdad pero más que una verdad es una sospecha; además, con esa respuesta, debería advertirle que no la puede repetir en la Argentina porque los peronistas lo linchan ya que su relación con Evita no es política sino religiosa. Dudé, le di vuelta al asunto, admití que no estaba en condiciones de darle una respuesta totalizadora y entonces opté por decirle que, tal como conceptualizara el catedrático emérito don Lorenzo Miguel: “El peronismo es como comer tallarines con la vieja los domingos”. Y el Loro sabía muy bien de lo que hablaba. Mi respuesta a mi amigo español no lo convenció del todo, pero por lo menos lo hice reír, lo cual no es un resultado para subestimar cuando las preguntas son incómodas o uno no está seguro de las respuestas.

 

II

Pero volviendo a los diarios, esta semana tres noticias salieron en las páginas españolas. La primera, la supuesta liberación de los presos comunes; la segunda, el retiro de argentina de la negociación tramitada por el Mercosur con países asiáticos; la tercera, que Argentina está a punto de declarar su noveno default en su historia. Digamos que salimos poco en los diarios, pero cuando salimos damos que hablar. La noticia anterior, tiene unas semanas. Y fue una foto con cientos o miles de jubilados esperando en la calle para cobrar. No le erramos una. O los europeos no nos dejan pasar una. De todos modos, algunos analistas políticos consideran que el gobierno de Alberto Fernández es mucho mejor que el de Pedro Sánchez. Por el perfil político de esos analistas, estaría casi seguro que si fueran argentinos dirían que Pedro Sánchez es mejor que Fernández. Humoradas al margen, admito a diez mil kilómetros de distancia que la imagen de Alberto Fernández en Europa no es la de Cristina. Equivocados o no, ellos diferencian a uno de la “otra”. A mí también a veces me dan ganas de creer que son diferentes. Pero quieren que les sea sincero: me cuesta mucho.

 

III

El tema de los presos es como para no creer. Seamos amplios y tratemos de pensar en nombre de la buena fe. Admitamos que las cárceles están muy lejos de ser lugares de educación y no de castigo y que además están superpobladas. Admitamos que hay muchos presos procesados, otros condenados por delitos menores y que no todos son asesinos y violadores. Admitamos que en todos los casos no se los puede condenar a morir “apestados” y que, por lo tanto, algo hay que hacer. Admitamos que la prisión domiciliara puede ser una posibilidad. Y punto; hasta allí llegan mis consideraciones humanistas. Digamos, a continuación, que los problemas en las cárceles no son nuevos y que en todo caso el coronavirus no ha hecho más que ponerlos en evidencia. Digamos que los problemas sanitarios, de higiene o de salud no se resuelven abriendo los portones, sino disponiendo de recursos para atenderlos como corresponde, pero, repito, con el portón cerrado. Digamos que todo funcionario político o judicial a la hora de tomar una decisión, debe tener en cuenta la ley, los antecedentes, los rigores de este tiempo presente, pero también la opinión de las víctimas de los que están las cárceles, salvo que se crea que como la víctima es una parte interesada, es decir, los asesinos le han destrozado la vida matando a las personas que aman, no están en condiciones de opinar.

 

IV

Después vienen las consideraciones políticas. En primer lugar, habría un consenso entre todos que los presos son personas y como tales titulares de derechos y garantías. Hasta allí, fenómeno. Después vienen las malditas diferencias. Las más marcadas, con aquellos que consideran que los delincuentes como tales son rebeldes al orden capitalista, una suerte de protorevolucionarios enfrentados al orden y a la moral del neoliberalismo. ¿No me cree? Le aseguro que estos personajes existen, algunos han escrito libros defendiendo estas opiniones y otros militan con fe de cruzados. No son muchos, pero son. Y algunos ejercen responsabilidades políticas, como por ejemplo el señor Roberto Cipriano García, comprometido según sus propias palabras a no dejar ni un pajarito en la jaula. Para no hablar del amigo Zaffaroni. Capítulo aparte merecen los jueces garantistas que consideran que el coronavirus es una excelente oportunidad para probar que las cárceles no deberían existir. A los jueces garantistas se suman otros a quienes no los desvela el derecho, sino el tamaño de su cuenta corriente. ¿Es tan así? Pregunto: ¿A cuánto asciende la tarifa a pagar para figurar en las listas de presos a los que les corresponde prisión domiciliaria? ¿Mi pregunta es capciosa? Para nada. Apenas realista. La pregunta típica de un argentino con algunos años y algunas canas que, como diría tío Colacho, no quiere morir otario. Al respecto, todo mi respeto a los abogados penalistas que ejercen el derecho constitucional de la defensa y la presunción de inocencia, pero déjenme mencionar también la tradicional profesión de “sacapresos”, oficio noble si los hay, que se consuma con arreglos económicos con jueces y funcionarios; un oficio que se vale de las garantías de la ley no para defender inocentes, sino para liberar criminales y, de paso, forrarse bien los bolsillos. ¿Propongo algo diferente? No se me ocurre. Si sé que toda ley progresista, justa, humanitaria, posee su inevitable perfil oscuro. A ese perfil oscuro es al que me refiero. Y ya que nos metimos en el tema, les comento que en estos días el doctor Miguel Ángel Pierri fue designado asesor del Ministerio de Seguridad de la provincia de Buenos Aires. Ahora sí que puedo dormir con la puerta abierta.

 

V

Como en esta vida “todo tiene que ver con todo”, podemos animarnos a postular que esta movida para liberar a los presos por el coronavirus tuvo un punto de partida, dispuso de su primer caso. Ocurrió cuando la justicia ¿? resolvió otorgarle libertad domiciliaria al compañero Amado Boudou. Después el amague o el intento de abrir el portón a Ricardo Jaime. Los presos comunes serán delincuentes, estarán en la mala pero estúpidos no son. No solo que vieron la oportunidad, sino que además se dijeron a sí mismos: ¿Por qué ellos sí y yo no? Convengamos que en un país normal esto se resuelve con algunas complicaciones pero se resuelve. Pero la Argentina hace rato que no es un país normal. Y entonces si bien nadie se hace cargo de promover la libertad de asesinos seriales y violadores, de hecho se actúa y se decide como si fuera así. Y si no lo hacen, pareciera que se mueren de ganas por hacerlo. Y lo más lindo de todo es que semejante aire de milonga la bailamos en plena cuarentena, con los asesinos en gateras para recuperar la libertad mientras la mayoría de los argentinos estamos encerrados en nuestras casas. Mientras, pareciera que la única libertad que disponemos es salir con las cacerolas al balcón.

 

Noticia de: El Litoral (www.ellitoral.com) [Link:https://www.ellitoral.com/index.php/id_um/237702-o-san-pedro-abrio-el-porton-cronica-politica-opinion.html]

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