Jueves 17 de diciembre

La vacuna es siempre una buena noticia, ¿qué duda cabe?. Pero una cosa es la buena noticia y otra muy diferente son los negocios que suelen acompañar esta buena noticia. Nadie pretende que los laboratorios trabajen gratis o se les exija roles de entidad de beneficencia pública. Lo que razonablemente se exige es que hagan bien lo que prometen hacer. En Rusia, nada en contra de los científicos rusos, pero mis serias prevenciones son a su sistema política, uno de cuyos rasgos principales es, entre otras dulzuras, el de envenenar a políticos opositores. Mientras tanto, el señor Vladimir Putin declara que la vacuna rusa no se la va aplicar porque no es recomendable para personas mayores de sesenta años y él anda por los 68. No digo no hacer acuerdos con Rusia, digo que se tomen los recaudos del caso y en particular no se ceda a la tentación de acompañar las tareas de salud pública con negocios particulares, entre otras cosas porque en estos trámites se juegan millones y millones de dólares, talismán que me temo, suele tentar a funcionarios que desde hace años se distinguen por su predisposición a dejarse tentar. Respecto de la vacuna Pfizer, leo que se trata de un laboratorio que existe desde 1849. Según se dice son serios y responsables. Pero en la misma página que pondera sus virtudes científicas se informa acerca de las multas que la empresa ha debido pagar y no precisamente por hacer las cosas bien. La historia de Pfizer entonces es la historia de sus logros científicos pero también la historia de sus infracciones. ¿Qué tramo de la historia nos corresponderá a nosotros? La única notica tranquilizadora al respecto es que si han adquirido estado público sus infracciones es porque existen organismos de control que no le pierden pisada. Ojalá sea así. Por lo pronto importa advertir que el negocio de laboratorios y medicamentos es el preferido por la corrupción mundial. Hay muchos millones en juego, hay mucha angustia y hay muchas necesidades para atender. Hace unos años vi una película española dirigida por ese gran director que es José Luis Garci. La película se llama El Crack, está filmada en blanco y negro y es un homenaje que Garci le brinda al «policial negro» norteamericano y en particular a Chandler y Hammett. La trama del Crack 1 filamdo en las calles de Madrid (después llegó El Crack II) gira alrededor de los negocios corruptos de los medicamentos. Casi al final de la película el detective (un excelente Alfredo Landa es el actor) se reúne con un caballero distinguido, elegante, que lo atiende en su magnífica mansión levantada en el barrio residencial más rico de Madrid y mientras sus dos niños encantadores juegan en el salón vecino bajo la mirada severa de una institutriz impecable, de en algún momento de la charla el caballero le dice a Landa: «Nosotros fabricamos medicamentos y no pretendemos matar a nadie. Somos gente de bien, no somos asesinos y no le deseamos el mal a nadie por más que sus amigos periodistas nos ataquen. Nuestros medicamentos, y esto se lo firmo, no matan nadie, en todo caso el único problema que tienen es que no curan, pero matar no matan a nadie. Y esto se lo aseguro yo que estoy al frente de la organización. ¿Que quién está arriba mío…no lo sé, creo que ni Dios lo sabe «. Como diría tío Colacho: «Ahora sí que me quedo tranquilo».
Jose Gallegos, Oscar Gras y 54 personas más
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