Quino y Mafalda

 

I

Murió Quino. Una mala noticia en un año donde parece que las malas noticias están a la orden del día. ¿Murió Mafalda? Una pregunta difícil de responder, aunque como para iniciar el debate me animaría responder que no, que Mafalda sigue viva a pesar de todo. La afirmación no es trivial. Aunque suene algo desmesurado, me atrevo a decir que aquello que los argentinos más valoramos, aquello íntimo que nos pertenece y que le otorga cierto sentido a nuestros días, aquello que también en el sentido más cálido de la palabra nos enorgullece como argentinos, depende de que Mafalda siga viva. Es más, necesitamos que siga viva. Que todos esos valores que ella encarna: la inteligencia, el atrevimiento, la lucidez, el afecto, la alegría de vivir, se mantengan. Hoy más que nunca.

 

II

Mafalda es la niña de una Argentina que alguna vez fue y que me temo que hoy no existe o su existencia está puesta en signo de preguntas. Mafalda, el «mundo» de Mafalda, es la expresión de esa clase media que alguna vez tuvimos y que hoy empieza a ser discutida. Mafalda también expresa lo mejor que los argentinos fuimos capaces de construir. Su mundo no es rosa pero tampoco es negro. Como toda niña, cree que la vida es linda, pero en el acto advierte, que no es fácil. Como cada uno de nosotros, quiere ser feliz, pero por esa felicidad nunca se puede pagar al precio de la sumisión. Mafalda nos enseña a ser libres. Nada más y nada menos. A ser libres en la vida de todos los días. ¿Cómo no van a dar ganas de vivir en un país como el que nos propone Mafalda? Mafalda nos habla de una Argentina que ya no está. O tal vez de un tiempo que para los que vivimos en los años sesenta ya se nos fue. Un tiempo hecho con canciones de María Elena Walsh y Joan Manuel Serrat. El tiempo de «La vaca estudiosa» y «Esos locos bajitos». Sin embargo, contra toda evidencia yo postulo que Mafalda está con nosotros. Necesitamos que esté con nosotros. Es una de las creaciones que mejor supimos forjar y no podemos darnos el lujo de perderla.

 

III

Afirman que Mafalda es una porteña de San Telmo. Es posible, pero no estoy tan seguro. Yo afirmo que un sábado a la tarde la vi jugando en plaza Pueyrredón. Y un martes a mediodía la vi salir con otros chicos de una escuela del centro. Era ella, juro que era ella. La misma expresión, los mismos ojos, el mismo moño. Por su parte, mi amigo mendocino asegura que está en condiciones de probar que, como Quino, Mafalda es más mendocina que una finca de Chacras de Coria. Y una amiga de Paraná, está convencida de que es más entrerriana que Urquiza y Pancho Ramírez. Mi amigo Alberto Méndez, que nació y vive en Madrid, me informa muy suelto de cuerpo que Mafalda vive en el barrio de Argüelles y que es amiguita de la hija de su cuñado. ¿Le creo o no? Qué se yo. ¿No será acaso que Mafalda es de todos? Capaz nomás. Y capaz que en esa universalidad resida el genio de Quino. Sobre estos temas, Cortázar la tenía clara. Cuentan que cuando una vez le preguntaron qué opinaba de Mafalda, Julio contestó: «Lo que yo opine de Mafalda no tiene ninguna importancia, porque lo que de verdad importa es qué opina Mafalda de mí».

 

IV

Se dice que Quino murió sin terminar de entender por qué Mafalda es tan famosa. Los que lo conocieron lo describen como tímido, sobrio y digno. No fanfarroneaba con su creación porque fue un creador de verdad. Un creador de la vida cotidiana. Un creador que nos sugiere que lo que importa en la vida está en aquello que nos ocurre todos los días alrededor de las personas que importan. Como recomendaba el escritor ruso, Quino es universal porque «dibuja» con trazos creativos su «aldea». Aprende de la vida pero se me ocurre que en sus textos está presente Groucho Marx, Bernard Shaw, Oscar Wilde o G. K. Chesterton. Según sus palabras, a sus guiones los sacaba leyendo correos de lectores, escuchando, mirando, pensando. Transformando lo corriente, lo habitual, en algo memorable. Sin ostentaciones, sin alharacas. Pero con sabiduría, humor y belleza.

