I
Se supone que el objetivo político es salir de la cuarentena, no enterrarnos todos los días un poco más en ella. Esta suposición de sentido común sería en principio compartida por todo el mundo, pero pareciera que empinados funcionarios del actual gobierno nacional no están de acuerdo. ¿A qué otra conclusión es posible llegar cuando el propio presidente de la Nación se expresa con tono amenazante contra las personas a las que se les ocurrió cometer el pecado de salir a correr? ¿O declaraciones de funcionarios de provincia de Buenos Aires anunciando, casi solazándose, que la cuarentena por lo menos debe continuar hasta septiembre? ¿O las amenazas a maestros que se les ocurre la herejía de dar clases a los chicos, amenazas que incluyen hacerlos responsables de cualquier muerte posible? ¿O la suerte de graznidos lúgubres del gobernador de la provincia de Buenos Aires, anticipando una tragedia si no se hace lo que él ordena? Los anuncios, los tonos, los contenidos de los mensajes deberían tranquilizar, habilitar el optimismo, anunciar alguna esperanza. Todo lo contrario. Pareciera que el objetivo es sembrar el miedo, aplicar la extorsión emocional, cuando no amenazar.
II
Una vez más insisto en que el desafío, el acto político creativo y responsable consiste en salir de la cuarentena, no instalarnos y hundirnos en ella. Otra vez el viejo hábito criollo de transformar una excepción en solución permanente. El presidente de la Nación y el señor Santiago Cafiero repiten, cada vez que se les presenta la ocasión, que es la pandemia y no la cuarentana la que provoca esta situación. Chocolate por la noticia. Salvo el detalle que un político, o un presidente, no debe comunicarnos lo obvio, es decir, que hay una pandemia, sino que lo que le corresponde decir y hacer es cómo enfrentamos esta situación con los menores costos posibles. No es nuestra tarea como personas, como ciudadanos juzgar a la naturaleza, sino evaluar lo que hacemos los hombres para enfrentar sus rigores. Esto quiere decir que la pandemia existe y que por supuesto se deben tomar medidas excepcionales. Las complicaciones de la pandemia son reales, pero me temo que también son reales los objetivos de un gobierno que ha hallado en la pandemia algo así como la quimera de un orden social deseable: todos encerrados, todos callados, todos despojados de nuestras libertades mínimas. La pregunta que deberíamos hacernos es la siguiente: ¿Por qué el gobierno se aferra con uñas y dientes a la cuarentena? Pregunta que admite solo dos respuestas. Porque es un eficaz sistema de dominación; o sencillamente, porque es lo único que sabe hacer; los sacudimos, lo mezclamos, lo damos vuelta y no se les cae otra idea que la cuarentena permanente. Los resultados a la vista: la única fábrica que hoy funciona a plenitud en la Argentina es la fábrica de pobres.
III
“Vicentin”, en las actuales circunstancias es algo más que una empresa del norte santafesino. “Vicentin”, se ha trasformado en una bandera, un emblema y una causa. “Vicentin”, confirma que los compañeros no dan puntada sin hilo, porque si no hubiera habido cuarentena no se habrían animado a dar este zarpazo. Ahora la batalla social y política está abierta. La defensa de “Vicentin” es la defensa del estado de derecho, de las libertades esenciales reconocidas por la Constitución. “Vicentin”, expresa el reconocimiento social y político a los sectores económicos más dinámicos y modernos de la burguesía argentina, sectores considerados “enemigos del pueblo” por los cráneos de la causa nacional y popular. Por último, “Vicentin” derrumba la ilusión, la quimera, acerca de un Alberto bueno y una Cristina mala. “Vicentin” derriba encajes, borra pinturas y maquillajes y nos pone cara a cara frente al verdadero rostro del actual régimen de poder. O, para decirlo de una manera más práctica, pone en evidencia lo obvio, lo que siempre se supo, lo que constituye el núcleo real del poder populista.
