Momentos en la Plaza Pueyrredón

 

I

En 1975 el escritor George Perec se acomodó en la mesa de un bar ubicado frente a la Plaza St. Sulpice de París. Su objetivo fue registrar lo que veía, aquello que sucedía a su alrededor. De esos apuntes salió un librito titulado «Tentativa de agotar un lugar parisino». La hipótesis de Perec más que literaria es sociológica: «Anotar lo que generalmente no se anota, lo que no tiene importancia, lo que pasa cuando no pasa nada». Lo suyo es un «juego» que interpela al periodismo, siempre dedicado a «capturar» la noticia, es decir lo extraordinario. No escribimos sobre los miles de aviones que salen de un aeropuerto y llegan sin novedades a otro, escribimos sobre el avión que se cayó. No escribimos sobre lo que ocupa la mayor parte de nuestro tiempo, aquello que se llama «rutina», escribimos sobre lo extraordinario. Pues bien, Perec postula que el desafío del escritor no es tanto contar «lo excepcional» (después de todo siempre habrá quien lo cuente y multitudes que lo divulguen en el acto) sino lo cotidiano, aquello que en definitiva constituye lo más extendido e importante de nuestra vida en sociedad. Registrar un instante, un momento. Que será único, irrepetible.

 

II

Sábado 24 de octubre. Día de sol con algunas nubes muy difusas en el cielo. No hace calor, lo cual es una excelente novedad en Santa Fe. Me acomodo en la vereda de la mesa de un bar ubicado en la esquina de Balcarce y Sarmiento, en la esquina sureste. Al frente la Plaza Pueyrredón, toda una manzana entre bulevar y Balcarce y entre Alberdi y Sarmiento. Para muchos santafesinos la plaza más importante de la ciudad. Supongo que será una opinión de los vecinos de barrio Candioti, opinión no muy diferente a los vecinos de Plaza Constituyente o a los de Plaza España o a la de Plaza San Martín. Por lo pronto, Plaza Pueyrredón es novedad por la feria artesanal, por sus estatuas maltratadas por el vandalismo y sus fuentes de agua. Según las crónicas, hasta hace un siglo en el lugar que hoy se levanta la plaza había un lago con árboles y hasta un puentecito de paseo. Creo que para 1910 la rellenaron y ahora es, con los cambios de los tiempos, la plaza que conocemos. Cuento cinco bares a su alrededor, las instalaciones del Mercado del Progreso, una estación de servicio y las casonas antiguas.

 

III

Son las 11,27 minutos. Le pido al mozo un café cortado y un agua mineral con gas. Al frente, la parada de colectivos. Y vehículos que por Balcarce pasan en dirección este- oeste. A su vez, por calle Sarmiento los autos vienen desde bulevar, es decir, desde el norte hacia el sur. Un señor de alrededor de sesenta años, canoso, remera celeste, vaqueros desteñidos, está parado al lado de un árbol; una señora conversa con él; más allá, hacia el centro de la plaza gente que trajina alrededor de los puestos de venta de frutas y verduras. Un muchacho joven hamaca a su hija; dos nenas juegan en un subibaja. Dos autos pasan por Balcarce en dirección a Sarmiento; un hombre de barba desprolija conduce una bicicleta. Por la vereda de Balcarce viene caminando una chica alta, cabellos rubios, pantalones negros, lentes ahumados. Pasa a mi lado y se detiene en la esquina un instante, luego cruza la calle y dobla por Sarmiento en dirección al sur. Una señora con bolsas del supermercado se detiene en la parada de colectivos y mientras tanto envía un mensaje con el celular. Tres muchachos jóvenes se sientan en la mesa que está al lado de la mía y alcanzo a escuchar fragmentos de comentarios que hacen acerca de las vicisitudes del dólar. El mozo, corte de pelo estilo punk, reparte servilleteros entre las mesas. Un tipo de camisa a cuadros, pronunciada calvicie, insulta no sé si a un auto que pasa o a los dioses. Un «trapito» llega en bicicleta y estaciona frente al Mercado Progreso. Una ama de casa cruza calle Sarmiento con el changuito. Desde algún lugar se oye el ruido de una moto; también desde algún lugar se escuchan ruidos de operarios trabajando. Un muchachos joven de musculosa rosada pasa en bicicleta por la esquina. El tipo canoso de remera celesta apoyado en el árbol ahora levanta el capot del auto estacionado sobre Balcarce; un mecánico que llegó en un utilitario blanco trajina para cambiarle la batería. Todos usan barbijos. Una pareja joven; él con casco, ella no; estaciona casi al lado de mi mesa. Una señora joven de pantalón gris oscuro, zapatillas blancas y barbijo azul ingresa a la plaza con un cochecito de bebé.

