Crónicas santafesinas

 

I

Escribo estas notas recurriendo a la memoria de lo que viví o a la memoria de lo que me contaron. No hago historia, no investigo, no me documento y hasta donde es posible, no interpreto. No busco la verdad, busco otra cosa que importa pero que no me animaría a calificar de verdad y mucho menos de «verdad objetiva», si es que ese objetivo fuera posible. Hablo de mis recuerdos, de imágenes, de momentos, de «flashes» que registra la memoria, la memoria de un viejo que sabe que los registros antiguos se mantienen, que puede que fallen los registros actuales, pero no los que se «fijaron» en un pasado más o menos lejano, recuerdos que constituyen una vida, mi «eternidad», como les gustaría decir a los religiosos. ¿El personaje de la crónica soy yo o la ciudad? Es probable que sean las dos cosas. O la perspectiva, la imagen que yo tengo de la ciudad, perspectiva o imagen que es exclusiva porque cada uno vive la ciudad de manera diferente, lo cual es una prueba más del carácter singular de cada uno de nosotros. Una ciudad puede representarnos a todos a través de un folleto, una guía turística, pero a la hora de los recuerdos lo que se impone es lo singular. Un turista, por ejemplo, sabe que en la ciudad de Santa Fe hay sobre la laguna Setúbal un Puente Colgante, pero para cada santafesino el Puente Colgante incluye una experiencias única: un paseo, una caminata, una cita, un encuentro. De todo esto, de lo que es y de lo que fue, de lo que viví y de lo que me contaron, intento hablar en estas notas.

 

II

Por ejemplo, los grandes personajes de la historia que caminaron por nuestras calles o pasaron como aves de paso por Santa Fe. Hace alrededor de veinte años un escritor nacido en 1928 que ya no está y con el cual compartíamos charlas café de por medio, me comentó que cuando tenía veinte años conoció en Rincón a un señor de más de ochenta años que le había dado la mano a Domingo Faustino Sarmiento con motivo de su visita de a Santa Fe para representar al gobierno nacional en el velorio de Simón de Iriondo, fallecido en 1883. Sarmiento, un Sarmiento muy sordo y algo viejo, llegó a nuestra ciudad en barco y en algún momento se acercó a la oficina de correo donde trabajaba de «chico de los mandados» un muchacho de no más de quince años. Casi setenta años después este muchacho le contaba a mi amigo escritor que le dio la mano a Sarmiento. Y mi amigo se sentía orgulloso de estrechar la mano que en algún momento había estado en contacto con la mano de Sarmiento. ¡País joven el nuestro! En el año 2000 yo estuve con un señor que a su vez conversó con otro señor que conoció a Sarmiento nacido en 1811, nueve meses después del 25 de mayo de 1810. En homenaje a la historia, observo que los viejos vecinos de Esperanza recuerdan que sus abuelos le comentaban que en 1870 Sarmiento visitó la flamante colonia y se quedó a dormir una noche en la localidad que se presentaba como modelo y ejemplo de la consigna alberdiana: «Gobernar es poblar».

 

III

Julio Roca estuvo en Santa Fe, por lo menos un par de veces. Acá intervienen una vez más las leyendas. Marcelo me dijo que estuvo en la inauguración del Colegio Nacional. No me consta, pero sería lindo que fuera cierto. También dicen que Roca inauguró el monumento a San Martín en la plaza que lleva el nombre del Libertador. Y que luego de la inauguración, se cruzó hasta el local de la masonería de calle 9 de Julio para celebrar una tenida. Tampoco me consta ese «detalle», porque no estoy seguro de que Roca fuera masón, como si lo fueron, entre otros, Sarmiento, Mitre, Urquiza o Joaquín V. González. Hipólito Yrigoyen nos visitó más de una vez. Según mis viejos amigos, en una de esas visitas se alojó en el hotel Ritz de calle San Martín y desde uno de sus ventanales saludó, apenas con un toque en el ala del sombrero, a la multitud que se amontó en la calle para vivarlo. El otro radical que estuvo en Santa Fe, fue Marcelo T. de Alvear. Lo hizo en los tiempos de la presidencia de Agustín Justo y cuando Luciano Molinas era gobernador de la provincia. Se celebraba en Santa Fe la convención nacional de la UCR que concluyó con un levantamiento armado de los hermanos Greca y, como consecuencia de ello, todos los dirigentes radicales, incluido Alvear, en cana, dirigentes que, claro está, no tenían la menor idea del levantamiento armado. Mi amigo se acordaba de haberlo visto en esos días a Alvear tomando un café con sus correligionarios en el bar «Los dos chinos» de San Martín y Juan de Garay. En aquellos años treinta, es muy posible que Roberto Arlt haya estado en el puerto de Santa Fe por lo menos un día. Y que haya tomado una copas en algunos de esos bares instalados en las inmediaciones del puerto. Cómo no saberlo para compartir con él, aunque más no sea, un vino o una cerveza.

 

IV

La historia se confunde con la leyenda cuando se menciona la estadía en Santa Fe de un joven oficial que respondía al nombre de Juan Domingo Perón. Según consta, estuvo destinado al regimiento 12. No estuvo un fin de semana o un mes de vacaciones, vivió por lo menos un par de años. Según se dice, durante la semana se alojaba en el cuartel, pero alquilaba una casa en las inmediaciones de Plaza Constituyentes. Otros dicen que su residencia estaba en el centro, algunos aseguran que en calle Vera, otros en Catamarca, (que para entonces no soñaba con llamarse Eva Perón). Los rumores aseguran que para entonces, alrededor de 1920, a este Perón juvenil, anónimo y «muy buen mozo», era habitual verlo caminar por las calles de la ciudad casi siempre rumbo a las instalaciones del Jockey Club donde practicaba esgrima. Como los chismes no conocen límites, las comadres y compadres mencionan sus amoríos de aquellos años y su amistad con un conocido político del partido Demócrata Progresista con quien compartían copas, salidas nocturnas y alguna que otra aventura «de polleras». En diciembre de 1947, Evita Perón llegó en tren a media mañana a nuestra ciudad. Vino a inaugurar un hospital, pero además hubo paseos, actos públicos, una cena en el club Unión y la inauguración de un partido de fútbol en la cancha de Colón en barrio Centenario. Un vecino del barrio me contaba emocionado la escena principal de ese partido: una Evita rubia y hermosa, (son sus palabras) pero lo que más recordaba, y más lo emocionaba, era su pañuelo celeste en el cuello. No me consta que Evita haya usado un pañuelo celeste, por lo menos en la foto no se lo ve, pero para este hombre sencillo, peronista de corazón, lo que más lo emocionaba era ese pañuelo celeste, apenas agitado por la brisa, acariciando el cuello de Evita.

 

V

Otro amigo jura y perjura que alguna vez Eugene O’Neill estuvo en Santa Fe. Entonces trabajaba de obrero en una cuadrilla del ferrocarril y cayó por nuestra ciudad como podría haber caído a Chilecito en La Rioja. Mi amigo asegura que estuvo más de una semana y dormía en un campamento improvisado cerca del Puente Negro. También trabajó en esta ciudad como ingeniero o jornalero en la construcción de la Costanera, Luis Carlos Prestes, el mítico dirigente de la izquierda brasileña. Adolfo Bioy Casares me contó en una entrevista que siendo muy joven y acompañado por Silvina Ocampo estuvo de paso por Santa Fe, una de las etapas de un viaje en auto con casa rodante que se inició en Buenos Aires y pretendía recorrer el país, pretensión fracasada porque la casa rodante se hizo pedazos. En Santa Fe hicieron noche en un lugar cercano al Parque Sur. Cuando vino a nuestra ciudad para recibir el Honoris Causa de la Universidad Nacional del Litoral, compartimos un almuerzo en el comedor del Hotel España. Jorge Luis Borges estuvo varias veces. Sé de una caminata de Borges por calle San Martín acompañado de Maurer y Saer. Sé de la convocatoria que le hizo desde el colegio Inmaculada el entonces padre Bergoglio. Mi recuerdo personal de Borges es verlo subir las escalinatas del Teatro Municipal con su bastón, sus pasos vacilantes y esa expresión de asombro, ironía y lucidez que los distinguía. Esto ocurrió una noche de fines de 1982 o principios de 1983. Borges hablaba del Quijote de la Mancha y al momento de las preguntas lo consulté acerca de las relaciones que podría establecer entre el Quijote y los militares argentinos. «Por lo que veo su concepto del Quijote es un tanto pesimista».

 

Noticia de: El Litoral (www.ellitoral.com) [Link:https://www.ellitoral.com/index.php/id_um/273678-algunas-de-nuestras-visitas-ilustres-cronicas-santafesinas-opinion.html]

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