Respecto de Venezuela disponemos de algunas certezas que merecen ponerse a consideración. Se trata de un régimen de poder que reúne los requisitos institucionales, políticos y sociales de una dictadura. Su soporte real son las fuerzas armadas y su principal fuente de financiamiento es el narcotráfico. Después están los récords mundiales que supieron conseguir. Es el país que participa alegremente del reducido pelotón de naciones con más indices inflacionarios, con más exiliados, con más sistemática violación de los derechos humanos, con más caída de las principales variables económicas. Una pinturita. A esta verdadera tragedia se la ha calificado con el concepto un tanto edulcorado de «crisis humanitaria». Para no extraviarnos con palabras digamos que el país está a punto de dolarizar la economía porque de hecho ya está dolarizada; respecto a su «llave de la felicidad», el petróleo, su nivel de producción retrocedió a 1930. En materia de derechos humanos Estela Carlotto, Hebe Bonafini o Pérez Esquivel deberían preguntarse qué se puede decir de informes que prueban que el número de asesinados supera las 18.000 personas, con 15.500 presos, 724 desaparecidos y 650 casos probados de torturas. El encantador socialismo del siglo XXI exhibe una cifra de siete millones de pobres. Una joyita. También participan de la condición de «joyita» sus aliados preferidos: Cuba, Nicaragua, Rusia, Irán, China y Turquía. Según trascendió se estaría aguardando la solidaridad de Corea del Norte. Como reza el refrán: «Por sus amigos los conocereis». En este contexto se celebraron las elecciones legislativas que según informaron los titulares del régimen el oficialismo obtuvo el 67 por ciento de los votos. Una maravilla. Lo que los compañeros callan es que no votó el setenta por ciento de la población. Sinceramente, las elecciones que en sus buenos tiempos convocaba Alfredo Stroessner en Paraguay eran más democráticas, para no hablar las que en sus momentos celebraban los compañeros Trujillo y Somoza. De las dictaduras bananeras a las narcodictaduras. Comparado con los generales chavistas, Pablo Escobar es un modesto dealer esquinero. Los venezolanos que de todos modos se decidieron ir «espontáneamente» a las urnas estaban movilizados por la arrulladora consigna del señor Diosdado Cabello: «El que no vota no come». Faltó decir, el que no vota por nosotros. No sé por qué sospecho que Ferraresi en Avellaneda o los compañeros Insfran y Zamora o los aguerridos punteros de La Matanza lo contratarían a Diosdado para que los asesore en los próximos comicios. Uno de los célebres veedores internacionales fue el señor Correa, si, el mismo que no puede ir a Ecuador porque tiene un pedido de captura por ladrón. ¿Y la oposición? Ausente con aviso. El único que anduvo con algunos remilgos participativos fue Henrique Capriles, pero las condiciones impuestas eran tan fulleras que no le dejaron otra alternativa que bajarse. ¿Que pedía la oposición para participar de estos comicios legislativos? Tres cosas: libertad de prensa, liberación de los presos y levantamiento de las proscripciones. Inadmisible. Solo cipayos vendidos al imperialismo pueden exigir condiciones que de hecho son una artera y trapera puñalada por la espalda a la gloriosa revolución bolivariana. Proclamas revolucionarias al margen, lo cierto es que la condena a la farsa electoral es mayoritaria. Salvo México y Bolivia, y sospecho que por razones diferentes. ¿Y la Argentina? Bien y gracias. Por ahora, su posición es mutis por el foro. Sabemos que en la OEA nuestros representantes sentaron una posición y en la ONU la opuesta. Un prodigio de coherencia. Por lo pronto Alicia Castro y Luis D’ Elía han expresado que lo sucedido el domingo constituye un ejemplo de comicios democráticos. No sé por qué a esas adhesiones las presentía. De todos modos, no creo ser arbitrario si sospecho que Cristina y los firmantes de la solicitada que reclama por la libertad de ese otro militante antiimperialista que se llama Amado Boudou, cerrarán filas al lado de la causa chavista. Ustedes me dirán; ¿Para que tanto espacio a lo sucedido en Venezuela? Podría responder con otra pregunta un tanto desoladora, un tanto inquietante. ¿Por qué no ocuparnos de lo que sucede en la Venezuela morena, tropical y chavista, el país que, como dijeran algunos de nuestros actuales gobernantes, anticipa nuestro futuro?