IV
Mientras tanto, la empresa aeronáutica chilena Latam se va del país. Lo que debería ser una mala noticia para cualquier persona sensata, para los funcionarios del gobierno y sus amigos sindicalistas es motivo de alegría. Un competidor menos, dicen los muchachos de Aerolíneas. En el camino quedan casi dos mil trabajadores en la calle. De un orgullo somos depositarios: el único país que Latam decide abandonar se llama Argentina. Bien ahí compañero Biró. Lo logramos. Vamos por todo. Esa es la consigna. Y la cuarentena permanente ayuda. No lo digo yo, lo dicen ellos. El coronavirus ha venido a redimirnos de la peste del neoliberalismo. Gracias a la pandemia la sociedad se acostumbrará a rechazar las sociedades consumistas y sensuales; el retorno a la economía artesanal; a la subcultura del pobrismo; al país villa miseria. Todo estos disparates en nombre de la patria libre, justa y soberana. La paradoja de todo esto es que, además, estas iniciativas expropiadoras económicamente no funcionan, ni siquiera para cumplir un mínimo de los objetivos que ellos mismos reivindican. ¿Y políticamente? Allí la situación es algo más compleja. El ataque expropiador tiene objetivos que van más allá de la economía. “Ir por todo”, es, más allá de la retórica, un objetivo esencialmente político: controlar y concentrar poder en un estado devenido en maquinaria de dominación. La cuarentena ayuda. Y puede ser decisiva. ¿Pero el coronavirus existe? Por supuesto que existe. Pero el problema consiste en decidir qué hacemos con él. Y sobre todo qué hacemos con la sociedad. Sospecho que para tío Alberto y su pandilla el dilema ya está resuelto: cuarentena permanente. Una inesperada comunidad organizada hecha realidad.
V
Lo cierto es que marchamos a instalar la cuarentena más larga del mundo. No nos alcanzaba con tener la avenida y la calle más larga del mundo. Ahora le agregamos la cuarentena. Un recurso de la edad media devenido en la herramienta preferida del populismo criollo. “Hay que cerrar otra vez todos los comercios”, dice, se jacta, un funcionario del poder. ¡Qué fácil para él que cobra como funcionario del Estado! ¡Y qué oportuno! “Cerrar los comercios”. Tres palabras para condenar a la miseria a uno de los sectores más dinámicos de la vida urbana. Pregunto al respecto: ¿cuántos de los locales de comercio que cerraron serán comprados a precio vil por los pujantes funcionarios partidarios de la cuarentena permanente? ¿O nos vamos a seguir chupando el dedo sobre la ingenuidad de estos muchachos? ¿O vamos a seguir negando que llegaron al poder para proclamar la justicia social y practicar el hábito adquirido de enriquecerse?
VI
Estuve algo más de tres meses en España. La cuarentena fue dura y el número de muertos muy alto. Las luchas políticas entre oficialistas y opositores fueron y son durísimas, pero mi impresión es que allí el conflicto produce resultados positivos. Desde los primeros días de mayo, España empezó a abrir la sociedad. En Madrid, en Granada, en Sevilla, los lugares en los que estuve, la calle ha vuelto a ser la de siempre. La gente camina por las calles, se distrae en las plazas, se acomodan a la mesa de los bares y toman copas y prueban bocados; los enamorados se toman de las manos y se miran a los ojos; los chicos vuelven a las escuelas; los estudiantes a sus facultades. Es todo tan sencillo: volver a la normalidad. A vivir como corresponde. Hay controles, se exigen barbijos, pero los comercios están todos abiertos, incluso los grandes shoppings. Pero fundamentalmente la tarea del gobierno es animar, alentar y no sembrar el miedo. Hubo momentos duros. El número de muertos supera los treinta mil. Pero al gobierno siempre le quedó claro que de la cuarentena había que salir. No a lo loco, pero había que salir. Y se dieron todos los pasos para que así fuera. En la Argentina me temo que estamos haciendo lo opuesto. No se trata de los rigores del invierno; de la curva aplanada o no aplanada o de la propia agresividad de un virus. De lo que se trata es de evaluar las decisiones políticas de un gobierno. Y en el caso que nos ocupa, de sus intenciones.
Noticia de: El Litoral (www.ellitoral.com) [Link:https://www.ellitoral.com/index.php/id_um/245436-me-vi-a-la-sombra-finao-cronica-politica-opinion.html]