 

V

No sé si Quino fue el padre de Mafalda. Me gusta pensar que como un Dios, creó un personaje con vida propia. Una niña con su hermanito, sus amigas y amigos. Una niña con su padre y su madre. Un mundo, un universo. A Quino, le ocurrió con Mafalda lo mismo que a Lewis Carroll con Alicia. El personaje «escapó» a su control. Se tomó la vida por su cuenta. En ese acto de crear vida reside el genio de Quino. Como el genio de Cervantes con el Quijote, o el genio de Hernández con Martín Fierro o el genio de Conan Doyle con Sherlock Holmes. Quino pudo haber partido al silencio, pero Mafalda sigue hablando. Vive. Está en cada chico que incomoda con sus preguntas, en cada niño que mira a su padre o a su madre con los ojos del amor, la ironía y el asombro. Como el personaje de la leyenda, Mafalda es la niña capaz de decir en medio de la corte que el rey está desnudo. Y lo está. Claro que lo está.

 

VI

No sé si Mafalda brinda muchas respuestas, pero las preguntas que hace son más importantes que las respuestas más elaboradas. Como el personaje de Ortega y Gasset, Mafalda es ella y sus circunstancias. Guille, Susanita, Manolito, Felipe, Libertad. Un mundo. Un mundo diverso. Una república de niños. Y sin embargo, un mundo unido por esos lazos invisibles y consistentes que son los afectos. Mafalda no piensa lo mismo que Susanita, y en más de un caso representa lo opuesto. Sin embargo convive con ella y, además, la quiere. En el mundo de Mafalda hay diferencias, pero no hay «grieta». No sé si el mundo de Mafalda es un mundo feliz. Sí creo que el mundo de Mafalda es un mundo trazado con las líneas a veces suaves, a veces duras, a veces tiernas, a veces ásperas, de la vida. Un mundo que desborda de vida. No sé si Mafalda propone un futuro «luminoso», porque sospecho que esas generalidades le deben parecer demasiado abstractas o directamente la exceden. No sé bien si cree en un futuro feliz, pero me consta que quiere un presente más justo y sobre todo más interesante.

 

VII

Decía que Mafalda está en cada niño y en cada niña que nos mira con los ojos de la ironía, del asombro o de la crítica. Muy bien puede ser nuestra hija o nuestra nieta. O la hija o la nieta de un amigo. Una confidencia voy a permitirme. Hace dos o tres años los llevé a mis dos nietos a pasear a La Paloma, en Uruguay. Desayunábamos juntos. Después ellos se iban con la mamá a la playa y yo me quedaba en algún bar leyendo o escribiendo, porque detesto la playa. A la noche cenábamos y nos quedábamos conversando. En algún momento mi nieto me dice: «Iaio, Uruguay me gusta mucho». Y como yo sé las fichas que le mete la madre, y, además, soy un abuelo camorrero, le contesto como para chichonearlo un poco: «¿Sabés por qué te gusta mucho?». Me mira y noto cierto recelo en la mirada. Entonces le digo: «Te gusta mucho porque Uruguay es muy parecido a la Argentina pero no hay peronistas». Acusa el recibo. Pero como un dandy sonríe. Aunque lo que más registro es la chispa en los ojos. Después, un segundo después, me dice: «Iaio…en Uruguay no habrá peronistas, pero tampoco está Macri». Enano de mierda. Ocho años. Y me deja pagando. ¿Entienden por qué Mafalda?

Noticia de: El Litoral (www.ellitoral.com) [Link:https://www.ellitoral.com/index.php/id_um/261651-quino-y-mafalda-cronica-politica-opinion.html]

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