«La historia vuelve a repetirse»

 

I

El acuerdo con los bonistas merecería calificarse como una buena noticia, no tanto por los beneficios que provoca como por los perjuicios que evita. Dicho de manera futbolera, lo que se ha hecho es patear la pelota para adelante, lo cual no soluciona mucho pero tranquiliza. Como se dice en estos casos: problemas para los que vienen. Quedan pendientes los arreglos con el FMI y con los bonistas locales, pero sobre todo queda pendiente un plan económico para sacar al país del estado de postración en que se halla desde hace años o, por lo menos, un rumbo. Salvo que alguien suponga que el rumbo ya está definido y su dirección es Caracas, cosa que, sinceramente, no me termina de convencer, no porque Venezuela no disponga de simpatizantes convencidos en estos pagos, sino porque para desgracia de ellos no hay condiciones objetivas ni subjetivas para una Argentina chavista. ¿Optimista? Algo, pero no mucho. Un país cuya clase dirigente apuesta a algo parecido a Venezuela, es un país condenado al fracaso y a la peor de las desgracias, pero admitamos que hay otras maneras de fracasar como nación. ¿Ejemplo? Para no irnos tan lejos, la Argentina, un país que no da pie con bola desde mucho tiempo antes de que Chávez llegara como una «bendición» para la desdichada Venezuela. Dicho con otras palabras: nuestros problemas internos son responsabilidad de nuestra clase dirigente y de una sociedad que por un motivo o por otro ha sido demasiado condescendiente con ella, cuando no cómplice. Al respecto, sigue siendo aleccionador para mí aquella frase de un político norteamericano cuando dijo más o menos algo así: «No es que nuestros gobiernos sean mejores que los de otros países, lo que sucede es que en este país existe una sociedad que no nos deja ser peores».

 

 

II

¿La sociedad argentina le permitirá a Cristina eludir la acción de la justicia? Desearía que no, pero en nombre del realismo o de la objetividad no estoy del todo seguro que así sea. Por lo pronto, hay una poderosa voluntad de poder para asegurarle la impunidad. A ella, a sus familiares y a sus cómplices. Si lo hicieron con Menem, ¿por qué no lo harán con Cristina? En los dos casos estamos ante actos de corrupción evidentes y manifiestos y me temo que en ambos casos nadie pagará por ellos. De hecho, Menem ya ha quedado liberado de culpa y cargo y atendiendo a esa lógica no hay motivos para suponer que Cristina corra una suerte diferente. ¿Qué las causas de Cristina son más comprometidas? Puede ser, pero la lógica de poder que hoy la defiende es superior a la que defendía a Menem. Conclusión algo pesimista o por lo menos melancólica: en la Argentina los poderosos no pagan. El principio o la ley establecida por el señor Yabrán se cumple al pie de la letra. Los que controlan instituciones, suman votos y además tienen plata, no son iguales al común de la gente. Por lo menos en la Argentina es así ¿Será tan así con Cristina? Ojalá me equivoque.

 

III

Por lo pronto, los compañeros ya se lanzaron al asalto del Poder Judicial, maniobra que se la califica con el pudoroso término de «Reforma judicial». Los compañeros kirchneristas dicen no guardar un buen recuerdo de Menem, pero están decididos a preparar para Cristina un destino judicial muy pero muy parecido al de Menem. En sus buenos tiempos el presidente riojano se distinguió por ampliar el número de integrantes de la Corte con el objetivo manifiesto de disponer de una Corte adicta. Si la memoria no me falla, el muy distinguido jurista Julio Nazareno presidió el máximo tribunal de justicia durante diez años. Que un personaje cuya exclusiva virtud era su disposición a ser el chico de los mandados del estudio jurídico de los Menem haya llegado a ocupar la titularidad de uno de los poderes del estado nacional demuestra no solo el desparpajo del presidente de entonces, sino también la paciencia o la indiferencia de una sociedad que suponía que los posibles beneficios consumistas de la convertibilidad justificaban todo lo demás.

 

IV

Carlos Menem amplió la Corte Suprema de cinco miembros a nueve. Desmontar la Corte de mayoría automática, como se dijo después, fue uno de los objetivos propagandísticos más manifiestos del kirchnerismo, objetivo que se cumplió generosamente. La Corte retornó a los cinco miembros y en el clima de afirmación de la legitimidad de Néstor se constituyó una Corte conformada por jueces de impecable calidad jurídica. Durante algunos años los corifeos del kirchnerismo recurrían a las virtudes de la flamante Corte, virtudes provenientes de la supuesta sabia decisión del sabio conductor. Después vino Cristina y empezaron las investigaciones y las causas judiciales. Y empezaron cuando ella era presidente. Empezaron y siguieron. Allí empezaron a preocuparse. Muy linda la Corte de cinco miembros, muchachos y chicas muy inteligentes, pero no hacen lo que a nosotros nos gusta. Dicho de manera directa: no obedecen ¿Como en Santa Cruz? Exacto. Como en Santa Cruz. Consejo al pasar para investigadores y curiosos: cada vez que se presente alguna duda acerca de actos o intenciones del kirchnerismo mirar en dirección a Santa Cruz. Allí funciona el laboratorio K perfecto. Conclusión: si alguien supone que el deseo del kirchnerismo es que la Corte no los perjudique con sus fallos, no está del todo equivocado, pero omite un dato decisivo: el kirchnerismo no solo aspira a que la Corte no haga lo que no les guste, también aspira a que la Corte haga lo que ellos le mandan. ¿Se entiende la diferencia entre acción y omisión?

 

V

Convengamos que para la señora Cristina el tema central de su vida son las causas que le imputa la justicia. Con ánimo constructivo, diría que la entiendo: la muchacha está luchando a brazo partido por su libertad, causa noble y justa si la hay y que solo un malvado podría impugnar. De Cristina ignoramos su opinión sobre la pandemia, sobre los muertos o sobre la paralización económica. Y es lógico que así sea. Para cualquier «fugitivo» de la justicia, no hay objetivo más elevado. Subordinado a ese objetivo de máxima, está el de instalar a su hijo como candidato a presidente en 2023. O sea que la traducción actual al «Vamos por todo», principio fundacional del kirchnerismo, es «Cristina libre; Máximo presidente». ¿Podrán hacerlo? Me gustaría decir que no, pero en la Argentina nunca se sabe. En homenaje al optimismo diría que existe en la Argentina sectores sociales con capacidad de movilización y capacidad crítica como para impedir que el objetivo «Vamos por todo» se cumpla. Sin embargo, no se pueden ignorar los alcances de una voluntad de poder decidida a cumplir con sus metas una y otra vez, apostando al cansancio de la sociedad, a su indiferencia o, sencillamente, a su sometimiento.

 

VI

La cuarentena permanente, o su equivalente, la «penúltima» cuarentena, podría llegar a ser un ejercicio interesante para esa tarea de someter a la sociedad. La pandemia existe, la necesidad de limitar algunas libertades parece ser inevitable, pero para los partidarios del «Vamos por todo», la tragedia que vive el mundo es, como les gusta decir a ellos, una excelente oportunidad para empezar a practicar los beneficios de una comunidad organizada sobre la base de una sociedad atemorizada, sumisa y dependiente del Estado. Yo no sé si lo que ocurre en la Argentina se parece al estado de sitio, pero de lo que estoy seguro es que desde el poder nacional se está haciendo todo lo posible para que vivamos en un país muy pero muy parecido a una situación jurídica parecida a la del estado de sitio permanente. País raro el que nos toca vivir. Los delincuentes, cuatro mil, son liberados de la cárcel en nombre de la cuarentena, mientras una persona de bien puede ir a la cárcel porque osa visitar a su madre, su hijo o su hermano. Y todo esto, con disposición penal incluida, establecido a través de un DNU. ¿Lograrán cumplir con su dulce utopía de la «comunidad organizada»? Quiero ser optimista. Le tengo mucha fe a nuestras clases medias incluyendo allí a sectores populares más o menos pobres pero dignos. Desde el poder están decididos a asustar, a imponer el miedo, a paralizarnos, pero debemos saber que en una sociedad que se dice democrática ninguna cuarentena permanente se puede imponer, ninguna «penúltima cuarentena» se puede instalar como consigna si decidimos ser libres, si en lugar de asustarnos por la promesa de muerte apostamos por la esperanza de vida.

 

Noticia de: El Litoral (www.ellitoral.com) [Link:https://www.ellitoral.com/index.php/id_um/253173-la-historia-vuelve-a-repetirse-cronica-politica-opinion.html]

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