 

IV

Son las 11:42. Desde lejos distingo el trajín de gente en la feria de frutas y verduras que funciona en el centro de la plaza. Dos mujeres cruzan en diagonal hacia la esquina de Balcarce y Sarmiento con los bolsos cargados de verduras. Una camioneta manejada por una señora joven se detiene en la esquina para darle paso a dos señoras de edad que cruzan la calle. Tres adolescentes, ella de vestido rojo con estampados amarillos, los muchachos con vaqueros y zapatillas, caminan por un costado de la plaza en dirección a bulevar. Un auto gris, seguramente de alta gama, cruza la esquina de Balcarce y Sarmiento. Un señor mayor con birrete blanco pasa en bicicleta y se detiene en la esquina para saludar a una señora. Una chica con barbijo floreado camina con un bolso de mano cargado de frutas. Un muchacho de pelo largo hamaca a quien seguramente es su hija. Desde algún lugar llega el sonido de la radio. Los mozos del bar donde estoy sentado acomodan algunas mesas para recibir a posibles comensales de mediodía.

 

V

Sábado 7 de noviembre. Cuando me acomodo en la vereda del bar de la esquina de bulevar y Alberdi, son las 11:18 de la mañana. Día de sol. Apenas una nubecita blanca en el cielo. Pido un café cortado y una botella de agua mineral. La plaza la observo ahora desde el ángulo izquierdo. El bulevar y los canteros con dos palmeras levantadas en cada esquina. Al frente, la Plaza Pueyrredón. A un costado, una estación de servicio. En un primer plano bulevar y los canteros recorridos por amigos de la vida al aire libre. Más allá, la arboleda de la plaza y los puestos artesanales con toldos blancos. Un señor excedido de peso con remera bordó cruza bulevar con una bolsa que contiene verduras y manzanas verdes. Lleva barbijo, pero caído. Una camioneta gris se estaciona sobre la vereda de bulevar y limita mi perspectiva sobre la plaza. Así y todo, alcanzo a ver a una muchacha de pantalones blancos, zapatillas blancas y remera gris que sale de la plaza por calle Alberdi. Una pareja joven, los dos con short y zapatillas, camina por los canteros de bulevar en dirección al Puente Colgante.

 

VI

Una pareja con dos chicos pasa a mi lado en dirección al este. Una señora con un perrito blanco «faldero» y barbijo oscuro entra a la plaza por bulevar. Una señora joven embarazada lleva en un cochecito de capota negra a un nene de no más de dos años. Un señor joven de short blanco y remera verde camina con dos nenes rubios que lleva en brazos. La moto del delivery del bar estaciona en la esquina norte, es decir frente al bar donde estoy escribiendo. Una camioneta blanca ingresa por calle Alberdi a la estación de servicio. Se escucha el canto de los pájaros y de vez en cuando algún bocinazo. Un tipo en moto, con remera negra y barbijo espera que lo habilite el semáforo. Mientras tanto habla con el celular. Un colectivo amarillo de la línea 16 pasa por bulevar en dirección al oeste. Otro ómnibus con un letrero luminoso verde que dice «Arroyo Leyes» se detiene en la esquina. Pasan autos y motos y bicicletas. Por los canteros de bulevar camina gente de diferentes edades en una dirección y en otra. Bocinazos y siete y ocho autos que pasan en dirección a calle San Martín festejando vaya uno a saber qué. Delante va un auto tipo «museo» descapotable. Desde un auto azul un joven intenta filmarlos. Tres mujeres caminan por el cantero de bulevar: short y zapatillas; las tres con barbijo y hablando con sus celulares. Cinco adolescentes irrumpen con sus patinetas en la vereda norte de la plaza. Una señora de edad le hace alguna observación pero ellos no parecen llevarle el apunte. Un Mercedes Benz gris entra por bulevar a la estación de servicio. Una chata cargada de ladrillos avanza lentamente por bulevar en dirección al este. Vuelve a pasar la caravana de autos tocando bocina y ahora en dirección al Puente Colgante. El descapotable color rojo y globos amarillos, adelante. Veo a una mujer joven protegida con una sombrilla rosada y globos rosados. Son las 12:18.

 

Noticia de: El Litoral (www.ellitoral.com) [Link:https://www.ellitoral.com/index.php/id_um/267981-momentos-en-plaza-pueyrredon-cronicas-santafesinas-opinion.html]

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *