Sábado 19 de diciembre

Se dice que Sarmiento alguna vez declaró que el vicepresidente de la nación solo sirve para tocar la campanilla que anunica la apertura de sesiones en la Cámara de Senadores. También se dice que el vice de entonces Adolfo Alsina, se molestó por la frase pero colérico y teatral como era se quedó en el molde porque quedaba claro que palabras más palabras menos el vice era un subordinado del presidente, tan subordinado que alguna vez se propuso eliminar ese cargo por considerarlo innecesario o fuente de posibles intrigas. Lo cierto es que más allá de sus virtudes los vicepresidentes han sido figuras secundarias en el esquema del poder. Hasta que llegaron Cristjna y Alberto y la relación se invirtió para asombro de historiadores y observadores políticos. Por si alguna duda quedaba al respecto, Alberto Fernández la terminó de despejar cuando dijo «Hice lo que vos me mandaste». A confesión de parte relevo de pruebas. ¿Ustedes se imaginan a Yrigoyen diciéndole eso a Pelagio Luna? ¿O a Perón reportándose con Quijano? ¿O a Frondizi haciendo algo parecido con Gómez? ¿O a Alfonsín con Martínez? ¿O a la propia Cristina con Cobos? Empecemos a admitir que en la Argentina y con el peronismo todo puede ser posible. Que Kafka fue un escritor argentino nacido y criado en El Calafate. Como muy bien dijera William Cooke: «El peronismo es el hecho maldito del país burgués» o, ¿por qué no? «El hecho burgués del país maldito». Todo puede ser posible, incluso lo peor. «Hice lo que me mandaste», le dice el presidente de la nación a su jefa. Y lo más lindo de todo es que es cierto, que nosotros escuchamos esta confidencia pública y no nos escandalizamos porque estamos predispuestos a acostumbrarnos a todo, incluso a lo que terminamos de escuchar, porque nos consta, porque lo hemos visto y oído, porque sabemos que «el Alberto» está puesto allí para hacer lo que la Señora le ordena. ¿Un títere? No lo sé, pero se parece mucho. Y lo más grave de todo es que «el Alberto» se ha esforzado por hacer lo que le ordenaron pero la jefa no está conforme. «Malhaya triste destino los caballos argentinos». Servicial, amanuense, sumiso, pero la patrona no está satisfecha y cada vez que puede o se le ocurre se lo recuerda. ¿Es necesario recordarle que desde los tiempos de los sumerios los amos nunca están conformes con las manifestaciones de lealtad de sus esclavos? Nunca la Señora va a estar satsifecha. Y él jamás va a dejar de ser lo que por azar, destino o elección le tocó ser: el valet de la reina. Mientras tanto, llegamos a fin de año con todos los marcadores en rojo y como para que nada falte a nuestra corona de espinas ahora empezamos a sospechar que no tenemos vacuna, que la vacuna de nuestro querido y carnal amigo Vladimir Putin es muy buena pero «no cura» a los que más importan, es decir a los mayores de sesenta años. Y como para cumplir con la consigna de «cartón lleno», proliferan cada vez con más insistencia los rumores de que «las condiciones inaceptables» de Pfizer provienen del rechazo de esta empresa a pagarle a los compañeros por debajo de la mesa, hobby y oficio que, como todos sabemos, los compañeros son diestros y persistentes para ejercer. Es más, es lo que mejor saben hacer. Y cuanto más grave, dramática o trágica es la situación, más persisten en hacer lo que consideran que por derecha o por izquierda les corresponde tal como les enseñaron sus jefes y jefas.

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